jueves, 16 de octubre de 2014

Las mentiras de EE.UU. sobre las armas químicas en Irak y por qué ahora son del Estado Islámico


Ya hace más de una década que Estados Unidos decidió intervenir en Irak como represalia al 11-S y los quebraderos de cabeza que ha provocado esta guerra aún se sienten tanto tiempo después. A los más de 4.500 soldados muertos y a las dificultades para combatir a la insurgencia, que se han saldado en un rotundo fracaso, ahora el Gobierno se enfrenta a las críticas por ocultar que había armas químicas en el país y que estas tenían origen occidental, pero lo peor es que ahora están en manos del Estado Islámico.

Tan grave es el asunto que incluso varios soldados se vieron obligados a mentir y ocultar su descubrimiento. Pero las mentiras, como no podía ser de otra manera, no aguantan para siempre y las revelaciones que ha hecho el New York Times pueden crear un escándalo sin precedentes.

Pero primero vamos por partes. George W. Bush decidió invadir Irak con la excusa de que había armas de destrucción masiva que habían sido fabricadas después de los ataques del 11-S contra las Torres Gemelas. Pero estas nunca llegaron a ser encontradas. Tras la caída de Saddam Hussein en 2003, los soldados estadounidenses encontraron alrededor de 5.000 ojivas químicas y en los siguientes años, al menos 17 americanos y 7 iraquíes estuvieron expuestos al gas mostaza, pero se vieron obligados a callarse.


“Me sentí más como un conejillo de indias que como un soldado herido”, ha manifestado un exsargento del Ejército que sufrió quemaduras por gas mostaza, pero le fue negada asistencia hospitalaria y traslado a Estados Unidos. Todo con tal de ocultar al mundo lo que estaba pasando en Irak.

Llegados a este punto, ¿por qué Estados Unidos ocultó este hallazgo que en cierto modo le daba una justificación para la invasión? Pues hay varios motivos, pero el fundamental es que estas armas químicas eran anteriores al 11-S, concretamente de la guerra entre Irán e Irak (años 80) y habían sido fabricadas y vendidas por los estadounidenses y los europeos, es decir, los soldados de Bush estaban sufriendo las armas químicas que su propio país había dado a los iraquís cuanto todavía era un aliado fiel.

Otra de las razones fue precisamente el hecho de que la preparación de la misión establecía que se iban a encontrar otro tipo de armas, por eso esta fue bastante inadecuada y los militares sufrieron más duramente sus efectos.

Pero sin duda lo más embarazoso es que la mayoría de las armas químicas no fueron destruidas y ahora es el Estado Islámico el que controla la zona en la que están, por lo que no es descabellado que ya estén en su poder y que estén en disposición de usarlas cuanto antes. Un cúmulo de despropósitos en los que la mentira y el secretismo han conseguido imponerse durante años, hasta que por fin se ha conocido la verdad.

“Me encanta cuando oigo que no había armas químicas en Irak. Había un montón”, asegura Jarrod L. Taylor, otro antiguo exsargento del Ejército.

Por el momento, el portavoz del secretario de Defensa no ha querido opinar sobre las revelaciones del New York Times y el Pentágono también guarda silencio ante una opinión pública que les va a demandar más información por una oleada de mentiras que a buen seguro van a traer bastante cola.



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