Traducido para Rebelión por Germán Leyens
¿Planifica realmente Israel un ataque contra Irán, o son pura grandilocuencia las declaraciones sobre la posibilidad de un ataque preventivo contra el programa nuclear de Teherán? ¿Significa el comentario “siempre estaré a su lado” respecto a Israel del presidente Obama que EE.UU. se sumará a un ataque? ¿Qué pasará si el ataque no cumple sus objetivos, un resultado predicho prácticamente por todos los analistas militares? En ese caso, ¿podrían los israelíes ante la perspectiva de una guerra interminable recurrir a lo impensable: las armas nucleares?
Semejantes preguntas casi parecen extrañas cuando Irán y los negociadores del P5+1: EE.UU., China, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania, parecen avanzar en la solución de la disputa respecto al programa nuclear de Teherán. Y sin embargo, el hecho mismo de que un acuerdo negociado parezca posible podría provocar otra guerra en Medio Oriente.
Una peligrosa alianza se está formando en la región, uniendo a Israel con Arabia Saudí y las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo, juntando así la riqueza casi ilimitada de los reyes árabes del petróleo con el poderoso y avanzado ejército israelí. Dividida por la religión y la historia, esta confederación de extraños compinches está unida por su implacable hostilidad hacia Irán. La reducción de tensiones es un anatema para los que quieren aislar Teherán y sueñan con una guerra como matrona de un cambio de régimen en Irán.
La seriedad de este impulso hacia la guerra depende de cómo se interpreten diversos eventos estrechamente relacionados durante los últimos tres meses.
Primero fue el anuncio de la nueva alianza que también incluye al gobierno militar de Egipto. Fue seguido por la noticia de que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) estaban comprando misiles y revienta-búnkeres estadounidenses por 10.800 millones de dólares. Luego, a mitad de octubre, Israel realizó juegos de guerra que incluyeron reabastecimiento en el aire de aviones de guerra, esencial para cualquier ataque de bombardeo a larga distancia. Y finalmente, la revista Der Spiegel reveló que Israel está armando sus submarinos de la clase Dolphin, suministrados por Alemania, con misiles crucero con ojivas nucleares.
¿Ruido de sables? Tal vez. Ciertamente una parte sustancial de la comunidad militar y de inteligencia israelí se opone a una guerra, aunque se opondría menos si incluyera a EE.UU. como aliado.
Los opositores a un ataque contra Irán incluyen a Uzi Arad, exdirector del Consejo Nacional de Seguridad y dirigente del Mossad; Gabi Ashkenazi, exjefe de estado mayor de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) [Ejército israelí]; Ami Ayalon y Yuval Diskin, exjefes de Shin Bet; Uzi Even, excientífico sénior del programa nuclear de Israel; Ephraim Halevy, exjefe del Mossad; Amnon Lipkin-Shahak y Shaul Mofaz, exjefes del estado mayor de las FDI; Simon Peres, presidente israelí; Uri Sagi, exjefe de la inteligencia militar y Meir Dagan, exjefe del Mossad, quien califica sin tapujos la propuesta de atacar Irán de “la cosa más estúpida que he oído en mi vida”.
El Mossad es la agencia de inteligencia exterior de Israel, casi como la CIA estadounidense. Shin Bet es responsable de la seguridad interior, como en el caso del FBI y el Departamento de Seguridad Interior de EE.UU.
Sin embargo, un ataque israelí contra Irán tiene apoyo en el Congreso de EE.UU. y de numerosos exfuncionarios del gobierno de Bush. El exvicepresidente Dick Cheney dice que la guerra es “inevitable”.
Pero los halcones belicistas estadounidenses tienen pocos seguidores entre los militares de EE.UU. El exsecretario de Defensa, Robert Gates, dice que “semejante ataque haría que un Irán con armas nucleares sea inevitable” y “resultaría catastrófico y nos perseguiría por generaciones en esa parte del mundo”. El exvicepresidente del Estado Mayor Conjunto, el general James Cartwright, dijo al Congreso que EE.UU. tendría que ocupar Irán si quería acabar con el programa nuclear de ese país, una tarea sobre la que prácticamente todos están de acuerdo en que sería imposible.
En entrevistas en el otoño de 2012, el periodista y autor Mark Perry estableció que la inteligencia de EE.UU. había formulado con bastante detalle las diversas opciones que los israelíes podrían utilizar en un ataque. No sería probable que alguna de ellas afecte el programa nuclear de Irán durante más de un año o dos.
Israel simplemente no cuenta con recursos para una guerra contra Irán. Podría destruir tres o cuatro instalaciones nucleares –se piensa que incluirían la planta de agua pesada de Arak, centros de enriquecimiento de Fordow y Natanz y la planta de conversión de uranio de Isfahan– pero gran parte de la industria nuclear de Irán está ampliamente dispersa. Y las bombas revienta-búnkeres de Israel no son capaces de destruir instalaciones a gran profundidad y fuertemente reforzadas.
Israel no sería capaz de sustentar una campaña de bombardeo a largo plazo porque no tiene suficientes aviones, o el tipo requerido. La mayor parte de su fuerza aérea son cazas F-15 y cazabombarderos F-16 hechos en EE.UU., aviones demasiado frágiles para mantener una prolongada campaña de bombardeo y demasiado pequeños para cargas de munición realmente pesada.
