Durante el final de la campaña electoral en Estados Unidos, el presidente ruso Vladimir Putin suspendió los ataques aéreos rusos contra los yihadistas que ocupan el este de Alepo para evitar todo incidente que pudiese favorecer la elección de Hillary Clinton. Pero la OTAN aprovechó esa coyuntura para tratar de enviar refuerzos desde Idlib a los yihadistas del este de Alepo.
A pesar de hallarse entre dos fuegos, atacados simultáneamente por los refuerzos yihadistas provenientes de Idlib y los yihadistas del este de Alepo, los combatientes del Hezbollah lograron mantener sus posiciones en el oeste de Alepo e impedir la ruptura del cerco.
Impresionados por esa hazaña, representantes de las fuerzas armadas rusas solicitaron un encuentro con el Hezbollah para estudiar sus métodos de lucha. Un primer contacto entre los rusos y el Hezbollah libanés había tenido lugar en ocasión de la batalla de Deraa.
Como resultado de este segundo encuentro, las técnicas de lucha del Hezbollah serán incluidas en los programas de estudios de las academias militares rusas y se establecerá una coordinación entre las fuerzas armadas rusas y la resistencia libanesa.
Aunque tardío, este acercamiento podría acabar teniendo un efecto en Líbano, donde reside el jefe regional de la diplomacia rusa, Alexander Zasypkin, y en Irán, cuyos vínculos con el Hezbollah se han distendido últimamente.
Rusia no mantiene actualmente ningún contacto permanente con los partidos políticos libaneses, exceptuando únicamente el Partido Democrático del príncipe Talal Arslane –aliado del Hezbollah. Por el momento, la influencia sobre la vida política libanesa está compartida entre Arabia Saudita, Estados Unidos, Francia e Israel.
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