Los rusos, los más eficaces en sus raids aéreos contra el EI en Siria
“Los zorros usan muchos trucos. Los erizos, sólo uno. Pero es el mejor de todos.” Erasmo de Rotterdam
Domingo, 4 de octubre de 2015, 11:28
Recuerdo que, cuando en 1.945, los EE.UU de América lanzaron su primera bomba atómica sobre la localidad japonesa de Hiroshima se produjo una gran controversia acerca de la oportunidad de tal medida, especialmente a causa de que el ejército japonés estaba ya al borde de la rendición y era evidente que, un último esfuerzo del ejército norteamericano, hubiera conseguido la rendición de sus adversarios en unos pocos meses de mantenerse la presión bélica sobre las islas niponas. Se le recriminó a Harry S. Truman el que hubiera utilizado un arma tan poderosa, capaz de destruir la vida de 167.000 personas para justificar el no poner en peligro la de los soldados americanos. La segunda bomba sobre Nagasaki añadió 80.000 personas más al número de víctimas de las armas atómicas, lo que no contribuyó a que cesaran las críticas al ejecutivo norteamericano por usar, indiscriminadamente, la potencia nuclear contra militares y civiles.
A pesar de todo y de la consternación creada en muchas naciones, aquel acontecimiento paso, los japoneses se rindieron y se consiguió restablecer la paz que, durante casi seis años, había sido perturbada por una de las guerras más sangrientas conocidas de todos los tiempos, la conocida como la II Guerra Mundial (1.939-1.945). Han transcurrido desde entonces 70 años, durante los cuales han tenido lugar infinidad de guerras, tragedias, matanzas, golpes de Estado, genocidios y otras calamidades semejantes que, principalmente, se han producido en naciones ubicadas en África, Oriente Medio, Asia, América del Sur y en algunas naciones de Europa impulsadas, principalmente, por problemas étnicos e identitarios o por causas de límites fronterizos.
La llamada Primavera árabe trajo la inestabilidad al Norte de África y, de ella, se han derivado numerosos conflictos que han producido, amén de otras consecuencias nefastas, el avivamiento de los viejos conflictos religiosos derivados del islamismo belicoso y fanático, que han conseguido poner en marcha una nueva “guerra santa” que, en esta ocasión, quizá por graves errores cometidos por Occidente, ha adquirido una inusitada violencia y se han extendido, peligrosamente, por naciones como Irak, Siria, Libia o Yemen, que amenazan con extenderse hacia Europa si no se le pone un rápido remedio. Es obvio que, lo que se ha llevado a cabo hasta ahora, por las naciones de la UE y los propios EE.UU, para acabar con la amenaza de los yihadistas no ha sido suficiente y la prueba está en las grandes avalanchas de migrantes que huyen de la zona afectada, aterrorizados por los métodos expeditivos empleados por los afiliados a DAES o ISIS, que todas estas denominaciones les cuadran a los terroristas sanguinarios que, para librarse de sus enemigos en los países que han venido ocupando, no dudan en descabezar a sus prisioneros y violar y convertir en esclavas sexuales a las mujeres de las que se apoderan.
El hecho es que, cuando occidente y una parte de las naciones árabes se han decidido a intervenir en esta guerra, que ya estaba dando muestras de ser ganada por los criminales del EI; se han limitado a enviar aviones para bombardear aquel territorio. Pero, con la preocupación que siempre les ha caracterizado de no “excederse” o “herir sensibilidades”, han convertido la acción de los aparatos de guerra que intervienen en el conflicto en una especie de campaña llena de limitaciones, ya que tienen prohibido bombardear zonas civiles o zonas de hospitales o zonas donde existan escuelas, lo que limita los ataques a los supuestos objetivos militares que, para estos terroristas sin escrúpulos, no son precisamente los lugares en los que se ocultan, se refugian o utilizan para instalar sus máquinas de guerra que, como es fácil colegir, son precisamente los hospitales, iglesias, colegios etc. que es donde se consideran seguros.
Han tenido que llegar los rusos, con sus generales y su armamento, para enseñarles al resto de contendientes, americanos y europeos, que una guerra es algo muy malo, que en ella hay daños colaterales que no pueden evitarse y que, si uno quiere ganar tiene que atenerse a las normas militares, estén donde estén los objetivos militares y conseguir acabar con ellos. Tres días de bombardeos de los aviones rusos han servido para demostrar, a quienes pensaron que conseguirían salvarse escondiéndose bajo las faldas de las mujeres, que en una guerra de verdad contra quienes se caracterizan por no respetar las leyes de la guerra ni la Convención de Ginebra, no se puede andarse con miramientos y concesiones al adversario.
El Estado Mayor del Ejército ruso, a través de sus servicios de inteligencia, ya ha anunciado que: cientos (más de 600) de yihadistas, verdaderamente asustados y temerosos por sus vidas, huyen en desbandada de sus escondites y posiciones. Según el general ruso Andrei Kartapólov, subjefe del Estado Mayor, en tres días se han llevado a cabo más de sesenta vuelos y destruido 50 objetivos del EI; añadiendo que los ataques han sido constantes durante las 24 horas del día. Como es natural, a los americanos y al resto de países europeos no les ha sentado bien que los rusos les dieran una lección de eficacia y les hayan enseñado que, en ciertas ocasiones, el prolongar la duración de la guerra, como en esta ocasión, no es necesariamente la mejor manera de salvar las vidas de los civiles, vista la forma con la que tratan los terroristas a toda la población civil que cae en sus manos, a la que o asesinan o esclavizan.
Todos sabemos que el señor Bashar el Asad, es uno más de los dictadores de Oriente Medio, ni más ni menos que otros muchos con los que nadie se mete, y que tiene sobre sus espaldas muertes y torturas de aquellos que se opusieron a su etnia. Pero nadie puede ignorar que, en estos momentos, cuando las avanzadillas del EI amenazan apoderarse de naciones tan importantes como Siria e Irak, como primer paso para después emprender el resto de la invasión que tienen prevista para hacerse con el norte de África, El Ándalus (España) que, para ellos, les fue robada por los conquistadores españoles, Los Reyes Católicos, y ahora les corresponde a los musulmanes reconquistarla; es un personaje necesario, pues es el único que tienen un ejército organizado, que dispone de personas afectas y que, una parte importante de los sirios, sigue respaldándole.
Dado que ninguna nación quiere enviar soldados de a pie, en un gesto más de la inseguridad en la que están instalados los gobernantes europeos, temerosos de que las bajas en el frente les pudieran causar problemas con unos ciudadanos que, en su mayoría, son pacifistas, sin tener en cuenta que no vivimos en un mundo de ángeles, por mucho que existan muchos que pretendan ignorarlo. Es obvio que, si se envían aviones o drones para intentar acabar con el enemigo terrorista, no cabe más que bombardear donde fuere necesario para que, el único régimen que, hoy por hoy, tiene nominalmente la autoridad en el territorio sirio es el del señor Bashar el Asad que, cuando se venza a los yihadistas será el que deberá emprender la restauración del país. Entonces pueden, las naciones que intervienen en esta operación, imponerle las condiciones que consideren oportunas para seguir apoyando económicamente tanto a Siria como a Irak, exigiendo que se celebren elecciones libres y democráticas. Hasta entonces, los que aplican la medicina adecuada para este problema son, sin duda, los rusos del señor Putín.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos que el señor Obama, con todo el poder bélico de que goza su nación, está haciendo el ridículo ante una operación rusa que lleva todas las trazas de ser mucho más efectiva que todas las que, hasta ahora, han llevado a cabo los de la coalición de occidente.
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