domingo, 22 de junio de 2014

Peripecias en Medio Oriente


La Razón (Edición Impresa) / Contrabajeando - Pablo Rossell Arce

00:00 / 22 de junio de 2014


Irak está en llamas por cortesía del terrorista Ejército Islámico de Irak y del Levante (EIIL), que opera en Irak y en Siria. Ya tomaron varias ciudades y, aunque algunas de éstas fueron retomadas por el Ejército iraquí, la situación de guerra está lejos de acabar y la amenaza sobre Bagdad sigue latente.

En Irak una gran mayoría de la población es mahometana; pero, como en toda gran familia, los mahometanos tienen, pues, sus diferencias. Así es que en Irak los mahometanos chiitas comprenden entre el 60 y el 65% de la población; los mahometanos sunitas, entre el 32% y el 37%, y el resto pertenece a otras confesiones religiosas. El curioso origen de esta diferencia, para decirlo en una cáscara de nuez, se remonta a los tiempos de la muerte de Mahoma, quien decidió que su sucesor sea su yerno (siendo sus seguidores los chiitas); pero hubo quienes se opusieron a esta idea (los sunitas), y entonces surgió entre los dos bandos una violenta querella de proporciones... bíblicas diría, si eso no fuera una herejía.

Irak es responsable del 9% del petróleo del mundo, su producción diaria es de alrededor de 3 millones de barriles, y en este momento solo Arabia Saudita está en condiciones de sustituir esa oferta. O sea, la inestabilidad política en Irak es mala para los negocios en todo el mundo... Bueno, casi, excepto para algunos países que nos podríamos beneficiar de los incrementos del precio del petróleo que el recrudecimiento de la crisis iraquí nos podría traer.

Sin embargo, más allá del precio del petróleo, el riesgo de inestabilidad política que un ejército terrorista transnacional implica para toda la región no es de poca monta. De manera inmediata, Irán ha puesto a disposición del régimen iraquí ayuda militar y ya está operando en terreno, y China ofreció todo lo que sea necesario. ¿Y Estados Unidos? Pues de momento enviaron un portaaviones y Washington está analizando si interviene directamente en el conflicto o no. Con lo cual, si se materializa la opción de intervención, les situaría en la paradójica situación de estar peleando, codo a codo y en el mismo bando que los iraníes, a quienes —hasta donde yo sepa— no han borrado de la diabólica lista del “eje del mal”.

Pero aún más paradójico sería que Estados Unidos llegue a combatir en Irak a los mismos extremistas rebeldes sunitas a quienes apoyan con discursos, entusiasmo y, por supuesto, armas en Siria. Y esto les llevaría a la inefable situación de que, si los soldados del EIIL le disparan al Ejército estadounidense en suelo iraquí, tal vez lo hagan con balas estadounidenses. Digo, meterse en este embrollo debe ser tan incómodo como tratar de ponerse el calzoncillo con una pierna derecha y otra al revés.

Mientras tanto, los mercados de petróleo han reaccionado con el lógico temor ante un probable corte de suministro de crudo. Al momento de escribir esta columna, el barril WTI estaba en $us 106, mientras que hace un mes estaba en alrededor de $us 102; en el mismo periodo, el precio por barril de petróleo Brent subió de $us 110, a $us 115. Y las previsiones indican que, de empeorar la situación en Irak, podemos esperar precios de hasta $us 150 por barril.

¿Podrá la tambaleante economía estadounidense soportar un choque de precios semejante? Es poco probable. Me imagino que en la cabeza de los tomadores de decisión en Washington debe estar rondando la desagradable idea de que para salvar su economía deben garantizar la estabilidad política de toda —toda— la región, “enemigos” (Siria, Irán) incluidos.



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