jueves, 19 de marzo de 2020

La “mamparitis”, el mal que afecta a los marinos y que ahora amenaza a los confinados por el coronavirus



photo_cameraCadetes de la Armada realizando ejercicios a bordo del Buque Escuela Juan Sebatián Elcano.


El confinamiento en los hogares que ha establecido el Gobierno de España para tratar de atajar la expansión del coronavirus está obligando a no salir de casa a millones de personas, que ven cómo llevan días ‘encerrados’ y la perspectiva es permanecer sin salir más que para lo imprescindible durante semanas, incluso meses.


El cambio de ritmo diario está multiplicando los consejos de psicólogos para conllevar lo mejor posible esta situación de emergencia, y mantener bajo control el estrés, la ansiedad y otros sentimientos similares que derivan en problemas, por ejemplo para dormir.


Entre militares, especialmente los vinculados a la Armada, circula estos días de confinamiento un término con resonancias de enfermedad: “mamparitis”.

Espacios reducidos y compartidos

Confidencial Digital ha podido consultar con militares con años de experiencia en buques de la Armada, que en la situación actual recuerdan un fenómeno que se da entre los marinos que pasan meses embarcados en buques.

La situación, salvando las distancias, tiene sus similitudes entre un buque (o submarino) en la mar y una vivienda en confinamiento por el coronavirus: personas en espacios reducidos, que comparten todo el día, desde que se levantan hasta que se acuestan, con un número reducido de personas a las que ve en casi todo momento.


Eso ocurre en los miembros de la tripulación de un barco, y eso pasa estos días en millones de hogares españoles.

Susceptibilidad extrema: todo molesta

Los marinos de la Armada conocen esta situación psicológica, que entre otros aspectos se manifiesta en una irritabilidad y susceptibilidad extrema. Es decir, quien sufre “mamparitis” comienza a sentirse molesto por cualquier cosa, ante cualquier acto ordinario, anodino, que realicen las personas que le rodean.

Desde la forma en que come, hasta si tose, o cualquier otro gesto mecánico: cualquier detalle similar puede provocar molestias en quien sufre “mamparitis”, llamada así por los mamparos que hacen las veces de pared entre los camarotes y en el interior del buque.

Mandos de la Armada con una larga trayectoria mandando buques señalan que esta sensación de nerviosismo e irritabilidad de la “mamparitis” les sucede sobre todo a marinos que no tienen mucha experiencia en pasar períodos prolongados en buques de superficie o en submarinos en la mar.

De ahí que los marinos más antiguos tratan de ayudar a los más novatos cuando detectan síntomas, para que lo puedan superar. A su vez, los novatos observan a los veteranos, que viven las navegaciones largas con más naturalidad, y tratan de imitarles y de que no se note su inexperiencia.

Los que no superan la “mamparitis” en sucesivas navegaciones, terminan autoexcluyéndose del servicio a bordo de buques.

Los días, semanas, meses “encerrados” en el barco, conviviendo con las mismas personas en todo momento, provocan que los marinos -también en el caso de las tripulaciones de barcos civiles- experimenten fases de gran irritabilidad y estrés, lo que provoca discusiones entre ellos, la mayoría de las veces por nimiedades que en este contexto se magnifican.

Las fuentes consultadas coinciden en el riesgo de que este problema afecte a la convivencia a bordo si no se controla adecuadamente. Y subrayan las semejanzas con lo que pueden sentir las personas en situación de confinamiento, como ahora por el coronavirus.
La vida militar prepara para los barcos

Marinos veteranos de la Armada explican a ECD que no existe un entrenamiento específico como tal para evitar caer en la “mamparitis”. La preparación viene por la instrucción y la vida diaria de los marinos de la Armada (o de cualquier ejército): cómo duermen en literas pegadas a otras, comen por turnos, hacen cola para la ducha...

De esta forma, el choque con la vida en las entrañas de un barco es menos duro para los militares que lo que puede ser para ciudadanos corrientes que de repente se ven confinados en sus viviendas durante lo que por ahora son días, pero va camino de ser semanas y meses.

Lo que tratan los mandos del buque de la Armada es detectar los síntomas en los miembros de la tripulación, para tratar de desactivar a tiempo explosiones de ira, o incluso violentas.

Para ello, se intenta mitigar el estrés psicológico, se actúa dejando en unos casos más abiertos los espacios personales... todo para evitar que la “mamparitis” mine la salud psicológica de los marinos y se desborde.
Enfermedades imaginadas, peleas...

Una búsqueda sobre la mamparitis permite encontrar testimonios de marineros de barcos persqueros o mercantes, así como marinos militares, que describen el fenómeno de la “mamparitis”. Coinciden en señalar que la claustrofobia de los camarotes de los barcos, y la rutina de meses y meses de navegación conducen a este estado.

Entre los síntomas y efectos destacan la irritabilidad, la “sublimación de lo intrascendente”, una serie de fobias y manías que van surgiendo de forma variada, e incluso las enfermedades imaginadas que algunos sufren durante la travesía, así como disputas y peleas por los motivos más ridículos.
Sin preparación, y con noticias y redes sociales

Con motivo de la crisis del coronavirus, los marinos de la Armada consultados apuntan que la diferencia es que la mayoría de los ciudadanos no han tenido esa adaptación previa que para la tripulación de un buque o submarino supone la vida en una base o acuartelamiento militar.

También hay un elemento añadido: el flujo de información sobre el coronavirus, así como el de las redes sociales, pueden absorber a una persona hasta convertirse en una rutina que va provocando enfado, impotencia ante la situación... sentimientos que minan la fortaleza mental.

Eso a su vez repercute en los familiares o compañeros de vivienda, lo que perjudica al ambiente general en la vivienda, igual que ocurriría con los militares de la tripulación de un buque.

¿Cómo evitar la “mamparitis”? Algunos veteranos explican que en un barco la mejor solución es “tener a la gente ocupada”, con un horario bien establecido, un auténtico “ritmo de batalla” que reparta el tiempo entre el trabajo, las guardias, el ocio, el descanso...

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