Motor: Algunos de los encargados del taller, frente al motor de un lince. - Foto: OTO
Las tropas españolas se mueven por los empedrados caminos de Koulikoro en vehículos lince, unos carros de combate cuyo precio ronda los 200.000 euros cada uno. Suman veinte en total, y los encargados de su mantenimiento son un pelotón de extremeños. El brigada Revuelta, el brigada Escudero, el sargento I Canitrot, el sargento Amores, el sargento Barbeitos, el cabo Blanco, el cabo Crespo y el cabo Celdera. "Lo peor es el calor y la humedad. Imagínate trabajar con cuarenta grados todos los días. Cualquier esfuerzo es el doble", explican.
En el taller, los soldados extremeños llevan el mantenimiento de todo el material de las tropas españolas, desde la mecánica hasta el armamento, las telecomunicaciones o la óptica electrónica, aunque el 95% del trabajo, dicen, lo copan los vehículos linces. "El horario no contempla que se trabaje los domingos, aunque se suele hacer todos los días. Cuando falla algo siempre hay gente aquí", explica el brigada Juan Carlos, que lleva 18 años de servicio en la base General Menacho de Bótoa. "Todo lo que se rompe aquí pasa por nuestras manos", aclara el sargento Amores. Y también señalan la principal avería a la que suelen hacer frente. "El aire acondicionado es fundamental. Dentro del carro pueden alcanzarse hasta los sesenta grados...", insisten.
El pelotón comparte el taller con alemanes y malienses, con los que han entablado una buena relación. "Lo raro, que no habíamos visto nunca, es que los de Mali lavan sus coches tres veces al día", comentan mientras ríen. El sargento I Mamadou Coulibaly, de las tropas locales, ya se maneja entre ellos con gran habilidad. Eso sí, para entenderse suelen hacerlo con gestos y hablando una mezcla de español, francés e inglés. "Una vez nos hacía falta un poco de harina, que se nos había acabado, y Coulibaly fue al pueblo y volvió con dos sacos", recuerdan. "Yo estoy muy agradecido a las tropas españolas, que han venido a trabajar con nosotros", dice el sargento maliense.
Ya quedan pocos días para el regreso de los extremeños a casa. "Son muchos meses fuera. Ya tenemos ganas de ver a las familias", explican. Las herramientas permanecen recogidas en los estantes y ya cuentan las horas para volver. Pero en los meses que han pasado entre linces no han olvidado su vocación: son soldados. "Trabajamos en el taller. Pero cuando ha habido alertas, hemos cogido el fusil y nos convertimos en militares", finalizan.
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