miércoles, 19 de marzo de 2014

Los últimos militares ucranianos en Crimea se convierten en «fuerza de ocupación»

MIKEL AYESTARAN




La rapidez con que las autoridades de Crimea tratan de sellar la anexión a Rusia choca con el estatus quo a las puertas de bases militares como la de Perevalne. Los soldados ucranianos del campamento A-2320 de la 36 Brigada de Infantería Mecanizada llevandos semanas cercados por «los hombres de verde», las fuerzas enviadas por Rusia sin distintivos en sus uniformes. En las últimas horas, los militares ucranianos se han convertido en «un Ejército ocupante», según los miembros de las fuerzas de autodefensa que vigilan el acceso principal. A diferencia de lo ocurrido en otras partes de esta península, la base no se ha rendido, aunque tras el referéndum han arriado la bandera nacional de la puerta principal.

«Tienen tres opciones. Si quieren quedarse en Crimea deben jurar lealtad a las nuevas autoridades o colgar el uniforme, pero también son libres de irse a Ucrania», asegura Alexander Bogachov, veterano de Ejército Rojo reconvertido en miembro de las fuerzas de «autodefensa». Bogachov cree que «todo se solucionará de forma pacífica en un plazo máximo de dos días». Las palabras de este hombre, que se presenta como uno de los héroes que participó en las tareas de limpieza de Chernóbil en 1986, son «órdenes» del presidente del Legislativo crimeo, Vladímir Konstantínov.

«Trabajarán en un ejército serio, con un buen salario y servirán a Rusia»En una mañana de intensa actividad política, además de formalizar la independencia de la península y aprobar la entrada en circulación del rublo, Konstantínov aseguró que llevará a cabo un proceso de «reorganización normal» del Ejército y señaló que los militares ucranianos que quieran quedarse en la península «tendrán la oportunidad de trabajar en un ejército normal, serio, cobrar un buen salario y servir a nuestra patria».

Esta promesa debe ahora cruzar los muros de bases como Perevalne. Algunos de los miembros de la «autodefensa» están nerviosos por la falta de respuesta de los militares ucranianos y arremeten contra la prensa internacional. En cuanto se da un paso más allá de lo que estima oportuno, el hombre del brazalete rojo no tarda en irrumpir al grito de«dejad de pisar nuestra tierra crimea». Muy cerca, pero como si la historia no fuera con ellos, los «hombres de verde» siguen con su labor de cerco perfectamente pertrechados.

El campamento de tiendas de lona rodeadas de vehículos de transporte de tropas continúa en su sitio. Un soldado ucraniano irrumpe en mitad de la escena y pasa entre los cordones de seguridad sin dirigir la mirada a sus vigilantes. Rusia ha conquistado Crimea sin pegar un solo tiro ymuchos militares se sienten humillados porque «nuestro papel es el de animales de zoo», nos confesó un oficial al comienzo de la crisis.

El presidente interino de Ucrania y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Alexander Turchínov, ya adelantó cuando se produjo el despliegue de fuerzas regulares e irregulares rusas que «no podemos involucrarnos en una operación militar en Crimea, pues así dejaríamos sin efectivos la frontera este y Ucrania no sería protegida, y los militares rusos esperan que eso ocurra».
Falta de medios

La distancia entre Kiev y Simferópol aumenta cada día. Mientras las autoridades regionales hablaban de disolver las unidades militares ucranianas, el ministro de Defensa ucraniano, Igor Teniuj, que no ha ocultado en ningún momento su incapacidad de hacer frente a la ocupación por la falta de medios, afirmó que «los militares desplegados en Crimea permanecerán allí». Mensajes contradictorios que suman aún más incertidumbre al presente de miles de uniformados que esperan órdenes para saber qué será de sus vidas.

El teniente coronel Alexei Manzepa, portavoz de las Fuerzas Armadas, consultado por vía telefónica, sigue los acontecimientos con incertidumbre desde Kiev y el único mensaje que puede dar a sus compañeros es que «somos militares y cumplimos órdenes. Si nos ordenan retirarnos, nos retiraremos, si la orden es disparar, dispararemos». Una orden que no termina de llegar y alarga el asedio a las bases que siguen resistiéndose a entregarse a las nuevas autoridades.
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