martes, 18 de julio de 2017

Uralvagonzavod: viaje al centro de la historia

Por Antonio Rondón, enviado especial

Ekaterimburgo, Rusia, 15 jul (PL) Visitar la histórica fábrica Uralvagonzavod es como viajar en la máquina del tiempo a la Gran Guerra Patria (1941-1945) para ver en acción al tanque T-34 y luego regresar al presente de la modernidad en el ejército ruso.



El conglomerado fue fundado en 1933 como un elemento formador de ciudades (goradoabrazuiushi) en el medio de la taiga siberiana con el propósito de aprovechar las potencialidades de la industria metalúrgica de la ciudad de Ekaterimburgo.

Muchas personas enjuiciadas por diferentes vías y motivos, los jóvenes reunidos en brigadas de choque y pobladores de otras partes de Rusia se dieron cita en una obra de gran sacrificio como todo lo relacionado con la dura Siberia rusa.

Quizás para aquella época pocos pudieron imaginar que la fábrica construida por cuatro años para producir vagones ante los planes de llevar los ferrocarriles como venas del cuerpo por toda Rusia, pudiera convertirse en un complejo militar.

La fabricación de los primeros prototipos de tanques se iniciaron en la Unión Soviética a la par de la construcción de Uralvagonzavod, a partir de modelos británicos, los pioneros en utilizar esa maquinaria en la primera conflagración mundial.

Pero los ingenieros soviéticos pasaron al movimiento del nuevo tipo de armamentos mediante esteras, en lugar de hacerlo con ruedas, casi en el momento de iniciarse la II Guerra Mundial, en una fábrica de tanques en Moscú.

Uno de los modelos con seis torres, al menos tres de ellas pequeñas, y con una tripulación de 12 personas, fue un intento fallido, sobre todo, por la dificultad para dirigirlo.

El blindaje de apenas cinco o seis milímetros era demasiado ligero, incluso para los parámetros de finales de la década de 1930.

Pero la agresión e invasión del ejército nazi en 1941, obligó a trasladar la fábrica y su personal especializado al lejano y frío Nizhni Taguil, donde las máquinas de producción empezaron a trabajar, antes de tener techos y paredes.

La urgencia de la guerra aceleró el avance tecnológico y de diseño que dio paso al legendario T-34. De más de 30 mil fabricados durante la Gran Guerra Patria, 25 mil salieron de las plantas instaladas en Nizhni Taguil.

Poder entrar al interior del TU-34 fue como viajar en la máquina del tiempo y sentir como aquellas tripulaciones protagonizaron acciones heroicas, defendieron, sufrieron, resistieron, liberaron y vivieron la emoción de la victoria.

La victoria dejó a la Unión Soviética fuera del alcance de cualquier otro ejército por mucho tiempo, pero la producción de Uralvagonzavod se puso en función de la defensa nacional y de la liberación de otros pueblos.

Más de 70 países aprendieron a valorar las ventajas de la tecnología militar rusa con sus modelos T-55, T-62, el T-72, con récord por ser uno de los tanques más vendidos en el orbe, para concluir el viaje en el tiempo en el T-90, también modernizado.

Ahora Uralvagonzavod (UVZ) produce bajo la sombrilla del conglomerado estatal Rostec, con una tarea tan difícil como lo que tuvo la fábrica en la Gran Guerra Patria: avanzar en la conversión tecnológica en favor de las necesidades civiles.

Los casi 29 mil trabajadores de las UVZ deberán, más allá de la remanente producción de vagones, llegar a un 50 por ciento de su producción total, destinada a las demandas civiles.

Rostec se plantea una misión ambiciosa, demandada por el presidente Vladimir Putin, de poner su base tecnológica en función de lo civil.

En la exposición Innoprom, Uralvagonzavod presentó su nuevo modelo de buldócer para trabajos complejos, en el cual aplica parte de sus logros en la fabricación de tanques, el último de los cuales, el Armada, con muchas preguntas pendientes.

Para garantizar una producción sin tropiezos, UVZ crea condiciones para la atención social de sus trabajadores, con al menos dos centros de rehabilitación y diagnóstico, instalaciones deportivas, equipos de hockey y una casa de cultura.

De hecho, el conglomerado fabril recupera una práctica de la época soviética conocida como shejavat, es decir, cada planta de la fábrica apadrina a un objeto social (jardín infantil, escuela, policlínico u otras instalaciones).

La máquina del tiempo muestra ahora una ciudad que respira a partir del trabajo de una fábrica que ya la historia le dio su debido lugar en el orgullo del pueblo ruso.

oda/to


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