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Presidente Vladimir Putin (Wikipedia)
El presidente Vladimir Putin parece haber elegido un mal momento para restaurar el imperio ruso. Los precios de la energía -que hoy han colapsado- están debilitando el valor del rublo, provocando inflación y privando a Putin de los ingresos que tan desesperadamente necesita.
Uno podría esperar que estos problemas alejen a Putin de su apetito por la agresividad. Pero, no.
En cualquier caso, el ex oficial de la KGB está presionando con fuerza sobre los vecinos de Rusia. Los separatistas pro-rusos en Ucrania parecen estar preparando una nueva ofensiva, probablemente para tomar el puerto de Mariupol y establecer un corredor terrestre hacia la provincia de Crimea, ocupada por Moscú. Vastos convoys de tanques y vehículos pesados portando obuses y sistemas de cohetería Grad están siendo movilizados -de acuerdo a informes- a lo largo del territorio controlado por separatistas. La OTAN dice que son los convoys son rusos. La alianza atlántica continúa acusando a Rusia de enviar tropas de combate hacia Ucrania.
Los países nórdicos también se encuentran en el punto de mira. Bombarderos y submarinos rusos han penetrado el espacio aéreo e incursionado en aguas nacionales de Suecia y Finlandia (que pertenecen a la OTAN). Otro objetivo de la ira rusa, los Estados Bálticos, pertenecen -en su mayor parte- a la alianza. En septiembre pasado, agentes rusos cruzaron la frontera hacia Estonia. Mientras las bombas de humo y granadas para aturdir explotaban, los elementos secuestraron a un ciudadano estonio en suelo estonio, llevándolo a Rusia bajo cargos de espionaje.
En ambos casos, el mensaje de parte de Putin fue claro: su soberanía, en parte, pertenece a Moscú; y ustedes NO pueden depender de la OTAN para que los defienda.
Rusia ha estado haciendo lo propio en el Cáucaso Sur. En 2008, invadió y ocupó dos regiones clave en Georgia, Abjasia y Osetia del Sur. En noviembre pasado, Moscú y el gobierno controlado por Moscú en Abjasia firmaron un tratado en formato de alianza que parece cimentar el camino para la anexión directa desde Rusia. Lo propio podría sucederle a Osetia del Sur.
De tal suerte que, ¿por qué Putin está actuando como un matón, si su base económica está achicándose?
La respuesta más probable: ¡porque su base económica está achicándose! Nada es más efectivo para distraer a los rusos de sus problemas económicos que el temor manufacturado referido a una amenaza externa, particularmente originada en los Estados Unidos. Putin entiende que su creciente popularidad reposa, en parte, en su imagen de hombre fuerte que se enfrenta con firmeza a Occidente.
Otra posible respuesta: porque puede. Estados Unidos ha expresado con claridad y contundencia que las naciones independientes que fueron alguna vez parte de Rusia, como Ucrania, los Estados Bálticos, Georgia y otros- están allí para ser tomadas por Moscú. A pesar de las sanciones contra Rusia por el asunto de Ucrania, Occidente se muestra más o menos dispuesto a conceder que Ucrania se localiza en la esfera de influencia de Rusia, al no haber respondido con fuerza ante la agresión de Moscú. Rusia responde a las sanciones económicas con la fuerza, lo cual dice a los ucranianos que su territorio interesa mucho más a Putin de lo que importa al presidente Obama o a los europeos.
Finalmente, está el factor de la desesperación. A pesar de fuertes inversiones ya en marcha, Putin se vio forzado recientemente a cancelar el proyecto de gasoducto South Stream hacia Europa, en parte por razones económicas, pero también porque la resistencia europea se ha endurecido, a partir de la agresividad del líder ruso. Los Estados Bálticos y otras naciones del Viejo Continente han comenzado a ver el peligro de la dependencia energética frente a Rusia. Y están explorando métodos para proverse su propio petróleo y gas.
Por lo tanto, Putin podría estar pensando que es hora de tomar todo lo que pueda, mientras pueda. La venta para utilizar la energía como herramienta de guerra geopolítica podría estar comenzando a cerrarse.
Y el tiempo no está de parte de Putin. Los problemas económicos podrían limitar sus opciones en el largo plazo pero, en el corto, intentará tomar ventaja de las divisiones en Occidente, con miras a consolidar sus objetivos. Alemania oscila entre tolerar y criticar a Moscú, y Putin lo sabe. Es probable que el líder ruso esté esperando que la paciencia de Occidente se agote. ¿Qué mejor razón para tomar ganancias ahora, en una mano estratégica que solo se debilitará con el tiempo?
Razones de sobra para que Occidente continúe vigilante frente a Putin, sin dejar menguar la presión sobre él.
Sobre Kim Holmes
Socio Distinguido en la Fundación Heritage, Washington, D.C., Holmes es analista de temas internacionales y política exterior. Es uno de los creadores y primer Editor del Indice de Libertad Económica que desarrollan en conjunto -y con rigor anual- la fundación y el matutino The Wall Street Journal.
La Gran Época se publica en 35 países y en 21 idiomas.
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