Dic-09-13 - por Gustavo Andrés (*)
Desde al menos dos décadas se observa en América el importante gasto militar recurrente que realiza el Reino Unido en las islas del Atlántico sur. Debería pensarse que la estrategia responde al concepto de diplomacia armada, en otros términos influir sobre la voluntad argentina para disuadirla o compelerla a que haga algo.
Sin embargo no parece difícil comprobar que la información que recopila y trasmite a Londres la Inteligencia británica en Buenos Aires está teniendo fallas en origen o de interpretación para diseñar la política respecto a los territorios de ultramar en el Atlántico sur. Sin bien los esfuerzos que realiza en la mesa de negociaciones favorecen el statu quo actual, el cual consiste en mantener el control territorial tanto insular como marítimo, los esfuerzos operacionales basados en el uso de recursos militares desde hace años trasmiten un mensaje que la Argentina y América Latina en general interpretan como la única forma que el antiguo imperio tiene para sostener sus razones: la “Diplomacia de cañoneras”. En otros términos, el Reino Unido tiene una propuesta y un argumento bien elaborados para mantener su estrategia de posesión territorial, pero termina en definitiva produciendo un error experimental de tipo III, es decir ofrece una respuesta adecuada -coacción- al problema equivocado -debate de intereses-. Cabe recordar que geológicamente las islas son una prolongación continental argentina y se encuentran a 12.000 km de Londres.
La actual Defence Intelligence (ex Defence Intelligence Staff o DIS) posiblemente desde hace mucho tiempo hayan detectado y comprobado que después de la guerra de 1982, el proceso democrático argentino ha sido el principal aliado del Reino Unido en cuanto a la seguridad física de los dominios. Año a año los políticos que gobiernan Argentina, y generalmente con el apoyo de la oposición, van reduciendo el potencial militar de las fuerzas armadas, tanto en equipamiento como en adiestramiento.
La inteligencia británica tiene bien informado al 10 de Downing Street que las fuerzas armadas argentinas no están en capacidad de alistar, adiestrar y sostener ninguna unidad de batalla terrestre, aérea o naval. En otras palabras, saben que ha cambiado el orden de batalla, lo cual implica que la organización y cantidad de sistemas de armamentos dada la obsolescencia, degradación de las prestaciones iniciales, vulnerabilidad tecnológica, baja fiabilidad y disponibilidad operacional, hacen imposible una respuesta militar argentina.
En función de esto, sería interesante analizar del lado británico si realmente se justifica el actual gasto militar para enviar, en definitiva, un mensaje a Buenos Aires que las autoridades argentinas no decodifican como tal, ya que los gobiernos democráticos de Argentina ignoran por defecto la teoría de la disuasión.
En consecuencia, se describe una opinión personal basada en las siguientes premisas:
a. Para los argentinos la causa Malvinas es un sentimiento canalizado a través de la soberanía, un valor que también utiliza la retórica política para sacar ventaja. Sin embargo, esta motivación por la causa no es el inductor para llevar adelante una actitud racional de acción frente a la situación existente, dada la baja determinación y alta aversión al riesgo que tiene la ciudadanía argentina (por lo menos la actual). La sociedad se manifiesta consternada y frustrada por sentirlas perdidas, pero no arriesgaría el físico por resolver el conflicto. En consecuencia, bajo la mirada de halcones y palomas, la Argentina es una paloma.
b. Arriesgar la vida por una causa justa estaba en el espíritu de la gente nacida antes de 1970. Posiblemente esos jóvenes tenían jerarquizados los ideales de patria en lo más alto de su escala de valores. De ahí salieron los idealistas que comulgaron con el marxismo y el totalitarismo pero también soldados que defendían su uniforme y más tarde combatieron por la recuperación de las islas en la guerra de Malvinas. Esos muchachos lucharon convencidos de sus ideas, pensando que podían morir, pero el ideal era más fuerte que el temor a la muerte.
c. Hoy los argentinos en su conjunto y los adolescentes y jóvenes en particular no irían a una guerra. Se criaron en una comunidad que les enseño que la guerra fue potestad de los militares y para la sociedad en general los militares son una organización autoritaria, represora y que es mirada con desconfianza por su historia reciente.
d. Estos jóvenes tienen una escala de valores que valoriza y jerarquiza el consumo de bienes y servicios, principalmente viajar y disfrutar del placer por divertirse sin compromisos. El honor no lo conocen y por ende no saben donde aplicarlo; no es un código usual y la gloria significa lograr una buena posición económica.
e. Actualmente en todos los estamentos educativos en Argentina no existe enseñanza de la Defensa Nacional como un bien público al igual que la salud, educación y transporte.
f. Argentina no solo no tiene armamentos, sino que tampoco tiene militares de carrera preparados: hoy son tan solo empleados públicos con poco trabajo. Cuando se produjo la contienda, un oficial naval (ARA) navegaba 65.000 millas náuticas desde su graduación hasta teniente de navío; hoy apenas llegan a 18.000 millas náuticas. Por ende hoy un capitán de navío tomaría decisiones basado en la misma experiencia que tenía un teniente de fragata de 1982. Un fusilero naval del BIM 5 (una de las mejores unidades de combate durante la guerra) en aquellos años había disparado centenares de tiros de fusil FAL durante su período de entrenamiento. Hoy el BIM 5 existe sólo en los papeles. Los pilotos de los Super Etendart habían volado previo a la guerra 600 horas; hoy no vuelan: ya no hay aviones franceses en condiciones de combatir.
El corolario de esta opinión es que los británicos pueden estar muy tranquilos: las islas Malvinas permanecerán como territorios de ultramar de la Corona británica por muchas décadas mientras los políticos argentinos sigan haciendo los deberes como lo vienen haciendo en los últimos 30 años. Podría concluirse por lo tanto que esa debería ser la tarea del gobierno británico, estimular que continúen por la misma senda. Sin embargo, año a año sostienen un esfuerzo militar sin contrapartida argentina, que evidentemente debilitará a la larga su posición internacional.
Parecería razonable que el Parlamento británico analice en profundidad los informes trasmitidos por el Secret Intelligence Service (SIS), MI6, desde Argentina y elaborados por Joint Intelligence Committee (JIC). Ambos no están haciendo un buen trabajo o el “lobby” militar está sacando ventaja de una situación que no se ajusta a la realidad. Sería positivo estudiar si vale la pena un presupuesto de £75 millones de libras esterlinas (US$ 116 millones) para el mantenimiento de la fuerzas británicas en Mount Pleasant Complex, (Year Financial 2010-11). Existen gastos indirectos contemplados en otros presupuestos como la operación y mantenimiento (O&M) de un destructor tipo 45, el cual para una campaña de 7 meses por los mares del sur ronda los £15 millones de libras (US$ 24 millones). Seguramente la operación y sostenimiento (O&S) de los cuatro Typhoon tampoco salga de este presupuesto, pero es interesante resaltar que la hora de vuelo de este jet es de US$ 18.000 y calculando 200 horas anuales para cada uno son £9,3 millones (US$ 14,4 millones).
Frente a este gasto militar, Argentina declama en los foros internacionales y la experiencia británica en estas lides controla perfectamente estos embates. ¿Se justifica continuar aumentando el descontento de Argentina y sus amigos con la utilización de medios militares?
Mr. Cameron debería pensar seriamente en rever la información existente o enviar a Mr. Bond a Buenos Aires para comprender la situación.
(*) Escuela de Defensa Nacional. MS en Defensa Nacional.
http://www.nuevamayoria.com/
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