La amenaza se ha concretado, y los congresistas de Estados Unidos han dejado sin fondos al Gobierno federal. Los empleados públicos se quedan sin sueldo (que recuperarán cuando se aprueben los presupuestos) y el país mantiene los servicios esenciales, garantizados a través de los planes de contingencia puestos en marcha esta madrugada. Los funcionarios trabajarán en control de fronteras, seguridad, política exterior, tráfico aéreo y otros servicios esenciales. Las pensiones y las ayudas sociales seguirán en marcha. No trabajarán los empleados de la administración (se han suspendido sesiones en el congreso), parque nacionales y otros servicios no esenciales. Las operaciones militares en el extranjero no se verán afectadas, y los soldados serán los únicos empleados públicos que cobren estos días, según un decreto de este lunes.
A modo de ejemplo, el 97% de las actividades de la NASA quedan suspendidas, incluida la cuenta de Twitter en la que informa del movimiento de asteroides. Eso sí, sus astrónomos seguirán escudriñando la galaxia en busca de estos molestos pedazos de roca. El cierre presupuestario no parece excusa suficiente para dejar de prepararse para el fin del mundo…
El cerrojazo del Gobierno no es grave para la economía o los mercados, pero si los dos grandes partidos no se ponen de acuerdo en elevar el techo de deuda durante este mes de octubre, Estados Unidos se asomaría a un terremoto financiero de consecuencias difíciles de predecir.
¿Por qué se ha cerrado el Gobierno?
El presupuesto federal necesita la aprobación parlamentaria de las dos cámaras del poder legislativo, y una de ellas (la Cámara de Representantes) está controlada por los republicanos. El ala derecha de este partido ha aprovechado esta baza para intentar tumbar la reforma sanitaria de Barack Obama, amenazando con provocar el cerrojazo. El partido demócrata no ha querido dar marcha atrás en uno de sus proyectos clave, y el enquistamiento político ha dejado sin fondos al Gobierno. En todo caso, dadas las características del sistema estadounidense, esto no es una novedad. Aunque el último cerrojazo data de 1996, entre 1976 y ese año se produjeron 17 cerrojazos, aunque muchos de ellos duraron solo un día.
¿Cuál será el efecto en la economía?
Ni fue el fin del mundo en estas 17 ocasiones anteriores, ni lo será esta vez. Entre 1995 y 1996, cuando Bill Clinton ocupaba el Despacho Oval, un bloqueo de tres semanas tuvo un impacto de 0,5 puntos en el PIB, según la oficina presupuestaria del Congreso.Credit Suisse calcula que un cierre de 22 días (como el de 1995) supondría un impacto de 0,2 puntos de PIB (la firma se basa en que el ciere afecte al 20% del gasto federal, es decir, entre el 2,5% y el 4% del PIB). La firma Macroeconomics Advisers ha calculado que un bloqueo de dos semanas con el 36% de los empleados en casa (como pasó entonces) restaría 0,3 puntos al PIB de Estados Unidos. Además, como los funcionarios recuperarán cobrar los salarios perdidos, también parte del crecimiento perdido y el consumo se recuperarán.
¿Y para la Bolsa?
El efecto será también escaso. Las firmas de inversión no recomiendan salir del mercado de valores y, de hecho, en las últimas sesiones, cuando el riesgo de cerrojazo era patente, los mercados han registrado movimientos de escaso calado. En las 17 ocasiones anteriores de cerrojazo, solo en seis la Bolsa cayó más del 2% (nunca más del 4,5%) y en otras ocho, de hecho, subió.
Entonces, ¿no hay problema?
El verdadero problema no es el cierre federal, sino el techo de deuda. Y que los legisladores hayan encallado una vez no es una buena señal. En Estados Unidos, el endeudamiento del Tesoro está limitado por ley, y para fijar un nuevo límite hace falta la aprobación parlamentaria, incluso cuando el mismo poder legislativo haya aprobado el presupuesto. Parte del partido republicano aún insiste en que el Gobierno debe retirar la reforma sanitaria para que se apruebe un aumento del techo de deuda. En cierto modo, el cierre federal es una escaramuza: la verdadera batalla se librará en las próximas semanas con el techo de deuda, donde la apuesta republicana es mucho más fuerte. Los efectos de no elevar el techo de deuda serían infinitamente más dañinos para la economía dado que condiciona cualquier desembolso federal. Incluidos los intereses de la deuda. Y que un país no paga estos intereses equivale a un catastrófico impago de la deuda.
¿Qué plazos hay para negociar el techo de deuda?
