(defensa.com) El bombardero supersónico B-1B Lancer cumplirá treinta años en servicio (la primea entrega se produjo el 29 de junio de 1985), adaptándose al cambiante espacio de batalla y entrando en la era digital con nuevas modernizaciones. La última actualización consta de tres mejoras fundamentales en una estación de batalla integrada, como una plataforma de ataque. Se están instalando pantallas completamente digitales en la cabina de pilotaje y conectado a una red de comunicaciones globales, elevando la agilidad y el conocimiento de la situación. Este avión recientemente ha lanzado un número record de bombas guiadas de precisión durante un despliegue de seis meses en Oriente Medio, como parte de la Operación Inherent Resolve. Hizo una transición de bombardero nuclear a convencional en los años noventa y se modificó en la pasada década para realizar misiones de apoyo aéreo cercano.
El Rockwell B-1 LancerN 1 es un bombardero estratégico cuatrimotor con ala de geometría variable, fue concebido inicialmente en los años 1960 como un bombardero supersónico con suficiente alcance y capacidad de carga como para reemplazar al Boeing B-52 Stratofortress, finalmente en los años 1980 se desarrolló principalmente para incursiones a baja cota, con largo alcance y capacidad de vuelo supersónico a gran altitud.
En julio de 2014, la Fuerza Aérea de Estados Unidos (USAF) ponía en marcha un concurso para adjudicar el proyecto “LRS-B”, con el que pretende dotarse de un nuevo bombardero de largo alcance que reemplazará buena parte de la flota actualmente operativa. El nombre de la firma encargada del proyecto debería hacerse hará público en la primavera de 2015. El Pentágono habría publicado una solicitud de propuesta para la industria (RFP) el 9 de julio del pasado año, en la que se especifica que el ganador de la licitación fabricará entre 80 y 100 nuevas aeronaves.
Este nuevo bombardero estratégico, según se detallaba, deberá hacer gala de “una alta capacidad de de supervivencia en escenarios de enfrentamiento nuclear y convencional, además del ataque directo con la carga de armamento”. Los dos candidatos a hacerse con este suculento acuerdo serían Lockheed Martin (que se ha asociado con Boeing para la puja) y Northrop Grumman. Se espera que las primeras unidades comiencen a estar operativas a mediados de la próxima década, en torno a 2025. El objetivo propuesto desde la Fuerza Aérea es el de reemplazar a los 76 B-52H y a parte de los bombarderos Rockwell B-1B, mientras que las 20 unidades del B-2 complementarán a los bombarderos del nuevo proyecto.
En la nota emitida por la USAF en su momento, se subraya que la llegada del avión es “esencial para las capacidades futuras de EEUU”, en un proyecto que podría complementarse también con el desarrollo de un nuevo UAV especializado en labores de vigilancia y reconocimiento desarrollado por Northrop Grumman. El proceso de desarrollo de investigación del proyecto es una realidad desde el comienzo del año fiscal de 2013, cuando se asignaron 359 millones de dólares para el programa junto a otros 914 millones que están previstos en el presupuesto de la USAF para el próximo año fiscal.
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