domingo, 24 de abril de 2016

Aeronaves suicidas y gasolineras volantes: los drones de combate del futuro

El X-47B en pleno vuelo. (Foto: USAF)

Los aviones sin piloto ya son normales en las operaciones militares, a gran o apequeña escala: como aparatos de reconocimiento, ya sea de alcance intercontinental o para ver por encima de la colina, pero también como elementos de ataque capaces de destruir un blanco al que han estado siguiendo durante horas. También hay desactivadores mecánicos de explosivos o centinelas robot que vigilan puntos clave o incluso patrullan fronteras. Existen programas en marcha para desarrollar francotiradores robóticos voladores, tanques automáticos e incluso barcos autónomos para localizar (y hundir) submarinos.

Pero el verdadero potencial de los robots y aparatos teledirigidos para cambiar el aspecto de la guerra no está ni en el reconocimiento ni en el reemplazo de algunas de las funciones que hoy llevan a cabo humanos sino en la posibilidad de que con sus nuevas capacidades provoquen cambios sustanciales en el modo de hacer la guerra. Algunas de las máquinas que se están probando, o que acaban de entrar en servicio, prometen que las batallas futuras serán radicalmente diferentes a las actuales en muchos aspectos. Mucho menos 'Terminator' y mucho más guerra en Red.


El Reaper es uno de los drones más utilizados por el ejército de Estados Unidos. (Wikipedia)
Minas en el cielo: los drones kamikaze

A finales del pasado mes de marzo un autobús de ‘voluntarios’ armenios en la disputada región de Nagorno Karabaj fue atacado por el ejército de Azerbaiyán;el ataque aéreo causó más de media docena de víctimas. Lo interesante de esta escaramuza en una región altamente volátil fue el tipo de munición empleado. Según un vídeo que circuló tras el ataque, se trató del primer uso en combate de un nuevo tipo de arma: una bomba merodeadora de fabricación israelí llamada Harop. Es un avión sin piloto pero de características muy peculiares, puesto que está diseñado como kamikaze: capaz de mantenerse durante horas sobrevolando el campo de batalla vigilando los movimientos enemigos hasta que se le ordena estrellarse contra ellos y volarlos con su cabeza de 23 kilos de explosivo.

El IAI Harop estándar tiene 2,5 metros de largo y 3 metros de envergadura, utiliza un motor de hélice impulsor y está optimizado para la misión de atacar las defensas aéreas del enemigo (SEADS), para lo cual es capaz de detectar y encaminarse contra radares u otras fuentes de emisión de radio, incluso de modo autónomo. También puede ser dirigido por un operador desde tierra, que puede usar sus sensores electroópticos para localizar blancos, atacar a cualquier ángulo y abortar el ataque en cualquier momento.

Harop (también llamado Harpy 2) tiene una persistencia de hasta 6 horas en el aire y un alcance de hasta 1.000 km, y es capaz de regresar a su base y aterrizar por sí mismo en caso de no localizar un blanco. Puede lanzarse desde un contenedor especial que se puede montar en vehículos de tierra o en barcos y está diseñado para ser poco visible para los radares enemigos, lo cual unido a su tamaño relativamente pequeño hace que sea difícil de detectar. Existe una versión optimizada para la misión SEADS (Harpy NG) y otra miniaturizada para uso táctico (Green Dragon).


El IAI Harop es un dron kamikaze. (Wikipedia)

Este aparato es un buen ejemplo del tipo de operaciones que serán posibles en el futuro contra blancos terrestres o aéreos: nubes persistentes de drones relativamente económicos (en comparación con el coste de un avión tripulado de combate, un buque de guerra o incluso un tanque) que actúen como ‘campos de minas voladores’, impidiendo el movimiento en determinadas áreas o a través de según qué líneas. Su persistencia y la capacidad de reacción inmediata cuando detecten una intrusión o se cumplan sus parámetros de ataque hacen de este tipo de municiones ‘persistentes’ una nueva forma de combate capaz de modificar sustancialmente la situación en un campo de batalla. Sobre todo si se les dota de la capacidad de decisión autónoma que al menos Harop y Harpy NG tienen en sus misiones antirradar, o de sistemas de maniobra y ataque de tipo ‘enjambre’ si se utilizan contra aviones en vuelo.
Interferencias en red, drones miniatura

Claro que los aviones de combate pueden no ser tan vulnerables como pudiera parecer ante este tipo de amenazas, sobre todo si pueden desplegar sus propias flotas de minidrones para protegerse y atacar a los adversarios. En junio de 2015 un F-16 estadounidense demostró el lanzamiento en vuelo de drones miniatura Perdix desde sus tubos de lanzamiento de bengalas. 


Parecen bricolaje casero, pero los drones Perdix son tecnología punta del ejército de Estados Unidos.

