Marcha
Turquía se acerca a Siria prometiendo la “paz”, pero invade militarmente el país con el objetivo de desbaratar la resistencia kurda. Mientras tanto, Estados Unidos y Rusia juegan sus fichas en Medio Oriente generando un futuro incierto.
“Los tiempos cambian”, dice la popular frase. Y en Medio Oriente, esos tiempos cambian de forma acelerada con el transcurso de las horas. El ejemplo más concreto y reciente es el del gobierno del presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Hasta hace apenas unas semanas, sobre Erdogan y su administración caían todas las críticas (principalmente de Siria, Rusia e Irán) por solventar y apoyar al Estado Islámico (o Daesh). Pero ahora, reuniones del más alto nivel mediante, el gobierno turco intenta posicionarse como la llave que permitiría devolver la estabilidad en territorio sirio.
Frustrado el golpe de Estado del 15 de julio pasado en Turquía, Erdogan viró con su política y, luego de restablecer relaciones con Rusia, declaró su disposición en colaborar para derrotar al Daesh y ayudar con la solución del conflicto sirio.
El primer ministro turco, Binali Yildirim, efectuó varias declaraciones en este sentido. El sábado expresó que su gobierno busca asumir un papel más activo en Siria durante los próximos seis meses para evitar una “división sectaria” del país. De esta manera, Yildirim se refirió más que a “salvar” a Siria, a redoblar los esfuerzos para derrotar el proceso revolucionario que desde hace más de cuatro años se despliega en el norte de Siria, la región kurda denominada Rojava.
En los últimos días, desde el gobierno turco remarcaron que uno de sus principales objetivos es cortar la acción de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) y del Partido de la Unión Democrática (PYD), ambos vinculados al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Erdogan y sus funcionarios no han parado de repetir que la lucha debe direccionarse con el Estado Islámico y el PKK, poniendo a ambas organizaciones en el mismo plano, pese a que se encuentran en las antípodas ideológicas.
En las últimas horas ocurrieron una serie de hechos que muestran que el proceso político generado en Rojava corre peligro:
-El 23 de agosto, Erdogan se reunió con Masud Barzani, el multimillonario presidente del Kurdistán Autónomo de Irak. Barzani, líder histórico del Partido Democrático de Kurdistán (PDK), es un enemigo declarado del PKK. Ambos mandatarios discutieron medidas para combatir a la insurgencia kurda y al Daesh. La relación de Erdogan y Barzani se acrecentó con el correr de los años, razón por lo cual el dirigente del PDK no emite palabra cada vez que la aviación turca bombardea las montañas de Kandil, ubicadas en el Kurdistán iraquí y donde se encuentra la comandancia del PKK. A diferencia del PKK, Barzani busca a toda costa declarar un Estado kurdo independiente que comprenda los territorios iraquí y sirio. Debajo de ese suelo están las principales reservas petroleras de ambos países. Las razones de Barzani se encuentran en el control de esas riquezas
-El mismo martes, Turquía ingresó por tierra y aire a Rojava, bajo la excusa de combatir al Daesh. El punto elegido fue Jarablus, el paso fronterizo que el Estado Islámico utiliza para traficar armas y petróleo. Las milicias YPG/YPJ intentan recuperar el control de esa zona para unir los cantones de Cizîr, Kobanê y Efrîn, que conforman Rojava. Ante la avanzada turca, Jalid Isa, representante del PYD, denunció que el gobierno de Erdogan “está tratando de convertir su ocupación indirecta de Siria en directa”, por lo cual exigió que Turquía “se retire inmediatamente del territorio sirio y detenga su apoyo a los grupos terroristas en Siria; de otra manera, obligaremos a las fuerzas turcas a salir de nuestro territorio”. Por su parte, las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS, integradas por kurdos y árabes) alertaron sobre los “peligrosos desafíos que las potencias regionales están imponiendo a nuestro pueblo”. En estos momentos, las fuerzas turcas están combatiendo junto al Ejército Libre Sirio (ELS), grupo considerado “terrorista” por el gobierno de Damasco. A su vez, Rodi Osman, representante del Kurdistán sirio en Moscú, denunció que Jarablus “fue bombardeada por tanques, artillería y aviación. En el ataque también participaron miembros de grupos radicales islamistas, como el Frente Fatah al Sham (antiguo Frente al Nusra), Ahrar al Sham, Sultan Murad, Nureddin al Zinki y Yeish al Fath”.
-Al mismo tiempo que Turquía atacaba Jarablus, el vicepresidente de Estados Undios, Joe Biden, visitó Ankara. Según el portal Russia Today, Estados Unidos y Turquía llegaron “a un acuerdo por el cual los kurdos no pueden estar en los territorios que se encuentran al oeste del río Éufrates”. Si las fuerzas kurdas no respetan esto, “Washington dejará de prestarles ayuda”, afirmó Biden. La Coalición Internacional que lidera la Casa Blanca es, según el PKK, un aliado táctico en Siria para derrotar al Daesh. Pero algo que se sospechaba empezó a ocurrir: con las declaraciones de Biden se ve el primer paso público de Washington para distanciarse de las YPG/YPJ. Estados Unidos respalda militarmente a las milicias kurdas y a las FDS, pero no comparte la creación de una federación autónoma en el norte de Siria y tampoco el proyecto político y social que se impulsa en Rojava.
-Como nunca había ocurrido antes, las YPG/YPJ se enfrentaron al Ejército sirio durante varios días en la ciudad de Hasake. Desde que las Fuerzas Armadas sirias se habían retirado de Rojava, dejando el control a las milicias kurdas, ocurrieron algunas escaramuzas entre ambos bandos. Aunque se llegó a una frágil tregua entre las YPG/YPJ y el Ejército sirio, las tensiones no disminuyeron. Polat Can, portavoz de las YPG, declaró que el ataque ordenado por Damasco intenta “crear enfrentamientos con los kurdos en Hasake para compensar la pérdida de ISIS de la ciudad Manbij”. Polat Can fue claro al decir que “los kurdos hoy están luchando una guerra que podría evitar guerras en el futuro, por lo que no vamos a negociar más sobre la presencia militar del régimen en la región”. Cuando todavía los fusiles se mantenían hirviendo, Hakan Fidan, enviado del jefe de la Agencia Nacional de Inteligencia (MIT) de Turquía, visitó Damasco para reunirse con funcionarios sirios. El diario libanés As Safir informó que el general Ismail Hakki Pekin, que sirvió como jefe del Departamento de Inteligencia de las Fuerzas Armadas turcas, visitó Siria el 27 de mayo pasado.
Por estas horas algo está cambiando en Siria. Con el acercamiento de Turquía a Damasco, la cuestión kurda parece que está siendo puesta como moneda de cambio, como ya ocurrió en otros momentos. Si en Siria se define buena parte del futuro de Medio Oriente, las opciones no son muchas: o triunfan las ideologías más reaccionarias (encarnadas en el Daesh y en grupos solventados por Arabia Saudí), o se mantiene el status quo histórico sosteniendo al gobierno sirio (algo que buscan Rusia y sus aliados), o se abre paso a un profundo proceso de democratización y transformación social encarnado en la experiencia de Rojava. Por lo visto, esta última opción no conforma ni a Estados Unidos ni a Rusia, y mucho menos a Turquía, que hace todos los esfuerzos para desbaratar la revolución en el norte de Siria y su inevitable contagio a las otras regiones del Kurdistán.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215984