Por supuesto Israel también podría utilizar sus misiles de medio y largo alcance Jericho II y Jericho III, más misiles crucero lanzados desde submarinos, pero esas armas son caras y de suministro limitado. Todas pueden, sin embargo, portar ojivas nucleares.
Pero como un funcionario del Comando Central de EE.UU. dijo a Perry: “Ellos [los israelíes] tienen un disparo, una vez. Eso quiere decir un tiro hacia afuera y un tiro de vuelta. Y eso es todo”. El Comando Central, o CENTCOM, controla las fuerzas militares de EE.UU. en Medio Oriente.
Numerosos oficiales militares estadounidenses piensan que los israelíes ya saben que no pueden vencer a los iraníes, pero una vez que los proyectiles comiencen a volar, Israel calcula que EE.UU. tomará parte. “Todo este asunto sobre ‘líneas rojas’ y plazos es solo la manera israelí de intentar conseguir que digamos que cuando ellos comiencen a disparar nosotros comenzaremos a disparar” dijo el almirante retirado Bobby Ray Inman a Perry. Inman se especializó en inteligencia durante sus 30 años en la Armada.
Actualmente hay legislación ante el Congreso que urge exactamente eso y Obama dijo que EE.UU. “siempre estará junto a Israel”. ¿Pero significa eso que las fuerzas estadounidenses se involucrarían directamente? Si dependiera de los militares de EE.UU. la respuesta sería “no”. El teniente general Robert Gard dijo a Perry que aunque los militares estadounidenses están comprometidos con Israel, ese compromiso no es un cheque en blanco. El apoyo de EE.UU. es “para que puedan defenderse. No es el caso si pueden iniciar la III Guerra Mundial”.
Los sondeos indican que, aunque la mayoría de los estadounidenses tiene un punto de vista favorable hacia Israel y desfavorable hacia Irán, se opone a sumarse a un ataque israelí contra ese país.
Eso podría cambiar si los iraníes trataran de cerrar el estratégico Estrecho de Ormuz por el que pasa la mayor parte del petróleo de Medio Oriente, pero Irán sabe que eso provocaría la participación de EE.UU., y a pesar de todas sus propias bravatas, Teherán nunca ha mostrado una tendencia suicida. Y además, Irán necesita ese estrecho para sus propias exportaciones de petróleo. Según la mayoría de los analistas militares estadounidenses, incluso si EE.UU. participara solo postergaría la bomba iraní unos cinco años.
¿Qué pasará si Israel ataca –tal vez con algunas pequeñas contribuciones de las fuerzas aéreas de Arabia Saudí y de los EAU– e Irán se atrinchera como hizo después de la invasión iraquí en 1980? Esa guerra duró ocho largos años.
Es probable que Irán no pudiera detener un ataque inicial, porque a los israelíes les sería bastante fácil vencer a la artillería antiaérea iraní, y su fuerza aérea despacharía rápidamente cualesquiera cazas iraníes que fueran suficientemente insensatos para enfrentársele.
Pero Teherán encontraría una manera de devolver el golpe, tal vez con ataques de misiles de largo alcance contra centros de población israelíes o instalaciones energéticas cruciales en el Golfo. Israel también podría atacar ciudades iraníes, pero sus aviones no están configurados para ese tipo de misión. En todo caso, los bombardeos nunca han llevado a la rendición de un país, como descubrieron las potencias aliadas y del eje en la II Guerra Mundial, y como lo demostraron los vietnamitas y laosianos a EE.UU.
Lo mejor que los israelíes podrían lograr es llegar a un punto muerto y la esperanza de que la comunidad internacional intervenga. Pero no existe ninguna garantía de que Irán aceptase un alto el fuego después de ensangrentado, ni de que hubiera unanimidad para actuar en el Consejo de Seguridad de la ONU. La OTAN podría tratar de participar, pero la Alianza está profundamente afectada por la experiencia afgana y el público europeo está profundamente dividido en cuanto a una guerra con Irán.
Una guerra prolongada terminaría por agotar la economía de Israel, para no hablar de sus fuerzas armadas y su población civil. Si se desarrollara ese escenario, ¿podría sentir israel la tentación de utilizar su arma definitiva? La mayor parte de la gente da un salto atrás ante la mera idea del uso de armas nucleares, pero los militares las consideran simplemente una flecha en el arco. India y Pakistán han estado a punto de utilizarlas por lo menos en una ocasión.
Incluso es posible que Israel –a falta de sus propias armas revienta-búnkeres– pudiera decidir utilizar pequeñas armas nucleares de bajo rendimiento en un ataque inicial, pero parece poco probable. La línea trazada en agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaki se ha mantenido durante más de 60 años. ¿Pero si Israel concluyera que se vería atrapado en una guerra eterna que podría amenazar la viabilidad del Estado podría sentirse tentado a cruzar esa línea?
La condena sería prácticamente universal, pero no sería la primera vez que la mentalidad de cerco de Israel lo condujera a ignorar lo que piensa el resto del mundo.
Una guerra con Irán sería catastrófica. Si se añaden armas nucleares, se pondría un punto final al Tratado de No Proliferación Nuclear. Dentro de una década, docenas de países tendrían armas nucleares. Nos veríamos ante un mundo espeluznante.
© 2013 Foreign Policy in Focus
Publicado el 8 de noviembre 2013 por Focal Points Blog
Conn Hallinan es columnista en Foreign Policy In Focus. Pueden leerse sus trabajos en dispatchesfromtheedgeblog.wordpress.com y middleempireseries@wordpress.com
rCR
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