Equipos de rescate que operan en zonas rebeldes sirias denunciaron este martes un ataque con gases tóxicos perpetrado con un helicóptero cerca del lugar donde un aparato ruso fue derribado el pasado lunes. Al menos 30 vecinos de Saraqib, una ciudad al sur de Alepo, fueron hospitalizados con síntomas de asfixia por inhalación de gases tóxicos y quemaduras en los ojos, denunciaron los conocidos como Cascos Blancos. El Gobierno sirio también acusa a los rebeldes de gasear el casco histórico de Alepo donde habrían muerto cinco civiles.
Fotografía facilitada por la Agencia Siria de Noticias (SANA) que muestra a varios combatientes de la oposición siria detenidos por el Ejército en Alepo. EFE
Gas cloro o bertholita es lo que habría lanzado la aviación rusa sobre la población Saraqib, la ciudad más cercana a la zona donde, el lunes, murieron los cinco tripulantes de un helicóptero ruso. Así lo denuncian los rescatadores de la Defensa Civil Siria, conocidos popularmente como los Cascos Blancos que, aunque sin poder asegurarlo al cien por cien, creen que, por el olor que desprendía el lugar atacado, ese sería el gas tóxico que, nada más producirse el bombardeo cerca de la medianoche, habría causado a numerosos vecinos dificultades para respirar y cuadros de asfixia.
Algunas televisiones árabes mostraron imágenes de los habitantes de Saraqib huyendo, turnándose para utilizar máscaras antigas y a los servicios médicos de la ciudad colapsados por las víctimas del bombardeo, algunas con amputaciones. Los Cascos Blancos evacuaron al hospital a unas 30 personas que, según médicos citados por medios locales, además de traumatismos presentaban síntomas de envenenamiento por gas y derrames por quemaduras en los ojos.
Pero esta información fue desmentida por el Kremlin cuyo portavoz Dimitri Peskov se limitó a decir que son "acusaciones infundadas" y que no tenía conocimiento de como se están llevando a cabo las operaciones.
El helicóptero, un Mi-8 utilizado para el transporte, pero que también está diseñado para llevar artillería, fue derribado, según la versión oficial, en un lugar controlado por el Frente de Conquista del Levante —el antiguo Frente al Nusra— cuando regresaba de lanzar ayuda a la asediada población de Alepo.
También se registraron duros combates en el casco histórico de Alepo, frente a la ya muy dañada Gran Mezquita Omeya —declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO— donde, según la agencia de noticias del Gobierno sirio, cinco civiles habrían muerto y otros ocho habrían resultado heridos también por un bombardeo con armas químicas, esta vez atribuido a los rebeldes.
Precisamente al sur de esa ciudad, las fuerzas del régimen intensificaron los bombardeos para contener la ofensiva lanzada por varios grupos opositores sirios, entre los que se encuentran también los antiguos socios de al-Qaeda, que ahora tratan de abrir una línea de abastecimiento a través del distrito de Ramusa hacia los barrios del este de la ciudad sitiados por las tropas gubernamentales.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos denuncia que al menos 30 civiles, la mayoría mujeres y también algunos niños, habrían muerto en los bombardeos de las últimas horas sobre Alepo. Entre ellos, Qusai Abtini, un joven actor de 14 años que se había convertido en una estrella de la pequeña pantalla en las zonas rebeldes y al que conocían como Abu Abdo, por el personaje que interpretaba en una popular serie cómica de televisión local rodada en Alepo.
Según los altos mandos militares rusos, 800 rebeldes —en su terminología terroristas— habrían muerto desde que el pasado domingo comenzara la ofensiva de los diferentes grupos contra las tropas leales a El Asad en Alepo. Muchos de ellos, miembros del rebautizado frente al-Nusra que contaría con unos 5.000 hombres armados centrados en abrir la brecha en el suroeste de la ciudad.
Huida de civiles
En la guerra de propaganda mediática en la que también están enfrascados los combatientes en Siria, los grupos rebeldes mostraron un vídeo de lo que dicen es el bombardeo deliberado, por parte de las tropas gubernamentales, del Hospital Omar Bin Abdul Aziz, uno de los más grandes de Alepo. En las imágenes, grabadas por las cámaras de seguridad, imposibles de verificar, pueden verse varios impactos directos contra las instalaciones médicas y cómo los pacientes y el personal sanitario tratan de huir como puede.
En la otra cara de la moneda, de nuevo imágenes de insurgentes entregando las armas —esta vez ataviados con pantalones militares y cubriéndose la cara— y familias saliendo por los siete corredores humanitarios que, según el Gobierno, ya están operativos para evacuar a los civiles del este de la ciudad.
La televisión pública siria mostró a decenas de familias saliendo de esos barrios. Grupos de mujeres y niños exhibiendo fotografías del presidente Bashar El Asad hacían el signo de la victoria y a los que los soldados del régimen entregaban paquetes de ayuda básica, proporcionaban asistencia médica y posteriormente trasladaban en mini caravanas de la universidad de Alepo hasta los centros de acogida del Gobierno.
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