La reciente visita del ministro de Exteriores saudí, Saúd al Faisal, a Moscú, donde se reunió con su homólogo ruso, Serguei Lavrov, ha tenido pocos resultados más allá de un acuerdo para establecer un grupo de trabajo dirigido a la cooperación contra el terrorismo.
Sin embargo, varias indicaciones señalan que las dos partes no lograron alcanzar un consenso importante en varios temas, y, en especial, en la crisis de Siria y los esfuerzos rusos para celebrar una conferencia de paz sobre esta cuestión a principios del año que viene.
Faisal no logró el principal objetivo de su visita, que era el de intentar una vez más que los rusos abandonaran al presidente Bashar al Assad. Rusia está también irritada por las maniobras saudíes de mantener el petróleo a un precio bajo, lo cual supone un daño para su economía. Esta política saudí ha sido vista por algunos analistas como un intento saudí de presionar y perjudicar a Irán y Rusia por su apoyo a Siria.
Según diversas informaciones, estaba previsto un encuentro entre Faisal y el presidente ruso, Vladimir Putin, pero éste al final no tuvo lugar debido a la falta de acuerdos en las conversaciones entre el ministro saudí y Lavrov. El comunicado final de la visita se limita a decir que ambas partes trataron asuntos regionales e internacionales de interés común.
Rusia ha resistido siempre los intentos saudíes de crear una división entre Moscú y sus aliados, y en especial Siria. Un anterior encuentro entre el príncipe Bandar bin Sultan y Putin, realizado hace dos años, terminó de forma desastrosa cuando el primero amenazó al presidente ruso con el uso del terrorismo checheno contra los pasados Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi.
Los saudíes sienten ahora un creciente aislamiento internacional por sus políticas extremistas en temas como Siria, el programa nuclear de Irán y otros. Las relaciones con Washington no atraviesan su mejor momento y las disputas con Turquía y Qatar, e incluso con los Hermanos Musulmanes, han dejado entrever lo ridículo de los intentos de Riad de erigirse en representante del “mundo sunní”. De hecho, el régimen saudí es extremadamente impopular en la calle árabe.
Rusia, por su parte, ha situado en varias ocasiones a Arabia Saudí en una posición embarazosa al pedir decisiones internacionales que vayan dirigidas a poner fin a la financiación del terrorismo y al apoyo político, mediático o incluso religioso a los grupos terroristas takfiris que actúan en Siria e Iraq. Los rusos quieren que Arabia Saudí firme los tratados y convenciones que prohíben el apoyo al extremismo y si ese país acaba por hacerlo, ello reducirá sus opciones en lo que respecta al apoyo a movimientos extremistas y a su utilización como instrumentos de su política.
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