Ejercicio de adiestramiento en control de daños y seguridad interior en un buque de la US Navy. (Foto: US Navy)
Domingo 17 de septiembre de 2017, 07:00h
El informe de la US Navy divulgado con las conclusiones iniciales del accidente ocurrido en junio frente a las costas de Japón reafirma que los miembros de la tripulación del USS Fitzgerald (DDG-62) reaccionaron con profesionalismo coraje y determinación para salvar a sus compañeros y contener las inundaciones resultado de la colisión con el mercante de bandera liberiana ACX Crystal.
Foto. El USS Fitzgerald, renqueando, en demanda de la Estación Naval de Yokosuka en Japón. Autor. US Navy.
Un marinero, el especialista en control de daños de primera clase, Gary Leo Rehm Jr., dio su vida para asegurarse de que todos los que quedaron con vida en el sollado inundado pudieran evacuar el espacio inundado. Sus acciones hablan de una tradición de altruismo y una disposición a sacrificarse por sus compañeros. No hay duda que la marina norteamericana honrará adecuadamente su profesionalidad y lo mantendrá como un ejemplo para todos.
Los puntos de vista y las preguntas que se ofrecen en este reportaje, para la consideración de los lectores provienen del informe citado.
En relación al adiestramiento en control de daños y seguridad interior la primera premisa que nos debemos plantear es si el entrenamiento en CD fue el adecuado y si la tripulación respondió bien a él.
Foto. El USS Fitzgerald entrando en Yokosuka. Autor. US Navy.
Otra cuestión importante a plantearse es hasta qué punto este escenario es indicativo de lo que podría suceder en el caso de daños en operaciones de combate. Es evidente que en este último caso existirían diferencias diferencias (por ejemplo, fuego o humo) que podrían complicar una situación de emergencia. Por ello, ¿es suficiente el entrenamiento en CD que da la US Navy para combatir un un daño más extenso en una zona de combate mar adentro?
El tercer punto importante sobre el que hay que extraer conclusiones es si hay que priorizar el buque o la tripulación. En el caso del Fitzgerald, los miembros de la tripulación que combatían la inundación en el sollado 2 dejaron la escotilla del acceso de banda de babor del compartimento inundado abierta tanto tiempo en un intento de salvar las vidas de más compañeros lo que provocó que no pudieran cerrarla completamente. En este caso, fue la decisión correcta. Pero, no siempre podría ser así. ¿Quién determina cuándo se debe aislar un compartimento inundado, lleno de humo o de fuego para evitar la pérdida del buque, independientemente de que esta acción implique la pérdida de tripulantes en ese compartimiento? ¿Cómo puede la Armada norteamericana (o cualquier otra, o incluso una naviera) entrenar a sus oficiales y a los miembros de la tripulación para que tomen tal decisión correctamente y en su momento?
Foto. Explicación del funcionamiento de válvulas y bombas en un destructor de la US Navy. Autor. US Navy.
Evacuación y tratamiento de los heridos es la cuarta cuestión importante sobre la que hay que reflexionar. La marina carece de la capacidad de trasladar a un gran número de marineros heridos a instalaciones de tratamiento adecuadas. En una situación de víctimas en masa, la evacuación por helicóptero será insuficiente, y esta maniobra puede ser impedida o dificultada por una acción de combate en curso. Los marineros heridos probablemente permanecerán a bordo del barco por algún tiempo, y la capacidad de que los médicos de a bordo les puedan proveer de los cuidados necesarios para mantenerlos con vida será será una cuestión crítica hasta que la evacuación sea posible. Este fue el caso durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo se prepara la Armada para proporcionar tal capacidad en futuros escenarios de combate?
El trincado del material a bordo. El informe del accidente del Fitzgerald indica que la evacuación del sollado 2 inundado fue seriamente obstaculizada por diverso material que se había desplazado de su ubicación por no estar debidamente trincado. Muebles, equipo, taquillas y otro material deben estar completamente trincados. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los buques llegaron a tomar mediadas extraordinarias para eliminar los materiales inflamables y peligros potenciales de los buques. Estas costumbre hoy están muy relajadas y ello es un tremendo error. Si bien es posible que aún no haya llegado el momento de tomar medidas tan extremas, la colisión de Fitzgerald sugiere la necesidad de prestar mayor atención a la necesidad de que todos los equipos y materiales que se encuentren a bordo de un buque y estén destinados a hacer más cómoda la vida cotidiana de los marineros en el mar sean seguros en caso de emergencia.
Foto. Una inundación es una de las emergencias más peligrosas en un buque. Autor. US Navy.
Las personas y el equipo: el destructor Fitzgerald tuvo que soliciar apoyo y asistencia del USS Dewey (DDG-105). El equipo de Rescate y Asistencia enviado trajo gente, bombas portátiles y mangueras. A partir de esta situación reflejada en el informe del incidente surgen dos cuestiones clave: la primera es la asignación de tres bombas de achique portátiles por buque, lo cual puede puede ser inadecuado; y segundo, el control de daños es una labor intensiva que requiere un alto grado de adiestramiento, la gente es necesaria en gran número y durante mucho tiempo, lo que conlleva un importante desgaste físico. Una dotación suficiente y suficientemente adiestrada para controlar el daño en una situación de emergencia es un elemento esencial de la viabilidad operacional de una flota.
Foto. Vista del interior del USS Fitzgerald despues del accidente. Foto. US Navy.
Por último, hay que traer a colación la cuestión del aislamiento del sistema. El informe indica que la inundación progresiva fue, en parte, el resultado de la rotura de parte de las tuberías de espuma contraincendios de a bordo del buque. Lo que no aborda es la efectividad que supondría y la viabilidad de aislar esas tuberías de posibles rupturas. Se necesita una cuidadosa consideración al examinar la capacidad de los buques de todas las clases para aislar eficazmente de las rupturas elementos tan sensibles a la inundación como son los sistemas de achique y contraincendios. Evidentemente que ello supone un gasto, seguramente elevado, pero el coste de las válvulas adicionales palidece en comparación con el coste de un barco, una misión, o la pérdida innecesaria de vidas.
Al final, los miembros de la tripulación de Fitzgerald sufrieron daños considerables, los contuvieron, salvaron al buque y lo llevaron a puerto por sus propios medios. La pregunta clave sigue siendo, ¿cómo harían frente los barcos de la Marina de los Estados Unidos a un daño mucho más extenso y destructivo en el supuesto caso de una futura acción naval de combate naval? No cabe duda que la respuesta a esa pregunta es la cuestión clave que el análisis pormenorizado de las lecciones aprendidas en este caso puede aportar.
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