sábado, 27 de diciembre de 2014

El Chernóbil secreto


Sebastian Mez revela una catástrofe nuclear ignorada por el mundo en su película 'Metamorphosen'

RAFA RODRIGO

27 diciembre 201409:12

Sebastian Mez se acerca a la orilla del río Techa, en lo más profundo de los Urales rusos, y deposita un dosímetro –aparato que mide la radiación ambiental– en el suelo. Emite un zumbido continuo y marca 3.300 miliroetgens, es decir, un nivel trescientas veces superior al normal. Más que en Fukushima o Chernóbil. "Nadie debería vivir cerca de este río, pero hay gente que lo hace". Este joven cineasta alemán de tan solo 32 años es el director de 'Metamorphosen', una película-documental premiada en varios festivales de Europa y EE UU, proyectada el pasado martes en el Mendi Film Festival y que muestra una realidad oculta a los ojos del mundo: la que vive el pueblo de Muslyumovo, en Rusia. En 1957, un tanque de la planta nuclear de Mayak estalló y esparció material radioactivo a más de 400 km de distancia. Se desconoce cuántos murieron

Esta remota región situada cerca de la ciudad de Chelíabinsk, 1.500 kilómetros al este de Moscú, lleva más de 60 años impregnada por la muerte lenta e invisible que provoca la radiación traída por el Techa: un río tranquilo, relativamente estrecho, cuyo opaco color negro es el único indicio del veneno que llevan sus aguas. La responsable es la planta nuclear de Mayak, situada a pocos kilómetros al norte. Esta central, inaugurada de forma precaria en 1948 para fabricar el plutonio necesario al programa de armas soviético, ha vertido durante décadas millones de toneladas de material radioactivo en los ríos y lagos circundantes, además de protagonizar varios de los accidentes nucleares más graves e ignorados de la historia. Aunque el más reciente ocurrió en el año 2000 –los reactores estuvieron a punto de fundirse tras casi una hora sin electricidad–, el más escalofriante y devastador sucedió en 1957, hace más de medio siglo, cuando un tanque con residuos nucleares estalló y esparció material radioactivo a más de 400 km de distancia. Al igual que los demás sucesos, fue ocultado y enterrado en el olvido por el régimen comunista. Se desconoce cuántos murieron. Sebastian Mez quiso poner rostro y dar voz a quienes siguen allí.
'Metamorphosen' nació en el otro extremo del mundo, cuando en 2011 Mez se encontraba en Japón con la idea de rodar un documental sobre Fukushima. "Me di cuenta de que no me interesaban los temas en el foco de la actualidad", esclarece el alemán, "y en Rusia me encontré a mí mismo: mientras todo el mundo se centraba en Japón, nadie miraba hacia allí". Tras investigar y acompañado de una cámara y una traductora, en octubre de ese año Sebastian se marchó a lo más profundo de los Urales para dar a conocer una de las mayores catástrofes nucleares jamás ocurrida y la vida de quienes hoy la sufren. En opinión del director, este desastre es "una herencia de la URSS", potencia que empleaba su enorme territorio para diseminar actividades peligrosas y secretas. "Puede haber más sitios como Muslyumovo. Rusia es tan grande…", aventura Sebastian.


"No hay nada a dos horas en coche alrededor, ni un supermercado, y todo está contaminado", narra el alemán: "la hierba que come el ganado, el agua de los pozos, incluso la del grifo". Las personas sufren males derivados de la radiación desde que nacen, y la esperanza de vida es casi 30 años más corta que en el resto del país. A pesar de todo, en el filme vemos cómo dos vecinos pescan tranquilamente en el Techa. "No tienen más remedio", se resigna Mez.


Es una condena. Los naturales de la zona son repudiados allá donde van. Uno de ellos lamenta que "ninguna familia de otra región desea que su hijo se case con una muchacha de Muslyumovo: no quieren tener nietos minusválidos".

Intereses ocultos

"Hay muchísimos intereses por mantener a esta gente en la región", revela el director. "Es un lugar único en el mundo en el que las personas han vivido durante generaciones expuestas a una radiación salvaje. Equipos de científicos de todo el mundo acuden allí constantemente para realizar pruebas a la gente. Por eso, y porque no tienen ningún medio para marcharse, siguen allí". Hace unos años, los cerca de 4.000 habitantes de Muslyumovo –casi todos muslmanes– fueron alejados del río Techa y reubicados en un nuevo asentamiento… a dos kilómetros de la orilla.

"La radiación es invisible… No huele", relata en la película uno de los habitantes. Sebastian lo confirma: "Allí no noté nada raro. Es un sitio tan aislado que es bonito, me gustó. Ellos no perciben el peligro de la misma manera porque lo viven desde que nacen". Rodado en blanco y negro y con largos planos que evocan la atmósfera atemporal en la que vive sumida el pueblo, este filme busca transmitir lo que no se puede ver, como aclara el propio director: "Ese peligro, esa muerte que no es visible ni perceptible, es lo que se intenta capturar con la atmósfera de la película". Lo logra: la mortal radioactividad casi puede palparse a través de la puesta en escena de esta joven promesa del cine alemán. 
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