Andrew Higgins 10.04.2015 Última actualización 05:00 AM
Morten Haga Lunde, comandante del Ejército noruego dice que no está alarmado por el incremento en la actividad militar de Rusia. (NTY)
BODO, Noruega – Desde su puesto de comando, metido muy profundo en una montaña de cuarzo y pizarra, al norte del Círculo Polar Ártico, el comandante del cuartel general de operaciones del Ejército noruego, con 54 años de edad, observa retroceder el tiempo, empujado en reversa por el resurgimiento de la actividad militar rusa, evocadora de los pleitos entre Occidente y Oriente durante la guerra fría.
“Soy lo que se podría llamar un guerrero frío experimentado”, dijo el teniente general Morten Haga Lunde, en un complejo subterráneo construido para soportar explosiones nucleares. Como resultado, añadió, no está demasiado alarmado por el incremento en la actividad militar rusa a lo largo del flanco norte de la OTAN.
“Es más o menos lo mismo que cuando empecé”, notó Lunde, quien inició su carrera rastreando aviones soviéticos de combate como un navegador de la Fuerza Aérea noruega a principios de los 1980.
Después de una prolongada interrupción que siguió al colapso de la Unión Soviética en diciembre de 1991, cuando Moscú dejó en tierra sus bombarderos estratégicos por falta de combustible, refacciones y disposición para proyectar poder, la Rusia recién asertiva del presidente Vladimir Putin “volvió a su comportamiento normal”, comentó Lunde..
El año pasado, Noruega interceptó 74 aviones rusos de combate en sus costas, 27 por ciento más que en el 2013, haciendo despegar rápidamente los aviones de combate F-16 de una base militar aérea en Bodo para monitorearlos y fotografiarlos.
Es muchísimo menos que los cientos de aviones soviéticos que rastreó Noruega en sus costas en el punto máximo de la guerra fría. No obstante, el total del año pasado presentó un incremento drástico respecto de los 11 aviones de guerra rusos que detectó Noruega 10 años antes.
En Noruega, un país que se enorgullece de abogar por la paz – como lo atestiguan su intermediación en los pactos entre israelíes y palestinos, y el Premio Nobel de la Paz que le dieron _, lo que Lunde llamó “lo viejo normal nuevo” llegó como una sacudida. Desencadenó el debate sobre el gasto militar y resaltó cuán rápidamente ha hecho trizas las certidumbres de la era de la posguerra fría.
“Rusia ha generado incertidumbre en cuanto a sus intenciones, así es que, claro que hay imprevisibilidad”, dijo Ine Eriksen Soreide, el ministro de la defensa de Noruega, en una entrevista en Oslo, y agregó que el Ejército se está reestructurando para lidiar mejor con los nuevos riesgos, en particular, en el Ártico.
Nadie espera una invasión de Rusia. Hasta ahora, sus aviones de guerra se han cuidado de no desviarse al espacio aéreo noruego, a diferencia del Báltico, donde regularmente violan las fronteras.
Rusia ha nutrido al alarmismo con estallidos de lenguaje beligerante, como el comentario reciente del embajador de Moscú ante Copenhague, en cuanto a que buques de guerra daneses “serán el blanco de las armas nucleares de Rusia”, si Dinamarca contribuye con radares al sistema de defensa de misiles con sede en Europa que planea la OTAN. Martin Lidegaard, el ministro de relaciones exteriores danés, desestimó la amenaza por “inaceptable”.
La demostración de poderío de Rusia se debe, en parte, simplemente, al hecho de que el país está gastando más en su ejército y ha restablecido capacidades que se erosionaron durante el caos postsoviético de los 1990. Cuando Putin fue presidente la primera vez, en el 2000, Rusia gastó 9 mil 200 millones de dólares en su ejército, pero esa cantidad ha aumentado 10 veces desde entonces y volverá a incrementarse este año a pesar del desplome de la economía, agravado por el colapso en el precio del petróleo y, también, las sanciones occidentales.
“La señal que están enviando es que la situación en los 1990 fue una excepción”, notó Lunde.
