El Pentágono confía en encontrar socios para el proyecto ‘Osprey’ y lograr así que descienda el precio de producción de estos aviones de transporte de despegue vertical. Uno de los países en los que Estados Unidos ha puesto su esfuerzo comercial es España. En el Aire y en la Armada lo ven con buenos ojos, pero hay serias dudas de la viabilidad económica de estos aparatos.
Los Bell-BoeingV-22 Osprey se han convertido en el último lustro en la imagen representativa de las operaciones de Marines estadounidenses. Han sido habituales en escenarios como Irak o Afganistán desde 2009.
Además, son los aviones que utilizan, por ejemplo, las unidades de reacción rápida que tienen su base permanente en Morón de la Frontera. Su misión es actuar en el norte de África lo antes posible cuando se produzca una crisis como la de la embajada de Bengasi en 2011.
Según ha sabido El Confidencial Digital, España tiene sobre la mesa un ofrecimiento formal por parte del gobierno de Estados Unidos para entrar en el proyecto ‘Osprey’ y adquirir varias aeronaves.
Este ofrecimiento se produjo hace aproximadamente un mes, según indican las fuentes consultadas. Se trata, explican, de un movimiento habitual cuando el Pentágono busca socios comerciales para el desarrollo o venta de material militar.
De momento, Defensa no ha respondido a dicha propuesta. Sin embargo, en altos círculos militares se admite que “el aparato gusta”. Y mucho. La Armada, por ejemplo, lo ha utilizado en varias ocasiones con el buque de proyección estratégica ‘Juan Carlos I’, y las capacidades de despegue vertical (VTOL) han agradado a la marina española. Y las experiencias del Ejército del Aire con el Osprey también han sido satisfactorias.
Sin embargo, aseguran fuentes consultadas, el margen de maniobra económicodel proyecto es muy estrecho. Defensa, explican, tendría dificultades financieraspara afrontar una compra así.
En 2011, en el análisis financiero del año fiscal del Pentágono, se estableció un precio de compra medio de 115 millones por cada unidad Osprey. Un precio muy alto que responde al inmenso sobrecoste que acumula desde hace décadas el proyecto: de los 2.500 millones de dólares presupuestados en 1986 a los 27.000 que ya se habían gastado en 2008, justo cuando comenzó su despliegue. A ello habría que sumarle altos costes de mantenimiento.
Tal y como explican estas voces, Estados Unidos necesita socios para mantener activo este programa y reducir el coste de los futuros aparatos que quedan por producir. Ya ha conseguido sumar a Israel y a Japón, y su intención es que España se sume también.
El Osprey gusta en la Armada y en el Ejército del Aire. Pero a fin de cuentas, “también gustan muchos otros equipamientos que no nos podríamos permitir” explican estas voces.
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