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Predecir que haya armas que tengan un mayor impacto en los combates del futuro es una tarea compleja, puesto que tanto el mundo como la misma naturaleza de la guerra está en constante cambio, pero lo ha intentado la revista 'The National Interest'.
La mayoría de las armas de 'gran futuro' que han sido presentadas aún se encuentran en desarrollo y el listado de armas que podrían cambiar el curso de una guerra tradicional como las operaciones locales no pretende abarcar la enorme gama de armamento moderno.
Sin embargo, la lista confeccionada por la revista estadounidense 'The National Interest' presenta algunas tendencias de formas de combatir que pueden afectar a todo el mundo en las próximas décadas.
'Hipersigilo' o 'Quantum Sigilo'
Con el uso de metamateriales (material artificial que presenta propiedades electromagnéticas inusuales) de origen natural, los científicos han sido capaces de diseñar materiales que distorsionen las ondas de luz y que de este modo reduzcan en gran medida las imágenes térmicas y visibles de un objetivo.
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Las implicaciones militares de esa evolución son evidentes, como por ejemplo las 'capas de invisibilidad', capaces de ocultar completamente a los combatientes para que tanto soldados de tropas regulares como comandos especiales operen en territorio enemigo sin ser detectados.
Tales capacidades reducirían el riesgo de bajas durante las operaciones militares al tiempo que aumentarían la capacidad de lanzar ataques quirúrgicos y sorpresa contra un adversario. La misma tecnología podría afectar negativamente la vida civil, al caer estos dispositivos en manos de 'actores' no estatales, como guerrillas o grupos terroristas.
Cañón electromagnético de riel
Armas de este tipo utilizan un campo magnético en lugar de propelentes químicos (por ejemplo, la pólvora o el combustible) para impulsar un proyectil de gran alcance a velocidades de 7.200 a 9.000 kilómetros por hora. La tecnología está aún en desarrollo pero ya se ha demostrado la capacidad de lanzar un proyectil utilizando 64 megajulios de fuerza, a una distancia de 180 kilómetros.
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La velocidad y enorme alcance de estos proyectiles ofrecen varios beneficios tanto en términos ofensivos como defensivos: los ataques de precisión pueden superar los sistemas de defensa más avanzados, así como la capacidad de una rápida y eficaz destrucción de objetivos aéreos.
Otra ventaja de esta tecnología es que elimina la necesidad de almacenar los explosivos peligrosos y materiales inflamables necesarios para lanzar proyectiles convencionales. De momento este cañón está en fase de pruebas en la Marina de Guerra estadounidense y podría instalarse en los más modernos destructores clase Zumwalt.
Armas espaciales
A pesar de la presión internacional en contra de la militarización del espacio, las principales potencias 'espaciales' continúan el desarrollo de las tecnologías que convertirían el espacio en el futuro campo de batalla. Las posibilidades son tan ilimitadas como extravagantes: de lanzadores de misiles instalados en la Luna a sistemas que capten y reorienten asteroides hacia un blanco en la Tierra.
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Evidentemente, no todos los escenarios son técnicamente factibles; sin embargo, algunas tecnologías están al alcance de los científicos actuales y tendrían un impacto profundo en nuestras 'ideas' acerca de cómo debe ser una guerra.
Una de las posibilidades es armar instalaciones espaciales en la órbita terrestre con armas nucleares o de pulso electromagnético. Lanzando un ataque desde un satélite a gran altura se podría asestar un golpe de gracia contra las instalaciones energéticas del enemigo, sus satélites, así como sus puestos de mando superior, redes informáticas y de comunicación, etc.
En función del arma que se aplique, el ataque podría ser lanzado contra todo un país, o ser una operación más quirúrgica y apuntada contra un determinado área de operaciones.
En teoría, un arma de este tipo podría terminar la guerra antes de los primeros disparos en la Tierra, al menos contra un adversario que dependa mucho de redes informáticas, como por ejemplo EE.UU., aunque seguramente no causaría tal impacto contra, por ejemplo, los talibanes o Al Qaeda.
