Juan Pablo Duch
A
l margen de sus implicaciones geopolíticas –y de la polémica de si es posible renunciar a los compromisos adquiridos tan sólo porque otros lo hacen–, Rusia consumó la anexión de Crimea en un contexto de verdades y mentiras, la realidad adaptada a conveniencia.
Desde el punto de vista histórico, los rusos consideran Crimea parte de su territorio, la mayoría de los habitantes de la península votaron en favor de la adhesión a Rusia y ejercieron su legítimo derecho a la libre determinación.
A partir de estos hechos incuestionables los medios para justificar la anexión dejan mucho que desear.
Que Nikita Jruschov regaló Crimea a Rusia. En 1954 nadie protestó por ser un cambio intrascendente dentro de un mismo país, la Unión Soviética. Además, resultó para Ucrania una carga (energía eléctrica, agua potable, etc.) por el estado de devastación en que se encontraba la península después de que Iosif Stalin lanzó toda su ira contra los tártaros –mujeres, ancianos y niños también– que él considerabacolaboracionistas.
Que Rusia siempre quiso recuperar Crimea. Un año después de la disolución de la Unión Soviética, el entonces presidente ruso, Boris Yeltsin, a la pregunta de qué hacemos con Crimea, formulada por su homólogo ucranio, Leonid Kravchuk, respondió: Quédense ustedes con Crimea. No nos interesa.
Que Rusia no puede ignorar la libre determinación de los crimeos. ¿Y aceptaría acaso que los habitantes de Köningsberg, Kaliningrado, tras ocupar el ejército soviético la capital de Prusia Oriental en 1945 decidieran en referendo si quieren volver a ser parte de Alemania?
Que hubiera sido una traición no acudir en ayuda de Crimea. Pidió ayuda un gobernante impuesto por militares rusos con uniformes sin distintivos.
Que Rusia no se comprometió a respetar la integridad territorial de Ucrania. Lo hizo en varios documentos a cambio de que ésta le entregara las armas nucleares emplazadas en su territorio.
Que la población rusohablante estaba en peligro por los ataques de neonazis y antisemitas. En 60 años de pertenencia a Ucrania no se produjo un solo asesinato por esos motivos en Crimea y, salvo la estupidez de querer prohibir el ruso como idioma oficial en Ucrania, no hubo ahora otro signo de acoso.
Que los fascistas son de las regiones occidentales. Muchos de los miembros del minoritario grupo Pravy Sector (Sector de Derecha), que sin duda merece ser proscrito, igual que sus dirigentes, son originarios de las regiones del este y rusohablantes.
Que los resultados del referendo son contundentes. Es obvio que la mayoría de los habitantes de Crimea apoya la idea de formar parte de Rusia, pero también es evidente que no son el 97 por ciento.
No tiene caso continuar la lista de distorsiones que es muy extensa y, para todo efecto práctico, Crimea ya es parte de Rusia y Sebastopol seguirá siendo la base de su Flota del Mar Negro.
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