El 15 de octubre se liquidan subastas de deuda del Estado de tres, 10 y 30 años. Ese día probablemente se acabe el margen de maniobra del Tesoro: si se supera el techo de deuda, futuras emisiones tendrán que limitarse a refinanciar los vencimientos, sin incurrir en nuevo endeudamiento. El 1 de noviembre el Tesoro tiene que pagar a la Seguridad Social, los programas sanitarios y los programas de veteranos de guerra: un total de 67.000 millones de dólares que probablemente agoten las reservas de efectivo de la administración. A partir de entonces, el Tesoro podrá pagar sus facturas solo cuando reciba ingresos por impuestos. El día 15 de noviembre debe pagar 31.000 millones de dólares de intereses de deuda. Si no se abonan completamente, Estados Unidos estaría en situación de impago.
¿Podría darse una crisis del estilo de Lehman Brothers?
Para no caer en impago, el Gobierno puede optar por cancelar cualquier gasto y priorizar el pago de deudas e intereses por encima de todo. Pero aun así el caos estaría a la vuelta de la esquina, pues al mercado le preocupa tanto el impago como el riesgo de que suceda. Además, algunas emisiones de deuda (las que tienen pagos de intereses cercanos) estarían sujetas a un mayor riesgo que otras.
En otras palabras, aunque el Tesoro intentase por todos los medios no entrar en impago, el riesgo de que esto suceda expone al mercado a un gran terremoto: la deuda del Tesoro es el activo libre de riesgo más utilizado del mundo en operaciones de garantía, además de ser la referencia para los fondos de inversión y las carteras de activos de los bancos. En este escenario, la reacción de los inversores probablemente agravaría aún más los problemas a través de caídas en la Bolsa, posibles salidas de dinero de los fondos del mercado monetario y de renta fija. La banca se encontraría en sus balances con grandes cantidades de deuda en riesgo. El impago sería una catástrofe; como Lehman Brothers multiplicado varias decenas de veces. Pero en cuanto el mercado perciba el riesgo de que esto suceda, la maquinaria financiera empezará a griparse.
¿Detecta el mercado este riesgo?
Solo hasta cierto punto. En el mercado de CDS sobre deuda pública estadounidense el seguro de impago a dos años cotiza más barato que el seguro de impago a un año, una anormalidad que recoge la posibilidad de un impago parcial en el corto plazo. Además, el precio de estos seguros de impago ha subido con fuerza en las últimas semanas: el de dos años se ha más que duplicado, aunque sigue en niveles bajos. También en las letras se han invertido las rentabilidades, ofreciendo algunas letras a mayor plazo rendimientos inferiores a las de menor plazo. Son señales inquietantes, pero de momento en la Bolsa no se aprecia, ni mucho menos, tanta presión. Aunque el escenario sea catastrófico, precisamente por eso los inversores confían en que los legisladores lo eviten. En este sentido, el cierre del Gobierno es un arma de doble filo: por un lado ha enfangado aún más las relaciones entre demócratas y republicanos, pero por otro lado las tendencias de la opinión pública, que según las encuestas culpa a los republicanos del cierre, pueden dar fuerza a los sectores moderados y más prudentes de este partido.
¿Tiene medios Obama para evitarlo?
La opción antes citada; priorizar los pagos para pagar los intereses, es compleja por las implicaciones sobre el mercado. Pero también sobre la economía. Paul Krugman ha calculado que mantener el techo de deuda sin dejar de pagar intereses supondría recortes por valor de 600.000 millones (si se extrapolasen a un año fiscal entero), es decir, una dosis extra de austeridad. Además, los recortes no se determinarían según la relevancia del gasto que se elimina, sino de cuánto toca pagarlos; es decir, serían aleatorios, lo que desestabilizaría la economía
Existen otros mecanismos. El más directo es incumplir el techo de gasto por decreto, una medida que Bill Clinton asegura tuvo preparada: se trata de apelar a un artículo constitucional (la enmienda número 14, que garantiza la validez de la deuda pública de EE UU) argumentando que esta norma tiene mayor rango que el techo de deuda. La parte mala es que eso abriría una larga batalla judicial. Y hay alternativas exóticas, como una operación financiera con la Fed usando activos públicos como respaldo (proporcionaría liquidez durante un tiempo) o, la más extraña de todos, aprovechar un agujero legal que permite al Tesoro emitir monedas de platino y crear una moneda gigante con la que respaldar nuevos desembolsos. Ninguna de estas alternativas presenta un panorama halagüeño; lo más razonable sería que demócratas y republicanos se pusieran de acuerdo. Pero en política ni siempre impera el sentido común.
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