miércoles, 15 de octubre de 2014

Mientras el EI masacra kurdos en Kobane, EE.UU. bombardea silos de trigo sirios



EE.UU. libra una curiosa guerra humanitaria contra el Estado Islámico en Siria. Mientras Kobane, el distrito mayoritariamente kurdo que está en la frontera con Turquía es atacado por fuerzas del EI y enfrenta la posibilidad muy real de asesinatos masivos de civiles si llega a caer, portavoces militares de EE.UU. afirman que están observando la situación y han realizado misiones ocasionales de bombardeo pero que concentran sus esfuerzos contra el EI en otras partes de Siria. Esos esfuerzos parecen consistir en bombardear edificios vacíos, escuelas, pequeñas instalaciones de bombeo de petróleo, un vehículo ocasional y silos de trigo en los que se almacenan alimentos. Turquía también parece estar observando mientras los kurdos de Kobane combaten hasta la muerte contra el EI.


Las preocupaciones humanitarias de los funcionarios en EE.UU. ante la suerte de los kurdos en Kobane no podrían ser más diferentes de lo que ocurrió en Irak cuando las fuerzas del EI atacaron territorio kurdo. Mientras la ciudad kurda de Erbil era atacada por el EI, fuerzas estadounidenses desencadenaron todo el poder de su fuerza aérea en coordinación con fuerzas kurdas para hacerlo retroceder.

¿Entonces cuál es la diferencia entre las dos situaciones?

La diferencia y el motivo por el cual los kurdos de Kobane son sacrificados se deben a que son el tipo inapropiado de kurdos. Masud Barzani y los kurdos burgueses del Partido Democrático Kurdo (KDP) son los “kurdos buenos” y la fuerza predominante entre los kurdos de Irak. Su control de casi el 45% de las reservas iraquíes de petróleo y el negocio floreciente en el que han estado involucrados con compañías petroleras de EE.UU. e Israel desde su “liberación” por la invasión estadounidense las convierte en un activo valioso para EE.UU. Lo mismo vale para Turquía, donde a pesar de la opresión histórica de los kurdos en Turquía, el Gobierno realiza un sólido negocio con los kurdos en Irak.

La situación es totalmente diferente en las zonas de autogobierno kurdo en Siria. En Kobane, las principales fuerzas que resisten el ataque del EI provienen de las Unidades Kurdas de Protección Popular, o YPG, que están vinculadas al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), una organización por la independencia kurda con base en Turquía, que EE.UU. y Turquía han marcado como “terrorista”. Asimismo, el ataque del EI en territorio kurdo converge claramente con los intereses estratégicos de Turquía. Tanto EE.UU. como Turquía ven el control del territorio por kurdos militantes como una amenaza. Turquía en particular quiere debilitar el proceso de autogobierno entre kurdos, cristianos y árabes suníes en esas zonas de autogobierno y convertir el territorio en un campo de batalla a fin de robar territorio sirio, aislar y atacar a los kurdos “malos” del PKK.

Turquía presionó para conseguir, y al parecer lo obtuvo, un acuerdo de que EE.UU. no se opondrá a que se apodere de partes de territorio sirio. Para consolidar esa apropiación de tierras Turquía también quiere establecer una “zona tampón” a lo largo de la frontera siria-turca. Por eso los portavoces del gobierno de EE.UU. han estado propagando la idea de una zona de exclusión aérea en Siria nororiental en los medios estatales y corporativos de su país. La zona está siendo presentada como necesaria para proteger a los civiles de los ataques de las fuerzas sirias, de nuevo el engaño humanitario.

Sin embargo, no habrá ninguna intervención humanitaria a favor de los kurdos “malos” de Siria como no la hubo para los palestinos “malos” de Hamás y Gaza.

Para aplacar al Gobierno turco a cambio de un aumento de su cooperación en lo que se prepara como un esfuerzo final contra Damasco, la gente de Kobane será entregada al EI.

