El exdirector general de la Marina Mercante tuvo que decidir qué hacer con aquel petrolero de 77.000 toneladas que el 13 de noviembre comunicó por radio que se hundía
ISABEL PERMUY
Once años señalado como posible responsable de una de las mayores catástrofes medioambientales que ha sufrido España es mucho tiempo. Pero José Luis López-Sors lo ha aprovechado para repasar sus notas, escribir y -se inclina hacia delante, apoyando los brazos sobre la mesa- «ponerme de acuerdo conmigo mismo».
-¿Cómo se aguanta once años imputado por el Prestige?
-Con el apoyo de la familia, de los verdaderos amigos... y de Dios. Fue una situación sangrante. Cuando dejé mi puesto, me ofrecieron otro de asesor marítimo en la Embajada en Londres. Llegué a tomar posesión del mismo pero cuando el embajador -del nuevo Gobierno- me dijo que yo había hundido el Prestige, me fui. Yo me sentía responsable, pero de haber evitado una catástrofe mayor. Solo había dos opciones, o salvaba al barco o salvaba las costas españolas. Acercarlo hubiese sido una barbaridad. Y mi mandato era proteger a mi país. Cuando terminó el juicio, una mujer me dijo que por qué no había pedido perdón como el capitán del Prestige. Yo le dije: «¡Si lo que hice fue defender a Galicia, qué perdón voy a pedir yo!». No se debería imputar a un funcionario que ha cumplido con su obligación. Han sido once años de muchas sensaciones.
-En España ¿estar imputado es equivalente a estar condenado?
-Sí. Incluso en el PP, algunos me llegaron a decir que «al imputado ni agua». En el derecho anglosajón, a quien toma estas decisiones no se le juzga. Pero en España es bueno tener imputado a un funcionario porque si este resultara condenado, paga subsidiariamente el Estado.
-¿Se sintió utilizado como ariete contra el Gobierno de Aznar?
-Digamos que se aprovechó el Prestige como bandera de enganche para cargar contra aquel Ejecutivo.
-¿Hizo lo que tenía que hacer?
-Mi actuación fue la aplicación del convenio de intervención de 1969, en el que queda claro que yo, como país ribereño, tengo la autoridad para decirle al capitán que coja el remolque y obedezca. Lo dice el Código de Gestión de la Seguridad Marítima. Pero Mangouras no lo hizo porque pensó que la factura sería muy abultada para su armador. Y por eso le han condenado. En aquel momento, lo primero era defender las costas, las industrias pesqueras, los hoteles que se llenan de turistas. Todo eso es patrimonio del Estado y tiene derecho a defenderlo. Hasta el extremo de que el día 15 de noviembre me llamó mi ministro -así se refiere aÁlvarez-Cascos durante toda la conversación- para decirme «que sepas que hay dos F-18 preparados para despegar». La idea era bombardear con napalm al barco en alta mar, como hicieron los ingleses en 1967 con el Torrey Canyon. Yo respondí, «pero ministro, si el barco está fuera de las aguas españolas, yo no sé hasta qué punto podemos hacerlo». Además, le expliqué que la carga que llevaba el Prestige era un fuel muy pesado que apenas contenía volátiles. No ardería.
-¿Y llevarlo a puerto?
-Yo soy ingeniero naval y estoy acostumbrado a buscar soluciones para llevar barcos dañados a reparar a los astilleros. Una vez que uno de los informes que pedí descartaba la posibilidad de aligerar al petrolero de su carga en alta mar, valoré llevarlo a La Coruña para usar las bombas de succión de la refinería de Repsol. Pero el práctico, el que de verdad conoce el puerto, me dijo que no podía meterlo, que era muy peligroso. No había más alternativa que llevarse el barco fuera.
-¿Era consciente de que el buque no aguantaría y se partiría?
-No se sabía exactamente hasta qué punto estaba roto el barco. En 2001 viví en el Mediterráneo una situación similar con un petrolero, el Castor, que tenía en la cubierta una grieta de 26 metros, de lado a lado. Pidió permiso para entrar en el puerto de Cartagena, pero con su carga de gasolina ligera y la refinería que había en el puerto, no se podía asumir ese riesgo. Hay que recordar que en 1992, el Mar Egeo ardió en una situación similar en La Coruña. Denegamos el permiso y un remolcador se lo llevó hasta Malta, y aguantó.
-¿Podríamos volver a sufrir un Prestige?
-Siempre hay un Prestige. En 50 años, solo en la costa de la Muerte, se han producido diez siniestros marítimos. Cuando me llamaron para asumir el cargo de director general de la Marina Mercante, yo estaba enSevilla y le dije a mi ministro «esta legislatura nos va a tocar un Mar Egeo porque cada cinco años hay uno». Ahora, han pasado más de diez años del Prestige y no han cambiado muchas cosas en cuanto a seguridad marítima.
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