Separatistas prorrusos posan con una fotografía de Joseph Stalin en un check-point cerca del aeropuerto de Donetsk. (Reuters)
Leticia Álvarez (Donetsk) / Irene Savio (Kiev)Enviar correo a Leticia Álvarez (Donetsk) / Irene Savio (Kiev) 20/11/2014 (05:00)
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Carretera Donetsk-Ilovaisk, a tan sólo 40 kilómetros de distancia de la frontera con Rusia. En menos de 24 horas
la autodenominada República Popular de Donetsk (RPD) celebrará sus primeras elecciones presidenciales y legislativas. Unos sesenta camiones militares Kamaz y Ural sin matrículas y tres lanzaderas de misiles de 122 mm, procedentes del Este, esperan su turno para avanzar hacia la
capital del territorio rebelde prorruso. Conduciendo en el interior de los vehículos, se ven combatientes con uniformes de camuflaje sin insignias. Delante y atrás del convoy, coches de la RPD, ese día extraordinarios en su número, van y vienen a toda prisa. El belicismo revolucionario se impone al diálogo pacífico. “¿Qué hay en los camiones?”, preguntamos. Responden unos ojos serios, que quieren amenazar. Los periodistas no pueden sacar fotos. El castigo es ser registrados y detenidos.
Desde el inicio en abril del conflicto armado
en el este ucraniano, que gana en intensidad con el pasar de los meses, han sido numerosos los indicios que han apuntado a la presencia de
combatientes y arsenal bélico provenientes de la Federación Rusa. La circunstancia, denunciada reiteradamente por el Gobierno ucraniano, algunos Gobiernos occidentales (Reino Unido, Estados Unidos) y la OTAN, ha sido, no obstante, desmentida reiteradamente por Rusia y por los mismos insurgentes prorrusos. Moscú no puede irse de Ucrania pues “
nosotros no estamos allí”, repitió Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, este pasado fin de semana, durante la reunión del G20 en Australia.
Y, sin embargo, hay preguntas que se han vuelto retóricas. ¿Cómo han caído en las manos de los rebeldes decenas de carros de combates, piezas de artillería anticuadas pero en buen estado y, sobre todo, las decenas de miles de municiones para seguir
luchando durante ya casi nueve meses?, ¿Quién se las entregó?, ¿cómo lograron, amparados en la impunidad, cruzar la frontera que separa Ucrania de Rusia? ¿Para qué sirven los numerosos camiones cisterna repletos de gasolina que se han visto en estos meses en los territorios controlados por los rebeldes prorrusos? Una vez más, ¿quién les ha vendido o regalado esa gasolina?
Véase el episodio arriba descrito y del cual fue testigo directo este medio. Ocurrió el pasado 1 de noviembre. Fue denunciado por las autoridades ucranianas. Por la OTAN. Por Estados Unidos. Y, en las últimas semanas, incluso por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), organismo que, a diferencia de los anteriores, ha mantenido la moderación en sus pronunciamientos, evitando
apuntar el dedo hacia Rusia. Pues las pruebas, aquí y hasta ahora, han sido confusas, no conclusivas y difíciles de analizar con un ojo imparcial; esto, en una guerra dominada desde el principio por la propaganda de todos los bandos. El meollo del asunto es que los indicios han comenzado a multiplicarse, aunque parte de las dudas persistan.
Preguntado por El Confidencial, Michael Bociurkiw, portavoz de la OSCE en Ucrania, explicó que “desde el sábado pasado (8 de noviembre) se han contado más de 120 camiones procedentes del Este y que se movían hacia Donetsk. Muchos de ellos eran obuses autopropulsados Howitzer de 122mm (pieza de artillería, inferior en calibre al cañón, que la URSS empezó a producir hace más de medio siglo) y lanzaderas múltiples de cohetes”. Bociurkiw precisó además que, a pesar de que ellos no han usado la palabra “rusos” para referirse a los convoyes, dado que estos no tienen insignias, “nunca antes nuestros ojos” habían presenciado tal despliegue en la zona.
El problema, según varios expertos consultados, está en que las viejas potencias bélicas son también viejos zorros de la guerra, como recalca un general europeo que ha trabajado en contacto con tropas rusas durante la guerra de los Balcanes y en Afganistán. “Los rusos son muy listos. Han enviado a la zona mucho material bélico que posee tanto Ucrania como Rusia, (…) vehículos viejos pero en buen estado, típicos de la Unión Soviética, que probablemente han estado guardados en almacenes como reserva movilizable en caso de emergencia”, opina este general, que pide el anonimato. Un ejemplo, señala, es el carro de combate T-64 BV, “que dejó de producirse en 1987, sumando aproximadamente 13.000 unidades, la gran mayoría de las cuales se encuentran en Rusia y Ucrania”. O los camiones URAL (para los lanzacohetes) y KAMAZ (para la artillería), ambos vistos en la región del Donbás y en poder tanto del ejército ucraniano como del ruso.
‘Desde el sábado pasado se han contado más de 120 camiones que se movían hacia Donetsk. Muchos eran obuses autopropulsados Howitzer de 122mm (pieza de artillería de la URSS)’, dice Michael Bociurkiw, portavoz de la OSCE en UcraniaNo sólo el general lo ve de esta forma. Alessandro Politi, analista geoestratégico y colaborador de la Fundación de la OTAN, recuerda que “a diferencia de otros países de la antigua URSS como Polonia, que poseen también armamento occidental, tanto el material bélico como la formación del ejército ucraniano es prácticamente idéntica a la del ruso”. Según Politi, además, “no hay que olvidar que la manutención de este armamento ha sido muy escasa en Ucrania”. Otros expertos recuerdan también que enviar “convoyes humanitarios” a zonas en conflicto –como los que han continuado entrando en el Donbás en estas semanas–, escondiendo dentro material bélico, no es, ni mucho menos, una estrategia militar nueva o inédita.
Hay quien va más allá. Por ejemplo: el International Institute for Strategic Studies (IISS), un centro de investigación
que analizó algunos vídeos grabados en la ciudad de Sverdlovsk (provincia de Lugansk). Según
Joseph Dempsey, analista del IISS, en las imágenes aparecen varios vehículos militares, entre ellos T-72BM –que poseen un tipo de blindaje reactivo de tercera generación Kontakt 5–, uno de los carros de combate en activo más numeroso del Ejército ruso, pero que no ha sido exportado o usado en otros países. Asimismo, la revista Foreign Policy llegó a informar
de la presencia de sistemas de radares de artillería móvil 1RL232, Leonard, en dotación del ejército ruso.
No obstante, no hay certeza absoluta ni consenso sobre la fiabilidad de estas versiones.
Empresas de Ucrania y sus ‘antiguos’ patrones
Los prorrusos argumentan que el armamento militar en sus manos procede de
los depósitos ucranianos que asaltaron al comienzo del conflicto. Y, por otra parte, lo cierto es que, incluso después de su secesión de Rusia en 1991, empresas de Ucrania han mantenido una relación cercana con sus antiguos patrones, incluso en el sector armamentístico, como recordaba recientemente el periódico digital Russia Beyond the Headlines (RBTH), cuyo principal financiador es la editorial gubernamental rusa Rossíyskaya Gazeta.
“Aunque Rusia y Ucrania compiten en el mercado de armamento de productos elaborados, siguen colaborando de forma estrecha en la fase de producción”,
escribió RBTH. Circunstancias que se suman a que hay varias organizaciones internacionales, entre ellas la OSCE, que se han resistido a denunciar de una forma clara, tajante y directa al Kremlín.
Más enredada aún es la cuestión de la presunta presencia de tropas de la Federación Rusa en las provincias de Donetsk y Lugansk. La prueba más dramática ha sido la denuncia de algunas ONG rusas sobre varios entierros en suelo ruso de soldados de esa nacionalidad, cuyo fallecimiento no ha sido explicado por Moscú. Según esta acusación, difundida principalmente por medios occidentales –estadounidenses, ingleses e incluso españoles–,
miles de soldados de las fuerzas armadas rusas habrían sido desplegados para luchar en el este ucraniano. Todo esto, en algún caso, incluso sin que estos militares fueran previamente informados de su destino y sin que a las familias se les facilitasen datos sobre las circunstancias que llevaron a su muerte.
Pero aquí, de nuevo, se produce una colisión entre la información verificable y la propaganda.
Camiones militares sin distintivos de identificación en la región de Donetsk (Reuters).
“No hay cifras sobre rusos muertos en Ucrania”
Según Peredruk, secretario de la Asociación de Madres de Soldados de San Petersburgo, no hay ‘cifras exactas sobre el número de soldados rusos muertos en Ucrania’, aunque afirma que últimamente ‘hay un inusual aumento de muertes dentro del ejército ruso’Hace meses que ya casi nadie niega la presencia de combatientes de nacionalidad rusa en Donetsk y Lugansk. Sin embargo, según la versión de prorrusos, se trata de “voluntarios”, como reitera Miroslav Rudenko, uno de los ideólogos de la
rebelión prorrusa en el este ucraniano. Cuya versión coincide con lo que cuenta el comandante del batallón Somalí, conocido por su nombre de batalla “Givi", cuando este medio acude a visitarlo en su guarida cerca del aeropuerto de Donetsk, una de las zonas más calientes del conflicto desde el verano pasado, donde los bombardeos entre unos y otros son diarios. Y, asimismo, también es lo que dicen desde el batallón Vostok, el más mediático y armado del conflicto. “Aquí hay gente de padres griegos, holandeses y rusos. Los rusos, sí, vienen a luchar, pero son voluntarios”, recalcaba otro combatiente, con aspecto de armería andante, fusil de asalto AK 47 incluido.
