La bomba Baker arrojó dos millones de toneladas de agua y sedimento marino fuera del agua (Getty Images)
ELENA MARTÍNEZ BATALLA16/12/2019 06:00Actualizado a16/12/2019 07:33
Entre 1946 y 1962 el océano Pacífico se convirtió en el escenario de numerosas pruebas nucleares. El gobierno de Estados Unidos designó en las Islas Marshall una serie de ‘campos de prueba’ en los que harían explotar bombas atómicas cuyos residuos siguen, en la actualidad, emitiendo más radioactividad que los isótopos que liberan partículas capaces de dañar los tejidos en Chernóbil (Ucrania) y Fukushima (Japón).
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Y es que, en menos de una década, Estados Unidos detonó, en este archipiélago de la micronesia situado a medio camino entre Australia y Hawái, cerca de 70 bombas nucleares que contaminaron de forma generalizada todas las islas, aunque las pruebas se concentraron sólo 4 atolones: Enewetak, Rongelap, Utirik y Bikini.
#UDel oceanography prof. @PapaZissou tells @BBCWorld that his team "wanted to draw back the curtain" on Bikini Atoll, where a seafloor crater and sunken ships serve as stark reminders of nuclear testing. http://ow.ly/K4YC50xwjmC
Por su posición remota, en este último atolón, que consta de 36 islas y está totalmente deshabitado, se probaron más de 20 bombas de hidrógeno y atómicas. Entre ellas destaca la explosión de la bomba Castle Bravo, la más grande de las detonaciones que se produjeron en el archipiélago. La prueba se realizó en 1954 y fue mil veces más poderosa que todas las bombas lanzadas sobre las japonesas Hiroshima y Nagasaki.
Es cierto que los residuos de estas bombas siguen emitiendo hoy radiación, pero no son la única prueba de lo que ocurrió en las Islas Marshall a mediados del siglo pasado, pues existen también otras evidencias de esta actividad.
Sin embargo, hasta ahora habíamos ignorado su existencia porque están debajo del agua, como es el caso de un cráter de grandes dimensiones que acaba de descubrir un equipo de investigadores de la Universidad de Delaware (Estados Unidos).
El atolón Bikini
Se probaron, entre 1946 y 1958, más de 20 bombas de hidrógeno y atómicas, entre las que figura la primera bomba nuclear explosionada bajo el agua
Ellos mismo informaron del hallazgo hace unos días durante la reunión de otoño de la Unión Americana de Geofísica, donde presentaron un mapa del lecho marino de las Islas Marshall elaborado con un sonar de alta resolución –1 metro por píxel- en el que se advierten, además de este cráter, varios barcos hundidos a su alrededor.
Se trata de buques japoneses y alemanes que Estados Unidos había capturado en los alrededores de las Islas Marshall y que se habrían dejado allí a propósito para medir la potencia de las detonaciones .
Además del cráter, en el mapa se observan varios navíos hundidos (CSHEL UNIVERSIDAD DE DELAWARE)
El cráter descubierto ahora es la herida que dejó la detonación de una bomba atómica que Estados Unidos hizo explotar el 25 de julio de 1946 en el marco de la Operación Crossroads, durante la que se realizaron dos pruebas atómicas: Able y Baker. En el mapa no aparecen evidencias del dispositivo Able, pero sí de la bomba Baker, de 21 kilotones, que fue la primera bomba nuclear que explosionó bajo el agua.
Como consecuencia de esta prueba nuclear saltaron por los aires dos millones de toneladas de agua y sedimento marino. La bomba había explotado a sólo 27 metros de profundidad, pero el fondo marino también se resintió de ello dejando debajo del agua un cráter de unos 700 metros diámetro y 8 metros de profundidad.
Who could have imagined that the sunken warships of #BikiniAtoll 50+ years past nuclear fallout would have become unexpected arks of #coral biodiversity? Read about the #Reefscape team’s groundbreaking discoveries here: https://www.leonardodicaprio.org/guns-corals-and-steel-are-nuclear-shipwrecks-a-biodiversity-hotspot/ … @Greg_Asner @ASU_GDCS @Asner_Lab
Dado que la bomba explotó hace ya más de 70 años, al cartografiar la zona, los expertos no esperaban encontrar una marca así en el lecho, ya que lo más normal hubiera sido que el flujo natural de las corrientes marinas hubiese cubierto el surco y, por lo tanto, hubiese borrado todas las secuelas de lo que ocurrió.
Por último, analizando la morfología del cráter descubierto ahora, que presenta una serie de ondulaciones que recuerdan a los pétalos de una rosa, los expertos han podido saber que parte del material que fue expulsado del agua durante la detonación volvió a caer y se depositó en el mismo sitio en el que estaba previamente, algo que debió tener un gran impacto sobre la fauna y la flora del lugar.