domingo, 29 de septiembre de 2013

Estados Unidos está dejando de ser una hiperpotencia mundial

La mayor preocupación de Estados Unidos es China. Por eso, EEUU fortalecerá su presencia militar en el Pacífico Sur y costas de Japón


Miguel Ángel Bastenier - Analista Internacional

Como todos los discursos solemnes Obama adjunta su parte de retórica irrelevante o indescifrable. Pero sus palabras pueden interpretarse como un velado reconocimiento de que EEUU ya no puede ni quiere estar en todas partes, que no puede ni quiere ser el gendarme universal. 

No habrá –o eso pretende Obama- más intervenciones exteriores tipo Irak o Afganistán, lo que deberían ser buenas noticias para Teherán. Pero si dijera eso sin ninguna nota al pie, o matización, sería como reconocer que EEUU se encierra en el aislamiento relativo que siguió a la Gran Guerra (1914-18), y la reputación internacional del país sufriría un grave deterioro. EEUU ya no puede resolver a su gusto los grandes conflictos de política exterior en los que se ve implicado, pero sin su concurso tampoco tendrían solución, por lo tanto vamos a comprobar cómo unos cuantos se quedan en la nevera por largo tiempo. EEUU solo va a reforzar su presencia militar en los mares asiáticos, Pacífico Sur y costas de China-Japón, al tiempo que, para castigar al enemigo en otras latitudes, recurrirá, si lo juzga necesario, a los drones, o equipos especializados en operaciones puntuales sin empleo masivo de tropas. 

La opinión norteamericana no es exactamente aislacionista porque si fuera gratis mandar en el mundo lo preferiría, pero lo que no quiere es pagar el precio de sangre que España sabía que había que pagar en los siglos XVI y XVII o Gran Bretaña en el XIX. Claro que, entonces, la opinión pública apenas existía y, por eso, era mucho más manejable. Washington entra en este comienzo del siglo XXI en una gran operación de ‘containment’: que las cosas no empeoren y que no tengan un coste insufrible en vidas y tesoro para el país. Ese es el EEUU de los últimos años de gobernación de Barack Obama, y presumiblemente sucesores.

La prueba del nueve

Oriente Medio, que en el caso del conflicto palestino-israelí es mejor llamar ‘Oriente Próximo’ (terminología francesa, que es donde se acuñaron inicialmente esas denominaciones) es la ‘prueba del nueve’ de que EEUU ha dejado o está dejando de ser la hiperpotencia mundial, como la llamaba el que fue ministro socialista francés de Exteriores, Hubert Vedrine, porque una potencia que hegemonizara el planeta habría necesariamente hecho mucho más de lo que Washington jamás intentó para resolver el conflicto entre árabes e israelíes, mientras que todos los gobiernos norteamericanos, incluido el de Obama, se han limitado a darle casi carta blanca a Israel, renunciando a una solución al menos relativamente equilibrada entre las partes. Ese fracaso acarrea consecuencias como el crecimiento de Irán en la zona, la ‘traición’ de Irak y su gobierno, inicialmente sostenido por los americanos, pero hoy tan antisraelí como el que más, y hasta en alguna medida la guerra siria, porque la eliminación del problema de Oriente Próximo habría dejado a Assad sin uno de sus grandes argumentos en que afianzar su legitimidad ante el mundo árabe: el apoyo a la causa palestina. 

Una ley de acero de esa hegemonía mundial es la de que la hegemonía no puede dejar que un conflicto se eternice por culpa de su pasividad ante el mismo. Y EEUU ha permanecido casi de brazos cruzados en este caso tratando de ‘contener’ el conflicto para que no empeore, que es exactamente lo que ha ocurrido, que se ha agravado porque las exigencias de la parte israelí han crecido proporcionalmente en lo relativo a la dominación de Cisjordania y Jerusalén-Este, que hoy reivindican en su casi totalidad. 

América Latina puede gritar 

Obama tiene una gran preocupación hacia el futuro: China. Y, efectivamente, América Latina no entra en sus prioridades. 

¿Acaso Evo Morales habría pedido un juicio internacional popular contra Obama, si América Latina siguiera siendo el patio trasero de EEUU? Lula fue Lula porque Washington ya no era Washington. Pero tampoco América Latina tiene la capacidad ni el interés de convertirse en un adversario o un problema para EEUU, por lo que se la puede dejar vociferar a gusto. 

Si el suministro de crudo venezolano no corre peligro, lo demás puede ser desagradable, y seguro que Evo Morales es sumamente malquerido en Washington, pero de importancia solo relativa. Tan solo una integración política de toda o casi toda América Latina, de lo que hoy no hay ni la más mínima posibilidad, podría hacer que Washington tuviera que volver a preocuparse del mundo iberoamericano. Y, por otra parte, si hablamos de materias primas, el África negra está deseosa de convertirse en el próximo gran proveedor de las democracias industrializadas de Occidente 


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