Sin embargo, las municiones disparadas desde plataformas a baja órbita o desde la superficie terrestre son vulnerables a interceptores o ataques preventivos.
Otra alternativa sería el uso de láseres de alta energía para derribar los misiles enemigos en vuelo, cuya ventaja es poder neutralizar misiles balísticos en su fase de vuelo más lenta, con lo cual su interceptación es más probable.
Misiles de crucero hipersónicos y Ataque Global Inmediato
De haber existido misiles de crucero hipersónicos a mediados de la década de 1990, EE.UU. habría podido acabar con el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, mucho antes del mayo de 2011, y lo hubieran logrado en Afganistán, sin estropear sus relaciones con Pakistán.
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Con su capacidad de lanzar ojivas de precisión a gran distancia, los misiles de crucero han tenido un impacto extraordinario en la guerra moderna. Pero cuando pocos minutos separan la victoria de la derrota son demasiados lentos. Los 80 minutos que tardaron los misiles de crucero lanzados desde buques de guerra estadounidenses en el mar Arábigo en alcanzar los campos de entrenamiento de Al Qaeda en Afganistán en 1998 hicieron posible cambiar de lugar la cúpula de la organización. Misiles de crucero hipersónicos (o sea, con velocidad mayor a 5 Mach) habrían alcanzado los mismos objetivos en tan solo 12 minutos, lo suficientemente rápido para acabar con el cabecilla terrorista.
El deseo de ser capaz de alcanzar cualquier lugar y hacerlo rápidamente ha llevado a la creación de un programa conocido como 'Ataque Global Inmediato', que los militares de EE.UU. iniciaron 2001. Los esfuerzos se han centrado en desarrollar el misil de crucero hipersónico X-51A encargado a un poderoso consorcio formado por la Fuerza Aérea de los EE.UU., Boeing, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA), la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio y Pratt & Whitney Rocketdyne, entre otros.
Rusia, China y la India también avanzan en el desarrollo de una tecnología similar, haciendo a varios analistas de defensa advertir que se avecina una carrera militar en 'Ataque Global Inmediato'.
Según algunos informes, la Armada estadounidense considera la posibilidad de desarrollar misiles hipersónicos lanzados desde submarinos.
Drones 'inteligentes' con licencia para matar
No obstante el enorme progreso en el desarrollo de drones, hoy en día los vehículos aéreos no tripulados son 'mudos' y requieren la intervención de operadores humanos. Sin embargo, la situación podría cambiar rápidamente, hasta convertir los drones en robots voladores 'con licencia para matar'.
Con los avances en la creación de una inteligencia artificial no se descarta que estos aparatos sean revestidos del poder de tomar decisiones 'independientes' que tengan implicaciones de vida o muerte.
Por supuesto, los vehículos no tripulados, siendo en esencia robots, no son inteligentes en el sentido humano de la palabra, ni son tan sensibles como nosotros. Pero el progreso en la potencia de cálculo está dando a estas máquinas un mayor conocimiento de la situación y adaptabilidad.
Como esas capacidades siguen mejorando, los drones podrían algún día convertirse en armas tipo 'dispara y olvida', con mucha mayor capacidad de atención y durabilidad que los seres humanos y capaces de detenerse en un blanco durante varias horas y tomar decisiones en fracciones de un segundo.
Por otra parte, las ventajas de dejar combatir a las máquinas que cuenten con las facultades de tomar decisiones de vida o muerte seguirán aumentando a medida que los costos asociados a la capacitación y retención de soldados sigan aumentando también (otra desventaja del uso de soldados 'vivos' es el factor sicológico de provocar indignación en la sociedad ante las muertes en combate de sus conciudadanos y el duelo de sus familias).
Dando a robots licencia para matar no sería más que el siguiente paso lógico en la naturaleza de la guerra, que se parece cada vez más a los videojuegos. Su despliegue añade otra capa de la distancia entre el autor de la violencia y su víctima, lo que disminuye el umbral sicológico para el uso de la fuerza.
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