Los Perdix han sido desarrollados por un reducido y secreto grupo de investigación del Pentágono llamado Oficina de Capacidades Estratégicas (SCO), se fabrican por medio de impresoras 3D a partir de kevlar y fibra de carbono, pesan menos de medio kilo y alimentan su pequeño motor con baterías de litio. Una vez lanzados en contenedores del tamaño de una lata de refrescos despliegan un paracaídas y se reconfiguran para iniciar el vuelo autónomo; cuando se lanzan varios de ellos son capaces de establecer contacto entre sí y organizarse en un enjambre. Durante las maniobras, en junio de 2015, la USAF lanzó al menos 150 de estos minidrones.

Sus capacidades reales son secretas, pero es probable que tengan que ver con la guerra electrónica. Disponer de decenas de emisoras capaces de comunicarse entre sí fuera del avión permitiría desde crear falsos blancos por medio de la interferencia con los radares enemigos hasta refinar las soluciones de tiro de los radares propios, aumentar su alcance o bloquear las comunicaciones del adversario. Las posibilidades son múltiples y la capacidad de lanzar los minidrones sin modificar los sistemas ya instalados en el avión hace que se puedan desplegar con efectividad y rapidez; algo muy típico de los productos de la SCO, que ha trabajado en conceptos como la adaptación de misiles antiaéreos para la misión antibuque o el avión arsenal caracterizados por este reaprovechamiento de capacidades y plataformas ya existentes.
Todos contra los submarinos

Los submarinos, con su capacidad de ocultarse bajo las aguas y esquivar los sensores del enemigo, son la plataforma furtiva por excelencia. Silenciosos y letales, están equipados tanto para darle un susto a un grupo de portaaviones (los chinos lo hicieron con el Ronald Reagan el pasado octubre) como para lanzar misiles sin previo aviso ni posibilidad de evitarlo o para recoger información o mandar comandos a la costa sin que nadie se entere. La variedad de misiones que llevan a cabo y su efectividad al cumplirlas los hace extremadamente útiles y provoca que se dediquen muchos recursos a desarrollar nuevas formas de detectarlos y destruirlos.

Una apuesta cuyo premio es infinito cuando hablamos de los submarinos de misiles balísticos (SSBN) , esas máquinas de destrucción masiva creadas para disuadir de un ataque nuclear con su promesa de venganza de ultratumba. Los drones y robots, por supuesto, no iban a quedar al margen de este tipo de caza. Hay varios programas y aproximaciones muy diferentes al mismo objetivo: encontrar y cazar submarinos.

Hay varios programas y aproximaciones muy diferentes en la robótica bajo el mar pensados para encontrar y cazar submarinos

La pasada semana se botó el Sea Hunter, un robot experimental semiautónomo diseñado para patrullar y localizar los más avanzados submarinos diésel-eléctricos, cuyo nivel de silenciamiento los convierte en grandes amenazas para los buques de superficie, sobre todo en mares poco profundos. El Sea Hunter tiene una configuración de trimarán y tiene 43 metros de eslora, el tamaño de algunas corbetas tripuladas, pero sólo lleva a bordo una persona durante las pruebas, para hacerse cargo en caso de emergencia: el resto del tiempo es autónomo o guiado por control remoto. Está equipado con radares de corto y largo alcance, un sistema automático de reconocimiento de blancos, una cámara y un sonar Modular Scalable Sonar System (MS3) diseñado por Raytheon capaz de realizar búsquedas activas y pasivas, seguimiento de objetivos, detección de torpedos y de obstáculos. El barco ha demostrado ser capaz de alcanzar los 27 nudos en superficie, una velocidad superior a la de los submarinos que caza, y puede interactuar con otros ejemplares para cazar en manada.

El Sea Hunter llevará a cabo un programa de investigación de dos años de duración tras el que pasará a formar parte de la marina de Estados Unidos. Su principal ventaja es la velocidad y el precio: con un coste de apenas 20 millones de dólares, ofrece capacidades antisubmarinas que complementan y multiplican las de buques mucho más caros como los Littoral Combat Ship (LCS), que cuestan 440 millones cada uno. Los costes de operación, apenas 20 o 30.000 dólares al día, son mucho menores también que los de cualquier buque de guerra. Hoy, el Sea Hunter es el mayor dron naval del mundo; mañana sus descendientes protegerán el perímetro de las flotas estadounidenses con la mayor ventaja de todas: en caso de ser atacados y destruidos no habrá ataúdes que repatriar.
Drones con energía solar

Pero el Sea Hunter y sus futuros descendientes no son el único invento creado para perseguir submarinos. Un dron mucho más pequeño se ha diseñado para facilitar la caza a distancias cortas: se trata del Aqua-Quad, un cuadricópteroen principio similar a los que se usan en el ámbito civil, pero con dos importantes diferencias: es capaz de volar y también de posarse e incluso sumergirse en el agua y además es solar, por lo que puede recargar sus baterías por sí solo. El Aqua-Quad ha sido creado por un equipo de la Escuela Naval de Postgrado y podría reemplazar a las actuales sonoboyas, empleadas para cazar submarinos, con múltiples ventajas.


AMPLIARLos cazas del futuro no tendrán piloto.

