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Calcula el Pentágono que el Estado Islámico (EI) cuenta con unos 31.500 hombres, de ellos al menos cerca de 15.000 serían extranjeros llegados de 80 países. Entre esta legión extranjera la inteligencia estadounidense destaca que unos 2.000 provienen de Occidente y disponen de pasaportes para volver a sus países de origen, lo que ha encendido las alarmas en EE.UU. y Europa. Estas fueron las cifras que salieron a la luz cuando el presidente Obama ordenó lanzar la guerra contra el EI, pero los expertos advierten de que ahora pueden ser aun mayores debido al efecto llamada entre los más radicales que han tenido las bombas de la coalición internacional.
«Quizá el factor determinante de lo que hagan es la motivación que les lleve a volver: si es porque quieren volver a sus vidas anteriores o porque se les ha ordenado volver con algún propósito vinculado a lacontinuación de la yihad. Desde luego, un cierto porcentaje (seguramente no mayoritario) supondrá un peligro pero hay que considerar que si se quiere morir en nombre de Alá es más fácil hacerlo allí que aquí», opina Luis De la Corte, Director de Estudios Estratégicos e Inteligencia en el Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad (ICFS UAM).
«No puede ser que la UE exporte terroristas y menos que después vuelva a reimportarlos», denunció el ministro alemán de Interior, Thomas De Maziere, en pleno debate de los servicios de seguridad europeos para reforzar las fronteras exteriores y frenar el posible retorno de combatientes. El norte de África, desde Marruecos a Egipto, es la mayor cantera de yihadistas, junto a Jordania y Arabia Saudí, lo que situaría a España a las puertas de la amenaza tras el retorno de los combatientes.
Uno de los países occidentales que más «soldados» aporta a la yihad es el Reino Unido, seguido de cerca por Francia. Aunque la vuelta a casa tampoco es fácil para quienes solo desearían recuperar sus anteriores vidas. El Centro para el Estudio de la Radicalización del King’s College de Londres alerta de que hay jóvenes que «quieren dejar la yihad, pero se sienten atrapados porque el Gobierno plantea encerrarlos durante más de treinta años».
Este organismo recomienda a las autoridades la puesta en marcha de«un programa de desradicalización» para estos jóvenes con los que han contactado a través de las redes sociales y que se confiesan arrepentidos por su participación en una yihad a la que fueron para acabar con Bashar Al Assad y han terminado inmersos en la guerra interna entre grupos armados de la oposición, según recoge ‘The Telegraph’. En el mismo caso se encontrarían las adolescentes austriacas Sabina Selimovic, de 15 años, y Samra Kesinovic, de 16, que tras siete meses en Siria, donde se han casado con yihadistas y quedarse embarazadas, habrían manifestado el deseo de volver a casa por sentirse “decepcionadas”, según revelaron sus padres a los medios de información.
La yihad en casa
Las redes sociales son el principal altavoz para difundir las acciones del EI a todo el mundo, captar yihadistas y, al mismo tiempo, se han convertido en la forma de establecer contacto directo con ellos. El investigador español José María Gil Garre ha interactuado durante dos años con algunos jóvenes españoles y marroquíes que amenazan abiertamente con cometer atentados en España a su regreso y señalanobjetivos concretos como «iglesias», «ayuntamientos» o «comisarías» de Policía, como recoge en su informe ‘Nuestros yihadistas’. Gil Garre subraya la importancia que para estos jóvenes tiene el recuerdo de Al Andalus –territorio de la península ibérica bajo control musulmán en la Edad Media- por lo que «España tiene un componente mítico, hablan constantemente de España, tienen una obsesión con atentar en Europa y cuando puedan, lo van a hacer». Al Andalus juega un «papel clave para la motivación», pero también para «pedirles el retorno o incluso que no viajen a Siria y se queden para hacer la yihad en casa», destaca el investigador español del Instituto de Seguridad Global.
Un modelo exportable
El autoproclamado califato en tierras de Siria e Irak cumple cuatro meses y ahora, además de una ideología, los extremistas cuentan con un espacio físico concreto en el que hacer realidad su interpretación radical de la ‘sharia’ y una bandera que se apresuran a izar cada vez que toman una posición. El futuro regreso de combatientes preocupa a los servicios de inteligencia, pero el ejemplo del EI ya empieza a causar problemas sin necesidad de que los yihadistas vuelvan a casa. Además de casos como el del lobo solitario canadiense, el EI ha logrado que grupos de todo el mundo juren fidelidad al califa, Abu Baker Al Bagdadi, convirtiéndose en una alternativa a Al Qaida (AQ), que hasta ahora monopolizaba al sector más radical del Islam.
Los primeros en poner en práctica las enseñanzas del EI fueron los argelinos de Yund al Jilafa («Soldados del Califato»), que siguiendo el ejemplo de las decapitaciones de periodistas y cooperantes en Siria, ejecutaron a finales de septiembre ante las cámaras al montañero francés Hervé Gourdel, un turista de 55 años, como respuesta a la participación de François Hollande en la alianza. A los Soldados del Califato, le siguió Shabaab al Islam (“La Juventud Islámica”) en Libia y algunos cabecillas internacionales que, a nivel individual, han roto con sus anteriores grupos para seguir al EI, entre ellos el portavoz de Tehrik e Taliban Pakistan (TTP), Shahidula Shahid.
«Occidente vuelve a ser el objetivo», concluye el periodista especializado en Oriente Medio, Patrick Cockburn, que acaba de publicar ‘El regreso de los yihadistas’. Para Cockburn «las políticas seculares y democráticas que se suponía estaban tras las revueltas de la Primavera Árabe han quedado sepultadas por el retorno de unos yihadistas que no ocultan su entusiasmo por ataques como el del 11-S y esperan que se repitan en Estados Unidos y Europa».
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