Al frente de Deimos Sky Survey, Noelia Sánchez Ortiz es la mujer española que más sabesobre como localizar, perseguir y cazar los residuos que vuelan a cientos y miles de kilómetros de altura de la superficie terrestre Actualmente dirige un equipo que escruta la bóveda celeste para atrapar al vuelo los casi invisibles fragmentos espaciales
Noelia Sánchez-Ortiz
POR JUAN PONS: Durante más de 15 años, Noelia Sánchez Ortiz, ingeniera aeronáutica, ha centrado su actividad profesional en estudiar y definir sistemas para localizar y vigilar la evolución de la basura que viaja por el cosmos. Ahora es la máxima responsable de Deimos Sky Survey (DeSS), una división de Elecnor Deimos Space, la empresa tecnológica del Grupo Elecnor.
“Se trata de chatarra… pero peligrosa y abundante”. Los trozos más grandes y pesados “se quemarán durante su reentrada en las capas altas de la atmósfera y, en muy pocos casos, caerán sobre los océanos o zonas despobladas”.
Pero la mayoría de los objetos más pequeños “seguirán dando vueltas y más vueltas alrededor de la Tierra por los siglos de los siglos” ─subraya Sánchez-Ortiz─ y eso representa un verdadero peligro para los satélites”. La amenaza es especialmente importante para los ingenios que facilitan nuestras comunicaciones y que, por ejemplo, nos permiten ver en directo por televisión los grandes acontecimientos deportivos que se llevan a cabo en los distintos continentes.
El espacio es enorme pero las órbitas en donde se sitúan los satélites son muy pocas, lo que supone que existe mucha concentración de artefactos. Y si tenemos en cuenta que hay catalogados del orden de 16.000 trozos de chatarra espacial de 10 centímetros, alrededor de 600.000 de entre 10 y 1 centímetros y “millones si hablamos de milímetros”, los riesgos son evidentes.
“Viajando a la velocidad de 7 km/s, es decir, a la impresionante cifra de 25.200 km/h, lachatarra espacial es más peligrosa que una bala”, recalca Sánchez-Ortiz. El impacto de un minúsculo fragmento metálico sobre un satélite en funcionamiento puede averiarlo para siempre o incluso destruirlo.
Y la destrucción de un satélite en el espacio provoca más problemas: miles de fragmentos de todos los tamaños imaginables. Eso fue lo que ocurrió con el satélite ruso Cosmos 2251, que en 1993 recibió un impacto fortuito que rompió el satélite en nada menos que 1.668 pedazos.
En Estados Unidos, el país que cuenta con el mayor número de satélites en el espacio, laFuerza Aérea cuenta con una red mundial de sensores que elabora un catálogo de acceso público. Denominado TLE (Two Line Element), este catalogo contiene alrededor de 17.000 objetos localizados, pero “tiene sus limitaciones”, subraya Sánchez-Ortiz. “Está incompleto, la información orbital que ofrece no es precisa y no facilita las dimensiones de los objetos catalogados”.
La labor de Sánchez-Ortiz y su equipo es vigilar la bóveda celeste mediante tres potentes telescopios ópticos situados en lo alto del puerto de Niefla, en el Parque Natural del Valle de Alcudia y Sierra Madrona (Ciudad Real).
Su trabajo consiste en localizar el mayor número posible de fragmentos que deambulan por el cosmos, definir las trayectorias, analizar los riesgos de colisión que representan para los satélites y alertar a sus propietarios y a las organizaciones internacionales de las medidas a tomar.
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