El secretario de Defensa estadounidense, Jim Mattis, en la base de la OTAN en Kabul, capital de Afganistán, en septiembre pasado. /AFP
5
15/12/2018 - 14:50
Hace 17 años, poco después de los devastadores atentados a las Torres Gemelas de Nueva York y al Pentágono de Washington que causaron casi tres mil muertos, Estados Unidos invadió Afganistán porque de allí consideraba que había partido la expedición terrorista ordenada por el “príncipe del terror”, Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda. El resultado es que los norteamericanos se han enterrado en la guerra más prolongada de su historia nacional, tras haber enviado hasta 150 mil soldados y gastado un billón (millón de millones) de dólares en una contienda que no pueden ganar. Muchos miles de muertos y heridos, la mayor parte de ellos civiles masacrados con los drones -aviones sin pilotos guiados electrónicamente desde Estados Unidos- son el saldo más directo de este prolongado conflicto bélico insensato.
Cuando llegó a la Casa Blanca hace dos años, lo primero que preguntó Donald Trump a sus generales fue: “¿Qué esperamos para irnos de ese infierno inútil?”. Los del Pentágono lograron convencerlo de que el precio de una salida desordenada seria terrible para Washington. Es más, Trump lanzó un ofensiva “para ganar la guerra” en octubre del año pasado y mandó 4000 tropas. Ahora son 15.000 los soldados norteamericanos en Afganistán, la mayor fuerza militar estadounidense en Oriente Medio.
Los resultados han sido un desastre. Los talibanes están a la ofensiva como nunca. Las tropas norteamericanas dieron varios pasos atrás en 2015, pasando del combate directo al soporte de entrenamiento y guia del ejercito afgano de 300 mil hombres. Ahora parten rumbo a EE.UU. muchos menos féretros cubiertos con la bandera nacional, pero siguen muriendo militares venidos de América.
El año 2018 ha reavivado los atentados talibanes en la capital Kabul y expandido el control del territorio por parte de los guerrilleros de los llamados “estudiantes de las escuelas del Corán”, que con la invasión de 2001 los estadounidense echaron del poder.
El apretón se ha hecho irresistible y las tropas del ejército afgano, que hacen la pata ancha para enfrentarlos, registran un promedio de mil muertos por mes. Demasiados para que se mantenga el nivel de reclutamiento para los jóvenes que ingresan en las fuerzas armadas nacionales para encontrar un trabajo tan riesgoso. Entre las bajas y los desertores, más los que eluden reemplazarlos, el número de soldados disminuye y el espíritu de combate cae estrepitosamente.
El presidente Trump, que había autorizado tanteos de negociación directa con los talibanes que se concretaron en Doha, la capital de Qatar, rompió los titubeos de lo militares del Pentagono y decidió dirigirse al hombre que tiene en parte las claves para iniciar una negociación: el primer ministro de Pakistán, Imran Khan.
Trump le mandó un mensaje directo pidiéndole “sostén y asistencia” para iniciar negociaciones. A cambio ofreció volver a partir en el difícil diálogo entre Washington e Islamabad tras las acusaciones de Trump a Pakistán de sabotear la paz debido a su influencia sobre los talibanes afganos. Hay una minoría de estos guerrilleros que son paquistaníes, también de la etnia pashtún.
Las tratativas iniciadas tres meses antes en Doha, Qatar, estuvieron a cargo por el lado norteamericno de Zalmay Khalil, un diplomático de carrera de origen afgano.
El problema que traba la negociación abierta entre los protagonistas verdaderos es que los norteamericanos sostienen que los talibanes deben negociar con el gobierno del president Ashrat Ghanin. Los estudiantes coránicos responden que ellos eran el gobierno legítimo de Afganistan hasta que la invasión norteamericana de 2001 los echó del poder y les hizo la guerra. La cuestión de fondo es la presencia de tropas extranjeras. El gobierno actual es un fantoche de EE.UU. sin legitimidad ni fuerza propia. Los talibanes no quieren negociar con ellos.
La carta de Trump al primer ministro paquistaní parece poner las cosas en claro, aunque es difícil que los norteamericanos no reclamen alguna presencia del gobierno afgano en las negociaciones. El presidente Ghani ha ya nombrado los 12 miembros de la delegación que debería participar de la próxima ronda de tratativas en Qatar.
El delegado norteamericano Zalmay Khalizad quiere avanzar rápido, lo que significa que Washington oficialice su presencia y no siga diciendo que su misión es asesorar al gobierno afgano, que carece de entidad. Según el jefe de la delegación de EE.UU. ha establecido como objetivo en abril del año que viene -y falta muy poco- la fecha para proclamar el fin de la guerra. Es más, los estudios de fuente norteamericana señalan que si Pakistán colabora en 2024 ya podría nacer con todas las de la ley y forrado con la imprescindible ayuda para reconstrir el país, un Afganistan independiente. Pero 2024 es una hipótesis sujeta a muchas variables. El camino, de todas maneras, va en la dirección de que Estados Unidos se retire pacíficamente con la garantía de los talibanes.
Así fue en 1989 cuando los rusos se retiraron de Afganistán tras una invasión para instalar un dictador fantoche comunista que tuvo lugar diez años antes. La expedición afgana de la entonces legendaria 40ª armada soviética contragolpeó hondamente en la misma existencia de la URSS, próxima ya a su disolución.
Los norteamericanos saben que los afganos no tolerarán otro arreglo que no sea la retirada completa de sus tropas. Dejarán un gobierno local asistido, que como otras veces será destruído por los mujahidines (combatientes) locales.
Afganistán es el país más indómito. En su larga historia, jamás aceptó el dominio extranjero. Ya hace dos mil años Alejandro Magno, que lo había conquistado, escribió a su madre sobre este pueblo “fiero de si mismo” y la imposibilidad de someterlo. Rusia y Gran Bretaña combatieron durante todo el siglo XIX el Gran Juego para controlar Afganistán y usarlo como cuña en las contiendas anglorusas por la influencia en la India colonia británica y las ambiciones expansivas de los rusos en Asia.
Estados Unidos parece haber aceptado por fin la lección de la historia; se apresta a un retiro que pone fin a su segunda y más larga guerra perdida, después de la histórica derrota en Vietnam
https://www.clarin.com/mundo/acorralado-guerra-afganistan-donald-trump-inicia-negociaciones-paz-taliban_0_CV9u9bDAT.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario