El largo cohete March-2F tripulado de China Despega de su plataforma de lanzamiento en Centro de Lanzamiento de Satélites el 11 de junio de 2013 en Jiuquan, provincia de Gansu, China. Los vuelos espaciales tripulados han sido la cara pública de inserción de China en el espacio, que también ha incluido esfuerzos secretos para construir armas antisatélite. ((ChinaFotoPress/Getty Images)
Se están abriendo nuevos escenarios de guerra. El Ejército de EE. UU. ya depende en gran medida de los satélites y los sistemas de comunicación, y países como China intentan activamente sabotear estos sistemas.
“No hay ninguna operación realizada en ninguna parte a ningún nivel que no dependa en cierta medida del espacio y el ciberespacio”, afirmó el 21 de septiembre el General William L. Shelton, Comandante del Comando Espacial de la Fuerza Aérea en la Base Peterson en Colorado, de acuerdo con el Departamento de Defensa.
Entonces, en esta proliferación del espacio y el ciberespacio en el Ejército, el próximo desafío es que todas las tropas estén conectadas y que dichas conexiones sean seguras.
Shelton dijo que Estados Unidos enfrenta cuatro amenazas clave: interferencias, láseres, ataques a sitios en la tierra y detonaciones nucleares en el espacio.
Agregó que es necesario reconocer los peligros que implican estas tecnologías para el Ejército de EE. UU., destacando que “No podemos continuar, para mí, operando con esta mentalidad de cielo abierto”.
Las cuatro amenazas clave que mencionó también son las cuatro capacidades clave que está desarrollando el régimen chino.
Documentos publicados por WikiLeaks muestran una fuerte tensión entre Estados Unidos y China con respecto a armamentos para una guerra espacial.
El 11 de enero de 2007, China destruyó uno de sus satélites utilizando un arma antisatélite (ASAT) lanzada desde tierra. Un cable del Departamento de Estado publicado en WikiLeaks dice que la prueba se realizó sin aviso previo y que China no dio una “respuesta razonable” a ninguna nación que la cuestionó luego.
Dicha prueba también llenó una órbita baja con unas 2.500 piezas de desechos peligrosos. El documento de WikiLeaks dice que Estados Unidos advirtió claramente a China que “Estados Unidos se reserva el derecho, de acuerdo con la Carta de la ONU y la ley internacional, de defender y proteger sus sistemas espaciales con una gran variedad de opciones, desde la diplomática a la militar”.
La prueba provocó preocupaciones de que China estuviese desarrollando sistemas para una guerra espacial a pesar de afirmar lo contrario. El cable indica que EE. UU. interrumpió su cooperación con China en lo relacionado a lo espacial, y “Una de las principales razones para esta posición es la continua falta de transparencia de China con respecto a todo el rango de sus actividades espaciales”.
Los países están obligados a rastrear y evitar los desechos con satélites y otros equipos espaciales. En mayo de este año, desechos de la prueba que realizó China en 2007 golpearon y destruyeron un satélite ruso.
Un cable del Departamento de Estado afirma que el 11 de enero de 2010, China lanzó un misil que interceptó a un misil balístico de alcance medio lanzado casi al mismo tiempo desde el Centro de Misiles y Espacio de Shuangchengzi.
El cable indicaba que el misil utilizado era del mismo tipo que China usó durante su prueba ASAT de 2007 y que “se evaluó que esta prueba impulsó las tecnologías ASAT y de defensa contra misiles balísticos (MBD, en inglés) de China”.
A pesar de que China hace todo el ruido posible sobre su desarrollo de un avión caza de reacción de quinta generación y de su Marina, mantiene el silencio sobre la guerra espacial e incluso intentó encubrir las pruebas.
En mayo, cuando China lanzó un nuevo misil antisatélite Dong Ning-2, intentó convencer a la opinión pública de que la Academia China de Ciencias estaba experimentando con un cohete sonda, de acuerdo con el sitio web de noticias militares Alert5.
El desarrollo armamentístico de China en los campos espacial y cibernético es parte de su estrategia anti-acceso, delineada por Roger Cliff de la Corporación RAND, durante un testimonio de enero de 2011 ante la Comisión de Economía y Seguridad EE. UU.–China.
Cliff afirmó que la estrategia apunta a inutilizar a un ejército tecnológicamente superior al atacar los sistemas críticos que activan la tecnología. Agregó que “este concepto está basado en la idea de que, en vez de intentar destruir toda la fuerza militar del adversario, el EPL debería intentar paralizar al adversario al atacar los nodos críticos en el sistema de sus sistemas”.
China clasifica a sus armas espaciales y ciberespaciales bajo la categoría difusa de armas “Maza asesina” o “Carta del triunfo” (Sha Shou Jian), de acuerdo a un informe desclasificado pero excesivamente editado, “China: Investigación médica sobre los bio-efectos del pulso electromagnético y la radiación de microondas de alta potencia”.
El informe indica que las armas están diseñadas para “permitir que China domine a Estados Unidos en un conflicto por una reunificación forzada con Taiwán”. Entre otros sistemas, se incluye detonar armas nucleares a gran altura para quemar aparatos electrónicos con un pulso electromagnético.
En su evaluación anual de amenazas realizada en febrero de 2012, el Teniente General Ronald L. Burgess, director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa de EE. UU., advirtió sobre la creciente focalización de China en la guerra espacial.
Burgess dijo que los programas espaciales públicos de China respaldan su habilidad de dañar los sistemas espaciales de otras naciones y alimentan las capacidades militares de China. Afirmó que “Rara vez Beijing reconoce las aplicaciones militares directas de su programa espacial, y se refiere a casi todos los lanzamientos satelitales como científicos o civiles”.
Afirmó que además de los misiles antisatélite, China también está “desarrollando sistemas de interferencia y armas de energía dirigida para misiones ASAT”.
A pesar de que China afirma que su presupuesto militar es de U$S 93.000 millones, Estados Unidos cree que el verdadero presupuesto alcanza los U$S 183.000 millones, de acuerdo con Burgess.