La transparencia del plan de Turquía y la colaboración de EE.UU. en la masacre planificada de combatientes de YPG en Kobane podría ser fácilmente aclarada en EE.UU. si los lectores de las nioticias de de la prensa corporativa pudieran “ver” realmente el mundo de un modo más crítico y si se permitiera que cuestionaran las narrativas oficialmente aprobadas sin correr riesgo de terminar sus “carreras”. Por ejemplo, la pregunta obvia respecto a una zona de exclusión aérea en el noreste de Siria es por el hecho de que es necesario que los únicos civiles atacados en esa zona sean kurdos y que sean atacados por fuerzas del EI que no disponen de una fuerza aérea, por lo menos todavía no.

Pero esas preguntas no se formulan muy seguido porque no se ajustan a la narrativa oficial de que EE.UU. se ve obligado a actuar una vez más para salvar el mundo de un enemigo inflexible que solo puede ser derrotado por el poderío militar estadounidense. Todo esto forma parte del engaño imperialista que ha llegado a persuadir a grandes segmentos de la “izquierda” en EE.UU.

Sin embargo, el no bombardeo del EI en Kobane y el teatro del bombardeo de edificios fijos, vacíos, confirman lo que debería ser obvio por la historia de las intervenciones estadounidenses, que el verdadero objetivo de la intervención de EE.UU. en Irak y Siria es la reintroducción de su poder militar directo en la región para asegurar el control permanente de los recursos de petróleo y gas natural de la región, debilitar a Irán, bloquear la Federación Rusa y romper acuerdos cooperativos económicos y comerciales entre países en Asia Central y China. En otras palabras, el objetivo es asegurar la hegemonía colonial/capitalista estadounidense y occidental. EE.UU. y sus aliados solo necesitaban un pretexto para volver a imponerse sin enajenar a grandes sectores de sus poblaciones interiores. El EI les ofreció lo que los ataques con gas sarín no pudieron lograr, la aceptación masiva de Occidente de otra guerra, no importa cuán limitada se presente en su primera fase.

Los militaristas del establishment político estadounidense nunca quisieron abandonar sus planes de una presencia militar permanente en Irak, incluso ante el hecho de que mantenerla estaba costando al país un precio enorme en sangre, dinero y legitimidad interior. Concluyeron que el camino de vuelta a Bagdad y de ahí a Teherán pasaba por Siria. Una posición que Obama adoptó temprano en su administración, a pesar de los informes de lo contrario. Todo lo que Obama quería era una negación plausible durante la primera fase del plan para desestabilizar Siria.

La situación actual en Kobane forma parte de la farsa cínica que es la lucha contra el EI. Turquía no tiene interés en impedir que Kobane caiga en manos del EI si denegar a los kurdos cualquier cosa que se parezca a autodeterminación corresponde a sus intereses estratégicos. Y EE.UU. no está interesado en alterar el equilibrio de fuerzas en el terreno en Siria degradando seriamente al EI en lo militar y debilitando su objetivo primordial a corto plazo de cambio de régimen en Siria.

Con la creación del EI, los neoconservadores e intervencionistas liberales tienen ahora su guerra y una considerable parte del público estadounidense la apoya, por lo menos de momento. Pero ese apoyo cambiará en cuanto quede en claro que la elite política ha vuelto a lanzar a EE.UU. a un cenagal. La verdadera vergüenza y expresión de la contradicción de la contradicción global blanca supremacista colonial/capitalista es que hasta que esa percepción se imponga entre la gente que está en centro del imperio y esta se movilice para alterar las políticas bélicas de EE.UU., miles de personas más morirán en Kobane y en toda Siria, en Irak y en todo el mundo.

Ajamu Baraka es activista de derechos humanos, organizador y analista geopolítico. Es colaborador enKilling Trayvons: an Anthology of American Violence (Counterpunch Books, 2014). Contacto:info.abaraka@gmail.com y www.AjamuBaraka.com

http://www.elciudadano.cl/

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