Miguel González. Madrid
Los recortes en el presupuesto de Defensa están “tocando hueso”, en palabras de un mando militar. Ya no se trata solo de prescindir de material obsoleto, que ha concluido su vida operativa, sino de sistemas plenamente operativos a los que resulta costoso mantener. Y en los que se han gastado cuantiosos fondos.
Ese es el caso de los cuatro aviones Harrier AV-8B, de despegue vertical, a los que la Armada ha decidido dar de baja. Si se los compara con los otros 12 AV-8B Harrier Plus II en servicio en la 9ª Escuadrilla de Aeronaves, estos cuatro aparatos carecen de algunas importantes capacidades, como el radar AN/APG-65. En realidad, el plan de la Armada era homologar toda su flota de Harrier —las únicas aeronaves de ala fija que podían operar desde el portaaviones Príncipe de Asturias y, ahora, desde el buque de proyección estratégica Juan Carlos I— al modelo Plus. En 1996 se compraron ocho unidades de este tipo y después se modernizaron cinco AV-8B para reconvertirlos a dicha versión. La Armada se quedó sin dinero para hacerlo con los cuatro restantes.
Pero eso no quiere decir que no se invirtiera nada. En mayo de 2008 se adjudicó al consorcio europeo EADS el programa de modificación de estos cuatro aviones, el denominado Upgrade, por 11,5 millones de euros. Aunque no se le incorporó el radar, se le hicieron notables mejoras, como la instalación de un nuevo motor u otros sistemas de aviónica. Los aparatos mejorados y puestos al día se han recibido a lo largo de los dos últimos años.
Un lujo imposible
¿Por qué entonces se les da de baja? Defensa asegura que su mantenimiento y modernización costaría entre 2,5 y 3 millones anuales, un lujo que la Armada no se puede permitir con los actuales presupuestos. Ha intentado venderlos, pero no hay mercado después de que el Reino Unido haya ofrecido de saldo su flota del mismo modelo. La alternativa es canibalizarlos, tras haber invertido 11,5 millones en ponerlos a punto.
La flota de cazas quedará así reducida a 12 unidades (más una de entrenamiento) cuya vida operativa está previsto que concluya en 2020.
Estos recortes se unen a la baja prematura del Príncipe de Asturias, el único portaviones de que disponía la Armada y que será suplido, en parte, por el buque de proyección estratégica Juan Carlos I, apto para el despegue y toma de aeronaves. También se ha dado de baja uno de los dos Boeing 707 que cumplía la función de reabastecimiento estratégico en vuelo.
El País
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