Incluso entre los expertos hay opiniones diferentes. “Lo que es un hecho es que el conflicto en el Donbás ha atraído a numerosos voluntarios, como ya aconteció en otras guerras, véase la Guerra Civil Española (1936-39). En el caso del este ucraniano, muchos de éstos ha venido de Rusia y también opino que las técnicas de lucha bélica que se han puesto en acto son las rusas. Pero dudo de que haya tropas regulares del ejército ruso en la zona”, opina el politólogo ucraniano Alexei Tolpygo. “En mi opinión, se trata de fuerzas de choque bien conjuntadas, disciplinadas y homogéneas, esos no son voluntarios ni reclutas”, afirma, por el contrario, el general europeo.Funeral del adolescente Daniil Kuznetsov, muerto durante combates en Hrabary (Reuters).
¿Igual que en Crimea? Sí, pero no
En Crimea fue diferente. Al menos en parte. Los ‘hombrecillos de verde’ -como sarcásticamente la prensa occidental denominó a los que luego se supieron soldados de la Federación Rusa desplegados en esa península-, desde un principio aparecieron demasiado profesionales, demasiado disciplinados, demasiado equipados. También iban en uniformes sin insignias, pero, con el pasar de los días, difícil fue negar que no eran combatientes con un entrenamiento y armas militares de alto nivel. Además de ello, hablaban con acento ruso y, en la fase final de la ocupación, algunos de ellos incluso llegaron a reconocer ante periodistas que eran rusos.
Aun así, el conflicto en Ucrania ha sido lo que en lenguaje técnico se llama una guerra híbrida. Es decir, una estrategia militar no inédita en la que no ha habido agresión directa, sino una amalgama de elementos que, además del despliegue bélico, han incluido la retórica de las raíces comunes de Ucrania y Rusia. Retórica que, si bien tiene fundamento (en el siglo XI, el Rus de Kiev englobaba Moscú y la capital ucraniana), Putin ha ofrecido una versión parcial. Versión que, sin embargo, ha sido bien acogida por franjas de la población civil de Crimea y, aunque en menor medida, también en el Este ucraniano.
En Crimea fue diferente. Al menos en parte. Los ‘hombrecillos de verde’ desde un principio aparecieron demasiado profesionales, demasiado disciplinados, demasiado equipadosAhora bien, la población civil local –campesinos, exdetenidos, exveteranos de la URSS, anticapitalistas, aventureros de las guerras– sí están luchando en el Este ucraniano, pero no son los únicos, como ya en mayo varios periodistas pudieron confirmar (entre ellas, las arriba firmantes). Uno de los episodios más grotescos fue preguntar por contactos a personas cercanas a la cúpula del RPD -por ejemplo, uno de los primeros cabecillas visibles de la rebelión, Denis Pushilin- y recibir números de teléfonos móviles de Moscú.
Más en concreto, al principio, la cabeza visible de la presencia rusa en el este ucraniano fue la pareja Igor Girkin y Alexánder Borodai. El primero, conocido como Strelkov (sinónimo de tirador, en ruso), apareció en el primer bastión prorruso, Slaviansk, y su presencia sirvió a Kiev para denunciar al Kremlín una vez más como hostigador de las revueltas. Él –excoronel del FSB (antiguo KGB), y combatiente durante los años 90 en Transnistria, Yugoslavia y Chechenia, según las informaciones publicadas por la prensa ucraniana– fue quien organizó en los primeros meses a las tropas rebeldes e introdujo la simbología para las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. Entre otras cosas, fue uno de los que recuperaron de los tiempos de los zares el término Novorossiya (Nueva Rusia) para referirse al Este y Sur de la actual Ucrania.
El segundo, Borodai, es un antiguo conocido de Crimea, donde había sido asesor del actual primer ministro Sergey Aksyonov, después de que este tomara el poder, con el aval de Moscú. Borodai llegó a Donetsk en mayo y enseguida fue nombrado primer ministro de la RPD. El cargo que el ucraniano Alexander Zajarchenko ocupa ahora. Le fue cedido en agosto pasado, cuando varios ciudadanos rusos que ocupaban cargos en Donetsk y Luganks, como Boroday, fueron reemplazados por locales. "Si Rusia hubiera enviado sus tropas aquí, estaríamos hablando de combates en los alrededores de Kiev o de la toma de Lviv (oeste de Ucrania)", respondió Zajarchenko, a las repetidas acusaciones de Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea.
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