Por: Fabián Calle
A ya casi 13 años del fatídico 11 de septiembre y su correlato de miles de muertos y heridos, la estructura original de Al Qaeda ha sido diezmada, incluyendo al propio Bin Laden en su refugio en Pakistán. Durante ese mismo lapso de tiempo, la red no logró articular otro megaatentado de este tipo en territorio de los EEUU o de sus principales aliados. No obstante, una mirada más atenta de la herencia de esa Al Qaeda “vintage” nos mostraría una panorama menos lineal y alentador.
Organizaciones armadas que se declaran herederas de esa matriz religiosa-ideologica de sunismo extremista son actores centrales y crecientes de devastadoras guerras civiles en Siria, Irak y de manera incipiente en el Líbano. Con sus uniformes negros y banderas verdes, los militantes filo Al Qaeda del ISIS y grupos afines han llevado a cabo la friolera de casi 70 atentados con autos y camiones bombas en sólo los últimos 30 días en Irak. Así como la ocupación a sangre y fuego de ciudades cargadas de historia y simbolismo cómo Falluja (bastión sunnita que resistió el avance de los EEUU durante 2003-2004). En el caso sirio, el ISIS ha tomado una gravitación central en la lucha contra el régimen deAssad pero al mismo tiempo ha exacerbado choques internos con grupos laicos, religiosos moderados y kurdos que pelean por desplazar del poder al clan de la minoría alawita (corriente minoritaria del islam con vínculos históricos con el shiísmo y que sólo es mayoría en Irán e Irak). En otras palabras, una guerra civil dentro de otra guerra civil.
Este entramado de religión, historia e intereses geopolíticos, es el marco dentro del cual tanto los EEUU como sus rivales de Irán han encontrado algunos temas de agenda en común que quizás estén ayudando a un cierto acercamiento para resolver la temática del programa nuclear persa anunciado a fines del 2013. No casualmente en las últimas semanas el gobierno shiíta de Irak ha recibido anuncio de asistencia militar por parte de Washington yTeherán. En el primer caso, Bagdad comenzará a contar con sofisticados misiles aire-tierra hellfire, nuevas partida de aviones para combate de contrainsurgencia y la posibilidad cierta de que vehículos aéreos no tripulados sumamente sofisticados que el Pentágono tiene desplegados en Jordania intensifiquen su acción de vigilancia, control y ataque en suelo iraquí.
En el mismo sentido, los iraníes han formalizado públicamente su voluntad de ayudar con armas y asesores para potenciar la capacidad de su aliado en el combate a los partidarios de Al Qaeda y otros grupos extremistas sunnis. Tanto los medios políticos y periodísticos de los EEUU e Irán no dejan de señalar las supuesta complicidad de actores poderosos en Arabia Saudita, Kuwait, otros emiratos sunnis del Golfo Pérsico y aún en la misma Turquía en potenciar estas facciones que se declaran seguidoras de las enseñanzas de Bin Laden y sus mentores políticos-religiosos.
Esta “enemigo en común” que tienen la superpotencia americana y los ayatollahs, sin relaciones diplomáticas formales entre sí desde 1979, también parece haber influido en la reticencia de la administración Obama para incursionar militarmente sobre Assad y su estructura de poder luego del ataque con armas químicas sobre población civil. A las dificultades ciertas para conseguir el respaldo suficiente en el Congreso, que formalmente Obama no necesitaba para proceder pero que optó por buscar, se sumó esta activa y ascendente presencia del ISIS en el triángulo Irán-Siria-Líbano. Asimismo, desde hace tiempo desde la academia y los ámbitos de debate geopolíticos americanos se viene insistiendo en moderar la dependencia vis a vis de Arabia Saudita (ni qué decir del turbulento Egipto) y ampliar las cartas u opciones teniendo canales de diálogo con Irán.
Cualquiera que haya visto la taquillera película Argo, que muestra la ingeniosa y osada operación de la CIA para rescatar a media docena de funcionarios americanos de ese país del Medio Oriente en 1979, podrá entender las dificultades de esta reaproximación. No obstante, no cabría sorprenderse ni descartarlo. Como enseñan los manuales del realismo en las relaciones internacionales, no hay amigos ni enemigos permanentes para los Estados sino intereses a resguardar. Esta misma lógica, a miles de kilómetros de esta trama que estamos abordando, se desarrolla una progresiva cooperación entre los EEUU y nada menos que la Vietnam comunista. Protagonistas de una larga y sangrienta guerra entre 1962 y 1975 que deparó más de 50 mil muertos americanos y 2 millones de muertos vietnamitas, hoy ven mutuamente con preocupación el ascenso del poder de China.
En otras palabras, como suele ocurrir en la historia del hombre y sus unidades políticas, el siglo XXI viene quizás a desandar parte del listado de amigos y enemigos la década de los 70 del siglo pasado. A mayor escala aún, el inicio del 1900 deparó la transmutación del mismísimo Reino Unido de receloso rival de los EEUU, quema de la Casa Blancaincluida en 1812, en un fiel y activo aliado. Para los que prefieren la historia clásica, los bandos mortalmente enfrentados en la impactante y sangrienta película “300“, o sea Persia y Esparta miles de años atrás, serían pocas décadas después aliados en la destrucción del imperio ateniense.
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