domingo, 17 de noviembre de 2013

El petróleo brasileño y la desestabilización de Bolivia








El 12 de noviembre la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) publicó en Londres el informe Perspectivas para la energía mundial, en el que prevé que la demanda de energía crecerá un tercio hasta 2035, por la expansión del consumo de China, India y Medio Oriente. Entre muchos temas, el informe aborda las diferencias regionales en los precios de la energía y cómo ese factor puede frustrar el crecimiento de las economías.

El país estrella del informe es Brasil, al que dedica un capítulo asegurando que está a la vanguardia en exploración en aguas profundas y en energías que no provienen de los hidrocarburos, por sus vastos recursos hidroeléctricos. Adelanta que para 2035 Brasil se convertirá en un importante exportador de petróleo y un importante productor mundial de energía, siendo responsable de un tercio del crecimiento de la oferta mundial de petróleo.

La agencia internacional estima que los recursos de Brasil son abundantes y diversificados, donde conviven las energías renovables y los mayores descubrimientos de petróleo mundiales en la última década. Según las estimaciones de la IEA, coincidentes con los proyectos anunciados por Petrobras, la producción de petróleo de Brasil crecerá de los 2.2 millones de barriles diarios actuales a 4.1 millones en 2020 y a 6.5 millones en 2035, lo que lo colocará como el sexto productor mundial.
No queda ahí la potencialidad de la energía brasileña. La IEA asegura que para 2035 Brasil será responsable de 40 por ciento del comercio global de biocombustibles, ya que cuenta con tierras suficientes para expandir sus cultivos de caña de azúcar para etanol, que cubrirán un tercio de la demanda interna de combustibles para el transporte. Brasil ya es líder mundial en energías renovables y está en camino de duplicar su producción de combustibles renovables para 2035, dice el informe, hasta el equivalente de un millón de barriles diarios de petróleo.

Hacer realidad esas proyecciones impone gigantescas inversiones para la extracción en agua profundas, de alrededor de 60 mil millones de dólares anuales. Este año Petrobras instaló nueve plataformas marítimas e invirtió cerca de 50 mil millones de dólares. La agencia de energía calcula que para 2035 Petrobras será líder global, con 60 por ciento de la extracción mundial de petróleo en aguas profundas. De ese modo, Brasil es el único miembro de los BRICS que combina una potente industria, un enorme sector agroalimentario y elevada producción de energía, que lo hacen menos vulnerable que, por ejemplo, China.

¿Qué piensan hacer el Pentágono, el Comando Sur y el sector financiero de Estados Unidos ante esta situación que, de hecho, desafía la hegemonía de la superpotencia en la región? No lo sabemos con exactitud, pero todo apunta a una creciente desestabilización de Venezuela y de otros países que son claves para rodear a Brasil de conflictos, tal como se está haciendo para intentar frenar a China y Rusia.

Un reciente editorial de The Wall Street Journal devela algunos objetivos no declarados pero plausibles. En su columna semanal la editorialista Mary Anastasia O’Grady se pregunta: ¿Bolivia es el nuevo Afganistán? (The Wall Street Journal, 27 de octubre de 2013). El editorial es alucinante y resultaría hilarante si no fuera porque fue publicado en uno de los diarios más influyentes del mundo, que refleja la visión de las élites del sector financiero y del sector más belicista de las fuerzas armadas.

El país andino se convirtió en un centro del crimen organizado y en un puerto seguro para los terroristas, reza en el subtítulo. Recuerda que luego de la ocupación soviética Afganistán se convirtió en una incubadora del crimen organizado, siendo un lugar propicio para personas como Osama Bin Laden. Algo parecido puede estar ocurriendo en Bolivia. El gobierno es un defensor de los productores de cocaína. La presencia iraní está creciendo. Agrega que Evo Morales y Álvaro García Linera “comenzaron a construir un narcoestado cuando llegaron al poder en 2006”.

El editorial coloca supuestas informaciones al lado de afirmaciones dignas de una agencia de espionaje: Irán puede haber financiado total o parcialmente la construcción de una nueva base de entrenamiento militar de la Alba en la región de Santa Cruz. No hay nada que avale ese puede, más que el hecho de que la embajada iraní en La Paz tendría muchos funcionarios.

La columna de la semana siguiente fue contra Brasil y su puro teatro al denunciar el espionaje estadunidense. “El apoyo a Cuba –sostiene O’Grady– coloca a Brasil en el lado equivocado de la geopolítica” (The Wall Street Journal, 3 de noviembre). Siempre puede pensarse que se trata de afirmaciones de una persona poco seria y, quizá, como sugiere la revista NACLA, casi delirantes. Pero O’Grady no es cualquier persona que escribe en un pequeño diario de provincias. Trabajó durante una década en la financiera Merrill Lynch e integra el selecto consejo de redacción del diario de mayor circulación en Estados Unidos.
¿Será un delirio pensar que ciertos sectores de poder están pergeñando operaciones mucho más ambiciosas que las que derribaron a Manuel Zelaya y a Fernando Lugo, ex presidentes de Honduras y Paraguay? Imposible saberlo con precisión, pero vale recordar que uno de los puntos nodales de la estrategia de Estados Unidos para mantenerse como superpotencia consiste en impedir el nacimiento de potencias regionales que puedan disputarle su lugar dominante.

Analistas brasileños admiten que la estrategia del Pentágono consiste en ejercer presión sobre las fronteras de Brasil convirtiendo a sus vecinos en Estados fallidos, categoría en la que pueden colocar en el futuro a países como Bolivia, y quizá Argentina, Paraguay y hasta Uruguay con la excusa del tránsito de drogas (Defesanet, primero de noviembre). Estamos transitando un periodo de cambios que incluye convulsiones de todo tipo. Es necesario prepararnos para afrontarlas.

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