Jens Stoltenberg, un exprimer ministro noruego, quien se convirtió en secretario general de la OTAN el año pasado, dijo que la nueva asertividad de Rusia no solo fue resultado del incremento en el financiamiento y el restablecimiento de las capacidades. Notó que también es “parte de un panorama más amplio en el que vemos que Rusia está dispuesta a usar la fuerza”, más notablemente en Georgia en el 2008 y, más recientemente, en Ucrania. “Es este panorama completo lo que nos da razón para preocuparnos”, expresó Stoltenberg.
Ucrania, agregó, es muy distinta a Noruega, que pertenece a la OTAN. Ucrania está fuera de la alianza y no tiene posibilidades de unirse pronto. No obstante, dijo Stoltenberg, Noruega y otros países de la OTAN que comparten frontera con Rusia también tienen que lidiar con sus esfuerzos para “intimidar a sus vecinos”, sin importar cuál sea su situación.
Katarzyna Zysk, una investigadora en el Instituto Noruego de Estudios de la Defensa, dijo que Putin enfatizó el fortalecimiento de la presencia militar de Rusia en el Ártico; ha equipado a la Flota Norte, basada en Múrmansk, con nuevos submarinos nucleares; estableció una serie de bases a lo largo de la vasta costa norte, y reabrió instalaciones militares de la época soviética que estaban abandonadas, como la base en Alakurtti, cerca de Finlandia.
Noruega, comentó, “no cuenta para Rusia como Noruega, solo como miembro de la OTAN”.
“Para ellos, es la puerta a la OTAN”, continuó.
En al menos una ocasión, un avión de combate ruso se ha acercado peligrosamente a golpear a un avión noruego en lo que algunos consideran es un patrón de vuelos temerarios. En enero, dos bombarderos rusos Tu-95 volaron por la costa noruega y luego apagaron sus transpondedores, cruzaron al canal de la Mancha, causando estragos en el tráfico aéreo civil y provocando que despegaran súbitamente aeronaves de la Real Fuerza Aérea.
En todo caso, el comportamiento de Rusia ha debilitado su único objetivo claro y constante de largo plazo: el debilitamiento de la OTAN a la que el principal propagandista del Kremlin, Dimitri K. Kiselyov, describió el año pasado como “un tumor cancerosos” que se debe quitar.
INVERSIÓN MILITAR A LA ALZA
Noruega, junto con los demás miembros europeos de la OTAN, salvo por tres, todavía gasta menos de dos por ciento de su producto interno bruto en el ejército, el objetivo que se supone deben alcanzar los 28 miembros de la alianza.
Sin embargo, Soreide, el ministro de la defensa, dijo que Noruega dejó de recortar e incrementaría 3.3 por ciento el gasto militar este año, a pesar de los problemas económicos que provocó la caída del precio del petróleo, su principal exportación.
A Rusia “no se la percibe como amenaza militar”, indicó, pero cambió las reglas del juego al generar tanta incertidumbre relativa a sus intenciones. “Mientras la amenaza no llegue a tu puerta, no sabes qué va a pasar”, agregó.
El reforzamiento de los lazos en la OTAN se manifiesta cotidianamente en la base aérea de Bodo, donde los pilotos noruegos de combate, parados durante años a falta de aviones rusos que seguir, tienen, una vez más, una razón de ser. Un ocupado puesto de avanzada de la OTAN durante la guerra fría, Bodo sirvió como centro de los aviones de espionaje U-2 que sobrevolaron la Unión Soviética. Francis Gary Powers, el piloto de U-2 que estuvo preso en Moscú en 1960, se dirigía a Bodo cuando derribaron su avión.
Sin embargo, una vez que se desintegró la Unión Soviética, Bodo cayó en las calmas ecuatoriales y dejó a los pilotos noruegos de combate sin gran cosa que hacer.
“Después de que cayó el Muro de Berlín, todo estuvo muy tranquilo”, dijo el veterano comandante del 331 Escuadrón Aéreo, cuyos aviones de combate F-16 están alertas las 24 horas del día, como parte de la red de defensa aérea de la OTAN.
“Ahora es muchísimo más interesante”
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