Las sonoboyas son sistemas de sonar activos o pasivos de usar y tirar que son lanzados por helicópteros para detectar submarinos al acecho desde la superficie. Los helicópteros y muchos buques cuentan también con sonares de profundidad variable que se hacen descender colgando de un cable para analizar los sonidos a diferentes profundidades. Los Aqua-Quad podrían reemplazar a ambos tipos de sonar.

Equipados con detectores sonar, estos drones podrían desplazarse rápidamente, flotar como una sonoboya e incluso hundirse y analizar ruidos en profundidad como un sonar de profundidad variable. También pueden cambiar rápidamente de posición durante la caza y no tienen limitaciones de batería al poder recargarse sobre la marcha. Para colmo, al final de la operación regresarían a su base para ser usados otro día, a diferencia de las sonoboyas: muchas ventajas operativas y económicas que cambiarán sin duda el futuro de la lucha antisubmarina.

Y para cazar a los más grandes y peligrosos submarinos del mundo también se podrá contar con el mayor dron sumergible: el Echo Voyager de Boeing, que con sus 17 metros de eslora es el vehículo submarino autónomo más grande fabricado hasta hoy. El Echo Voyager tiene autonomía para patrullar durante meses cargado con todo tipo de instrumentos, hecho que lo convertirá en un muy interesante vehículo científico de exploración similar a los submarinos del tipo ‘planeador submarino’ que se impulsan usando la gravedad y las corrientes subacuáticas.


(Boeing)

Este tipo de drones submarinos de alta persistencia se pueden convertir en un verdadero peligro para los submarinos de misiles balísticos: enjambres de este tipo de vehículos autónomos podrían seguir a los SSBN al salir de puerto manteniéndolos localizados en todo momento. Otro posible uso pasaría por establecer líneas de patrulla para detectar el paso de submarinos enemigos similares a la cadena de escucha SOSUS de la Guerra Fría, pero móviles. Con este tipo de usos se acabaría con el contraataque asegurado que suponen los SSBN y se eliminaría una pata de la tríada nuclear: un cambio esencial de la estrategia nuclear que no está exento de peligros.
Usos inesperados: gasolineras volantes

A veces, los cambios ocurren sobre la marcha, y de forma bastante intempestiva, como transformar un cazabombardero en un robot de reabastecimiento en vuelo. La marina estadounidense lleva años trabajando en el desarrollo de su propio sistema de avión no tripulado basado en el ala volanteX-47B de Northrop Grumman, dotado de una bodega de armas de tamaño completo.

Desde el principio se daba por hecho que el programa de la marina, denominado UCAS-D (Unmanned Combat Air System Demonstration, demostración de sistema de combate no tripulado) era un aparato de ataque, con capacidaddes mixtas de combate aéreo y ataque al suelo como los F/A-18 que equipan a los portaviones estadounidenses. Los dos prototipos del X-47B realizaron en 2013 sus primeros despegues y aterrizajes autónomos en portaviones y poco después llevaron a cabo pruebas de reabastecimiento en vuelo. Se discutía cuál sería el uso más efectivo de la tecnología, si como aparatos de ataque o como apoyo a los cazas en combate aéreo.


El X-47B en pleno vuelo. (Northrop Gruman)

Pero hace unos meses, de repente, la marina EE UU cambió la denominación y el objetivo del programa y le pidió al Congreso dinero para un nuevo sistema denominado Carrier-Based Aerial Refueling System (CBARS: sistema para portaviones de reabastecimiento en vuelo de combustible). La idea es que los derivados del X-47B actúen como gasolineras volantes reabasteciendo en vuelo a los F/A-18 y el resto de aviones del ala de ataque del portaviones. La idea no carece de mérito: los portaviones estadounidenses carecen de un avión dedicado para repostar en vuelo desde 2006, cuando se retiró una versión del A-6 Intruder dedicada a esta tarea. La falta se cubre con los ‘buddy pack’ de loa F/A-18, que les permiten reabastecerse unos a otros, pero a costa de reducir el número de aviones disponibles para el combate. Las gasolineras robot resolverían el problema, al aumentar el número de salidas útiles desde el portaviones. Técnicamente, la tarea sería mucho menos compleja. La marina argumenta que estos robots gasolineros podrían transformarse después con facilidad a otro tipo de misiones, como el reconocimiento o incluso el ataque, aunque los políticos no parecen muy convencidos.

Los campos de batalla del futuro parece que serán muy diferentes a los actuales, con misiles persistentes capaces de proteger una zona o de perseguir un objetivo durante horas, áreas patrulladas por robots terrestres autónomos, aviones de combate rodeados de flotas de microdrones capaces de dominar el espectro electromagnético o reabastecimientos en vuelo sin tripulantes. Mientras, el mar está patrullado por barcos autónomos, enjambres de sonoboyas mantienen una zona libre de submarinos y los temibles ‘boomers’ (submarinos de misiles balísticos) tienen que trabajar extra para mantenerse ocultos en las profundidades del océano. La guerra robótica se parece poco a 'Terminator'.

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