Ene-13-14 - por Rosendo Fraga
En 1910, con motivo de la conmemoración del Centenario, el diario La Nación publicaba un documentado artículo del Teniente General Augusto Maligne -un reconocido intelectual del Ejército Argentino de entonces que había nacido en Francia-, en el cual sostenía que uno de los problemas que presentaba la estructura militar era el exceso de la estructura de los jefes y oficiales superiores respecto a la cantidad de oficiales subalternos, suboficiales y tropa.
Para ese año, con el sistema de servicio militar obligatorio el Ejército había incorporado 15.000 soldados -aproximadamente la misma cantidad que tiene hoy con tropa voluntaria- para una cantidad de generales que eran 14 (hoy son 55). Entonces había un general cada algo más de 1000 soldados; ahora, uno por cada aproximadamente 300.
Si bien en el segundo gobierno de Perón y hacia el final del último gobierno militar había más generales que ahora, la relación por cantidad de solados era entre cuatro y seis veces mayor que en la actualidad: se da la menor cantidad de solados por General de toda la historia.
La comparación con los restantes países de América del Sur, de acuerdo al Balance Militar de América del Sur 2013 del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, muestra que Argentina es el país de la región con menos soldados por General.
Para la cantidad actual de Generales se necesitarían entre cuatro y seis veces más soldados que la de hoy; o, en otras palabras, para una cantidad de soldados como la de hoy se necesita una cantidad de Generales sensiblemente menor.
Puede argumentarse que hay una cantidad determinada de generales que se hace imprescindible cualquiera sea la cantidad de soldados y esto es parcialmente cierto; también que la sustitución del servicio militar obligatorio por la tropa voluntaria permite ahorrar cantidad de soldados al tener al personal siempre en pie de instrucción; también que la modernización de los sistemas de armas permite disminuir la cantidad de tropa necesaria. Son todos argumentos atendibles, pero lo cierto es que, al reestablecerse la democracia, había un General cada más de 1000 soldados y ahora uno cada menos de la tercera parte.
Planteado en estos términos, ¿sobran Generales o faltan soldados?
Si la actual va a seguir siendo la cantidad de Generales, sin duda faltan soldados, pero si su ampliación anticipara una política gradual para incrementar la cantidad de soldados -algo que nadie ha planteado-, podría ser razonable.
En mi opinión, el Ejército hoy tiene escasa cantidad de soldados. Un país como la Argentina, con un amplio territorio, necesitaría para estar en relación con los demás ejércitos de la región un mínimo de aproximadamente 40.000 soldados, lo que permitiría tener las unidades con una capacidad operativa mínima que hoy no tienen en términos de cantidad de personal.
Al mismo tiempo, posiblemente la cantidad de Generales necesaria debería ser algo menor a la cantidad actual, retornando a aproximadamente cuarenta, la cantidad que existía hasta los recientes asensos. En esta hipótesis, el Ejército tendría un General cada 1.000 soldados, una relación razonable.
Alguien puede argumentar que por razones presupuestarias no se puede aumentar la cantidad de soldados. Pero en la última década se han agregado un millón de empleados públicos más, sumados los niveles nacional, provincial y municipal. Llevar el Ejército a 40.000 soldados hubiera requerido sólo que el 2,3% de ellos hubieran sido destinados a este sector del estado nacional, dado que sería necesario incorporar 23.000 más para alcanzar dicha cifra, ya que incluidos los voluntarios técnicos, actualmente llega a 17.000 el efectivo de la tropa voluntaria.
En conclusión, el fuerte desequilibrio entre la cantidad de generales y de soldados -también respecto a los suboficiales y los oficiales subalternos- hace necesario plantear un demorado debate, desprovisto de ideología y prejuicios, sobre las misiones y necesidades básicas de las Fuerzas Armadas argentinas.
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