Atahualpa Amerise
Seúl, 7 dic (EFE).- Corea del Norte llevó a cabo en 2016 dos ensayos nucleares y redobló sus lanzamientos de misiles, lo que ha puesto en duda la efectividad de las sanciones de la ONU a la hora de poner coto a la creciente amenaza militar del régimen de Kim Jong-un.
La mañana del 6 de enero la tierra tembló al noroeste del país. Un seísmo de unos 5 grados de magnitud sacudió los alrededores de la base de Punggye-ri como consecuencia de una prueba atómica, la cuarta de Corea del Norte tras las de 2006, 2009 y 2013.
Pyongyang aseguró haber detonado esta vez una bomba de hidrógeno, aunque expertos pusieron en duda esta versión al creer que se trató de un híbrido entre un dispositivo atómico de fisión y uno termonuclear. La explosión, en todo caso, puso en evidencia los peligrosos avances del programa de armas nucleares norcoreano.
Mientras la comunidad internacional decidía el modo de castigar al régimen de Kim Jong-un, éste lanzó al espacio el 8 de febrero un cohete que puso en órbita un satélite espacial, acción considerada el ensayo encubierto de un misil de largo alcance capaz de alcanzar territorio continental estadounidense.
Esto sirvió para romper vínculos definitivamente con Corea del Sur, que ordenó el cierre del complejo industrial de Kaesong, último proyecto económico bilateral entre ambos países.
La reacción del Consejo de Seguridad de la ONU llegó en marzo con la resolución 2270, que exige a los estados miembros aplicar duras sanciones comerciales para ahogar la economía de Corea del Norte y con ella su programa de misiles y armas nucleares.
Los castigos incluyen, entre otros, la inspección obligatoria de cargamentos, restricciones en la exportación de materias primas, embargo del comercio de armas ligeras, prohibición de venta al país de combustible aeroespacial y sanciones financieras sobre individuos, entidades y activos norcoreanos.
Los efectos que la resolución 2270 ha causado de momento en la economía norcoreana siguen siendo objeto de debate, ya que los diferentes informes elaborados han mostrado conclusiones dispares. En todo caso, el programa de armas atómicas y misiles evolucionó a pasos agigantados el resto del año.
En plena etapa de tensión durante los meses posteriores a las sanciones, a las constantes pruebas de misiles de corto alcance se sumó el primer lanzamiento con éxito de un misil balístico desde un submarino en agosto.
Además, el Ejército Popular norcoreano puso a prueba en varias ocasiones -aunque solo en una de ellas con éxito- su nuevo misil de medio alcance Musudan, especialmente temido ya que se dispara desde lanzaderas móviles, lo que dificulta su detección previa en caso de conflicto.
Como culmen, el régimen de Kim Jong-un realizó el 9 de septiembre su quinta prueba nuclear, más potente que las anteriores.
Esta vez aseguró haber probado con éxito una cabeza atómica lista para acoplarse a los misiles de su abundante arsenal, lo que de ser cierto supondría el definitivo y más temido avance del país en tecnología militar.
Corea del Sur y EE.UU. amenazaron con más sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que en estos momentos prepara una nueva resolución.
Corea del Norte ha justificado sus progresos militares a la necesidad de asegurar una firme autodefensa frente a la que considera "política hostil" de Estados Unidos, que mantiene 28.500 tropas en Corea del Sur y realiza frecuentes maniobras militares en la región.
La administración de Barack Obama ha mantenido la postura de no sentarse a negociar con Corea del Norte hasta que dé pasos concretos hacia la desnuclearización, mientras Pyongyang ha exigido dialogar sin condiciones previas, por lo que la comunicación entre ambas partes se halla bloqueada.
En este sentido, algunos expertos creen que la llegada de Donald Trump al poder podría suponer un punto de inflexión en las relaciones bilaterales, ya que el magnate llegó a plantear durante su campaña la posibilidad de reunirse con el líder Kim Jong-un y renegociar los acuerdos de defensa con sus aliados en la región. EFE
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