13 de mayo de 2014 19:05:03
En el desfile del Día de la Victoria Rusia mostró su potencial militar. Foto: Ria Novosti
Cuando en Moscú y otras ciudades rusas se celebraba por estos días el aniversario 69 de la gran victoria contra el fascismo, pude observar que en otros lugares de la Europa actual la efeméride pasó por alto.
Incluso en algunas ciudades ucranianas—y eso es muy significativo—, quienes se atrevieron a celebrar la fecha fueron reprimidos violentamente por la actual policía devenida en defensora de los elementos neofascistas que tras el golpe de Estado conducen los destinos de esa nación europea.
¿Será que la memoria histórica ha quedado borrada de la mente de los sistemas que conducen los destinos de un continente donde el fascismo resultó una epidemia letal?
No obstante, los máximos dirigentes rusos encabezados por Vladimir Putin han mostrado al mundo la otra cara de esa moneda y han preservado —para bien de las actuales y futuras generaciones y de la humanidad— ese recuerdo que no debe repetirse de ninguna forma.
El gran desfile de hombres y medios de combate en la Plaza Roja de Moscú mostró a una Rusia que se sabe amenazada en el mapa geopolítico de un Occidente, que bajo las riendas norteamericanas, se empeña en destruir su ejemplo y su existencia.
Se mostró cómo no se ha olvidado que en el mundo de hoy se hace imprescindible, junto al desarrollo económico y social, contar con un poderío militar capaz de frenar las aspiraciones imperiales de la unipolaridad.
El escudo antimisiles que Washington ha instalado en países de Europa del Este, junto a una OTAN muy belicista empeñada en llevar sus armas y sus militares al suelo ruso, son los exponentes más visibles de este contexto de amenaza real.
Su expresión más cercana se ve en la forma en que Washington y Europa han apoyado y financiado el golpe de Estado en Ucrania, no importa que para ello se hayan tenido que comprometer con el sostenimiento de autoridades locales de corte neofascista.
Saben el imperio y sus seguidores que una chispa prendida en Ucrania puede conducir a un gran incendio en esa región y la vecina Rusia no debe permitirlo bajo ningún concepto.
Ya, en una primera respuesta clara al amenazador escudo norteamericano, ideado por el exmandatario George W. Bush, y al que Barack Obama no ha renunciado, Rusia instaló misiles Iskander en Kaliningrado, según el diario alemán Bild, que recuerda que esas armas son capaces de portar cargas nucleares.
Para todos debe estar claro el verdadero objetivo de ese escudo norteamericano: lograr una ventaja estratégica decisiva ante Rusia, ya que Estados Unidos podría lanzar un primer golpe nuclear apostando a su capacidad defensiva para neutralizar toda respuesta.
Y mientras la retórica amenazante del Pentágono se expande a través de la gran prensa a su servicio, ya se confirmó que Estados Unidos ha desplegado 24 misiles SM-3 en Polonia y otros tantos en Rumania, además de un número no precisado de misiles Aegis a bordo de fragatas situadas en el mar Mediterráneo. Todos esos misiles están integrados a un súper-radar emplazado en Turquía y a radares móviles que pueden ser rápidamente expandidos en “posición avanzada”.
En la base aérea rumana de Deveselu, se construye una instalación terrestre de misiles Aegis, financiada por el Pentágono con 100 millones de euros, que comenzará a operar en 2015, y que contará con 500 militares estadounidenses para su manejo operativo.
Otra acción de Washington es la de transformar cientos de bombas atómicas B61-11 de las que mantiene en Europa, en B61-12, utilizables como explosivos antibúnker. Oficialmente, esos proyectiles están clasificados como armas nucleares tácticas, pero al estar desplegadas en Europa —o sea, cerca del territorio ruso— se convierten de hecho en armas estratégicas con un alcance superior a los 5 500 kilómetros.
A estos medios se agregan otras 2 150 ojivas estratégicas estadounidenses y más de 500 francesas y británicas listas para su uso inmediato.
Rusia, según el comandante de las Tropas Espaciales, teniente general Oleg Ostapenko, podrá controlar los misiles lanzados desde el Atlántico Norte y el sistema del escudo antimisiles europeo mediante su nuevo radar en la provincia de Kaliningrado.
Y como aspecto más completo y novedoso, ahora Moscú dispone de las Tropas de Defensa Aeroespacial que incluirá unidades y sistemas anteriormente dispersos.
“Los operativos del Centro de Defensa Aeroespacial han asumido el control sobre ataques con misiles, defensa antimisiles, defensa aérea, control del espacio y del lanzamiento y seguimiento de satélites”, manifestó el portavoz de la nueva Rama, el coronel Alexei Zolotujin.
Esas tropas están compuestas por un sistema de alerta sobre ataques con misiles; un sistema de control del espacio cósmico; la infraestructura de lanzamientos espaciales con fines militares; las unidades de Defensa Antiaérea de la Fuerza Aérea de Rusia; y el Mando único de la Defensa Aeroespacial.
De modo que ese sistema unificado dispondrá de los datos sobre los hipotéticos ataques aeroespaciales y tendrá en sus manos los medios de destrucción de misiles balísticos y de crucero, aviones, etc.
Asimismo, controlarán todos los radares de la Defensa Antiaérea nacional, los de alerta temprana sobre ataques con misiles y los sistemas de exploración orbital tanto con ayuda de medios terrestres como por satélite, según la agencia Ria Novosti.
En fin, Rusia se sabe amenazada y a la vez con la responsabilidad de frenar los reales intentos —cada vez mayores— de Estados Unidos y la OTAN, aferrados en cercarla, dominarla y destruirla.
En esa batalla, también Moscú se siente responsable de conservar la memoria histórica en un mundo donde cada vez más se trata de olvidar un fascismo cruel que aún hoy conserva sus raíces.
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