por Thierry Meyssan
Durante una importante reunión del Consejo de Seguridad de la ONU realizada el 28 de octubre –reunión que la prensa occidental ha preferido no mencionar–, Estados Unidos se negó a aceptar que la ONU coopere con las organizaciones regionales en las que figuren Rusia y, de hecho, China. Al negarse a aceptar toda cooperación con esos países, negándose por consiguiente a aceptarlos como iguales, Washington opta por la división del mundo en dos bandos y pone fin a la globalización económica.
RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) | 8 DE NOVIEMBRE DE 2016
Estados Unidos se negó, el 28 de octubre de 2016, a aceptar que la ONU trabaje con la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), representada en esta imagen por su secretario general, el tayiko Rachid Rashid. ¿Por qué? Porque Rusia es miembro de esa organización regional. La OCS representa más del 40% de la población mundial.© UN Photo/Evan Schneider
Moscú convocó una reunión especial del Consejo de Seguridad de la ONU, realizada el 28 de octubre de 2016, sobre las posibilidades de cooperación entre la ONU y las organizaciones regionales. Como presidente del Consejo de Seguridad, el embajador Vitali Churkin había invitado a los secretarios generales de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), el ruso Serguei Ivanov; de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el general ruso Nikolai Bordyucha; y de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), el tayiko Rashid Alimov.
Los tres secretarios generales expusieron ante el Consejo de Seguridad el trabajo que realizan esas organizaciones: la CEI se ocupa de la cooperación entre los Estados de la antigua Unión Soviética; la OTSC es una alianza militar; y la OCS trabaja a favor de la cooperación regional para estabilizar el Asia Central. Y resaltaron sus aportes a la ONU en la lucha contra el tráfico de droga y contra el terrorismo, dos temas que la retórica internacional señala unánimemente como prioritarios en momentos en que todos saben que son dos males generados y controlados por Estados Unidos.
Todo había comenzado bien y los embajadores de los países miembros del Consejo de Seguridad se felicitaban por aquella bocanada de aire fresco. Pero el clima de la reunión cambió drásticamente con las intervenciones de los embajadores de Ucrania y Estados Unidos. Para evitar que esas tres organizaciones vengan a modificar el actual monopolio de la OTAN y la Unión Europea, los representantes de Ucrania y Estados Unidos acusaron a Rusia de todo tipo de crímenes y denunciaron las tres organizaciones regionales como pantallas del expansionismo ruso. La embajadora de Estados Unidos concluyó que no es por consiguiente posible plantear ningún tipo de cooperación entre la ONU y esas organizaciones, entre las que se encuentra la Organización de Cooperación de Shanghai, lo cual equivale a rechazar también la cooperación con China.
Se reedita así la posición que el mundo ya pudo verse anteriormente durante la conferencia Ginebra 2: en teoría, todos están unidos contra el terrorismo; pero en realidad, Washington no considera el terrorismo como una prioridad y da más importancia a las exigencias de su propio imperialismo. La diferencia es que en esta reunión del Consejo no se trataba de agredir a Siria. Lo que Washington acaba de hacer es asestar una bofetada a Rusia y China.
Así paga el mundo la enorme ambigüedad que rodea la lucha contra el terrorismo desde el año 2001. Y es importante recordar que el terrorismo no es un enemigo sino una forma de lucha a la que recurre el enemigo.
Washington cierra, por lo tanto, la única puerta de salida que se le mantenía abierta. La administración Obama se niega así a reconocer el desarrollo de Rusia, primera potencia militar en materia de guerra convencional, y de China, la primera potencia económica. Se niega a permitir que se modifique la organización unipolar del mundo impuesta a partir de la operación «Tormenta del Desierto», en 1991, y prosigue sus guerras en el Levante y Ucrania solamente para cortar las dos vías de abastecimiento terrestre de China hacia Europa occidental.
Como está consciente de que su posición es insostenible a corto plazo y no desea una guerra mundial, Washington se prepara para dividir el mundo en dos bandos. Pero tampoco quiere un regreso a la guerra fría, donde el mundo era una sola entidad que contaba con dos administraciones. Lo que Washington desea es una nueva estructuración: de un lado, un mundo unipolar gobernado únicamente por Estados Unidos; del otro lado, Estados independientes e insumisos que cooperan entre sí alrededor de Rusia y China; y la menor cantidad posible de contacto entre esos dos mundos. Esta estructuración implica el fin del libre comercio mundial, el fin de la organización del comercio a escala mundial, el fin de la globalización económica y, por consiguiente, un gigantesco retroceso.
Si Washington persistiera en marchar en esa dirección, tendría que acabar retirándose militarmente de Siria y permitiendo el regreso de la paz a ese país –exceptuando la frontera iraquí, donde mantendrá bloqueada la ruta de la seda. Por causa, esta vez, de Estados Unidos, una barrera infranqueable caería sobre el mundo dividiendo la Humanidad tal y como el Muro de Berlín dividió la población de la ciudad que había sido la capital de toda Alemania, separando familias enteras por más de medio siglo. Para los sirios que salieron de su país huyendo de los yihadistas, eso haría muy difícil el regreso a su país y el reencuentro con sus familiares. Para los occidentales, será imposible pasar las vacaciones en Moscú y quizás hasta la compra de ordenadores chinos.
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