Un técnico maneja uno de los aparatos utilizados para rastrear el río Ebro intentando hallar pistas de Víctor da Silva. / JAVIER CEBOLLADA (EFE
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La policía se ha servido, por primera vez, de cuatro drones (pequeños aviones no tripulados) para una investigación. En concreto, para rastrear el Ebro en busca de Víctor da Silva, un estudiante de origen brasileño que desapareció el día de Año Nuevo.
Los amigos de Da Silva, de 19 años, con los que celebró un cotillón de Nochevieja en Zaragoza, le vieron por última vez sobre las ocho de la mañana. Desde entonces la policía mantiene una búsqueda infructuosa. La clave parece estar en el Ebro, en cuyas proximidades está el local en el que celebraban la fiesta.
El lunes pasado, los agentes contaron con unos aliados inesperados: cuatro drones suministrados de forma voluntaria y gratuita por una empresa española. La búsqueda no dio resultado, pero sirvió para descartar algunas zonas de difícil acceso.
La empresa SRF profesional, una asesoría en temas de seguridad y salvamento con sede en Madrid, aportó un piloto de drones y otro de helicópteros, un copiloto, dos informáticos y un coordinador, Santiago Cuesta, que desarrollaron la búsqueda en el tramo indicado por los policías. Siete kilómetros de río en dos puntos muy concretos: el azud del barrio de Vadorrey, donde hay un talud en el que podría haber quedado encallado el cuerpo, y la presa de Pina de Ebro, cerca de Zaragoza.
La familia y los amigos sostienen que da Silva no desapareció por voluntad propia. La policía estudia unos restos de sangre hallados a unos metros del recinto en el que se celebraba el cotillón y también los mensajes de móvil que lo sitúan en torno a las diez de la mañana muy cerca de su domicilio. La ciudad está repleta de carteles en blanco y negro con un sonriente Víctor da Silva.
La empresa SRF profesional comenzó a trabajar hace cuatro meses con drones y vio en el caso de Da Silva una oportunidad para aplicar su tecnología a un caso criminal. El resultado es un vídeo en alta definición de unos 40 minutos que los informáticos pasan por un filtro para diferenciar mejor los colores que no son propios de la naturaleza. Lo que buscaban en esas tomas era el rosa de la camisa que Da Silva llevaba el día que desapareció.
Al rastreo lo precedió un estudio del río y del terreno. El vuelo de los drones, de cuatro, seis y ocho hélices, se prolongó una hora y el tratamiento y visionado de los vídeos tardó otras dos horas. El piloto controla y dirige el recorrido del aparato a través de unas gafas desde las que ve el avance del dron como si estuviera dentro de él. El copiloto vigila desde tierra su ruta. Dos ordenadores graban en tiempo real las imágenes que capta el aparato. “El dron es capaz de colocarse a solo 10 centímetros de la superficie del río, por lo que puede ver lo que hay a 50 centímetros de profundidad”, detalla Cuesta. Los dispositivos no tripulados pueden ser dirigidos desde una distancia de 20 kilómetros. Los drones usados en esta operación cuestan entre 700 y 15.000 euros.
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