Posted: 30 May 2016 07:46 AM PDT
El diseño de los microsatélites argentinos se hace en un departamento de Palermo.
Foto: Satellogic
Se lanzaban al espacio esta madrugada; miden menos de un metro de altura; permitirán monitorear campos, cultivos e infraestructura en tiempo real
Si todo funcionó de acuerdo con lo previsto, media hora después de la medianoche de Buenos Aires, dos paralelepípedos de apenas 80 cm de alto, 40 de ancho y 40 de profundidad se convirtieron en los primeros nanosatélites argentinos en surcar el espacio completamente funcionales y aptos para ofrecer servicios comerciales.
A un costo mil veces menor que los que desarrollan las agencias espaciales estatales, Fresco y Batata, como los llamaron sus creadores, en alusión al típico postre local, coronan el ciclo de desarrollo de la joven compañía tecnológica Satellogic, creada por Emiliano Kargieman con apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y del Invap.
Los precedieron tres aparatos de ensayo puestos en órbita en dos años: Capitán Beto, el 26 de abril de 2013; Manolito, el 21 de noviembre de ese mismo año, y Tita (por la inolvidable morocha argentina), el 20 de junio de 2014.
"En los tres primeros probamos la tecnología -cuenta Kargieman, ansioso por el inminente lanzamiento y la puesta en marcha operativa de la compañía-.
Con estos dos ya podemos ofrecer servicios."
Fresco y Batata transportan tres cámaras de un metro de resolución: una multiespectral, otra hiperespectral y otra térmica.
La multiespectral toma imágenes en rojo, verde, azul e infrarrojo cercano. "Es particularmente útil para aplicaciones en agricultura, porque permite conocer distintos parámetros biofísicos de los cultivos", explica.
"La hiperespectral saca fotos en 600 bandas y ofrece información, por ejemplo sobre composición química de los vertidos de una fábrica, variedades específicas de ciertos cultivos, absorción de clorofila y otros aspectos, como la evapotranspiración", agrega.
La cámara térmica obtiene imágenes en el infrarrojo.
"No predomina lo que se refleja de la radiación solar, sino la radiación de cuerpo negro, que es tanto más intensa cuanto más elevada es la temperatura del emisor -continúa-.
Con ésta incluso podemos detectar variaciones de centésimas de grado, «ver» la humedad de los suelos, saber cuánto petróleo hay en un barco o determinar la eficiencia energética de un edificio.
Son datos que sirven para tomar decisiones de distinto tipo.
Pero como nuestros satélites son miles de veces más económicos, nos permiten distribuirlos a un costo mucho menor."
Emiliano Kargieman junto a uno de los primeros nanosatélites que diseñó.
Foto: LA NACION / Martín Lucesole
Satellogic ya firmó cartas de intención con 10 clientes que comprarán estos servicios para monitoreo diario de campos y cultivos, y de infraestructura crítica para gobiernos.
También, para control de seguridad en la industria petrolera y en el medio ambiente.
Otras 45 compañías, en el país y en el mundo, se aprestan a recibirlos una vez que ambos satélites estén activos.
Los aparatos pesan unos 35 kg (10 más que Tita) y se desplazarán uno detrás del otro a lo largo de una órbita polar (es decir, que rodean la Tierra pasando por los polos) a 500 km de altura.
Completan una vuelta cada 93 minutos.
"El tiempo de desarrollo de estos satélites fue de un año -detalla-, aunque, por supuesto, estamos avanzando de manera incremental sobre todo lo que veníamos haciendo con los satélites anteriores.
Y si bien hay empresas en otros países que están yendo en busca de la misma oportunidad, en este momento vamos a estar liderando este campo en términos de satélites de alta resolución, con un margen 100 veces mejor en eficiencia y costos."
Democratizar el espacio
La fascinación de Emiliano Kargieman con la tecnología empezó muy temprano.
Tenía ocho años cuando "se metió" en la Commodore 64 que había recibido de regalo para que ésta le diera más "vidas" en un juego de invasiones extraterrestres.
A los 15, armó su primera empresa con compañeros del secundario para hacer software destinado a pequeños negocios que estaban empezando a utilizar computadoras personales para llevar la contabilidad.
A los 17, lo contrataron en la AFIP dentro de un grupo que hacía investigación en seguridad.
Y a los 19, mientras estudiaba matemática en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, fundó Core Security, una compañía de seguridad informática que desarrolló el primer producto para hacer penetration testing, un programa que emula lo que haría un atacante y después genera un reporte de cuál fue el camino de entrada.
Core fue la primera empresa del mundo que logró automatizar este proceso, que se suponía que no era automatizable.
Hoy es una multinacional con base en Boston, tiene entre el 5 y el 8% de las patentes argentinas en los Estados Unidos y cuenta entre sus clientes al 80% de las compañías que figuran en el ranking Fortune 500.
Pero en 2006 abandonó esa compañía exitosa para crear una de inversiones de riesgo, Aconcagua Ventures. Mientras estaba impulsando este nuevo emprendimiento, se dio cuenta de que en realidad lo que le gustaba era "hacer cosas".
Tras algunas semanas en la Singularity University, un proyecto de los futurólogos Ray Kurzweil y Peter Diamandis que invita a emprendedores para que planteen un proyecto que permita mejorar la vida de 1000 millones de personas, se dio cuenta de que se podía revolucionar la industria del espacio reviviendo el romanticismo de las primeras épocas de la computación.
"Me di cuenta de que la industria del espacio usa ingeniería de hace cincuenta años, es terriblemente renuente al riesgo y está dominada por pocos jugadores muy grandes, que en general son proveedores del Estado -comentó a LA NACION al conocerse sus primeros logros-.
Eso resta incentivos para hacer las cosas en forma más eficiente, más rápida, más económica y mejor."
De esa convicción surgió Satellogic, una audaz aventura para democratizar la tecnología espacial y ponerla al alcance de pequeñas empresas, laboratorios, estudiantes, amateurs.
Con sabor local
El 26 de abril de 2013 presentó su primer "retoño", Capitán Beto, lanzado a bordo de un cohete chino.
Era un cubo de 20 cm por 10 cm por 10 cm, de sólo dos kilos y medio de peso, que giró a 450 km de altura por sobre la superficie terrestre y se armó con materiales de ferretería y de teléfonos celulares.
Un grano de arena en el océano cósmico, pero que permitió hacer una prueba de concepto concluyente.
Unos meses más tarde, desde la base rusa de Yasni, puso en órbita Manolito, de similares proporciones, diseñado y ensamblado en un ph de Colegiales.
En 2014 despegó Tita, que ya pesó 25 kilos y estaba preparado para jugar en primera.
Aunque también fue un prototipo, y se produjo con las mismas estrategias de diseño y fabricación con componentes de uso comercial (resortes de ferretería, electrónica de teléfonos celulares y computadoras personales), permitió tomar imágenes y videos de dos metros de resolución, más o menos lo mismo que hace un satélite tradicional.
En estos tres años, Satellogic creció y hoy emplea a 63 personas que trabajan en seis países. Son físicos, ingenieros y especialistas en ciencias de la computación cuyo promedio de edad ronda los treinta años.
"La mayor parte está en la Argentina, donde hacemos investigación y desarrollo -detalla el emprendedor-.
La planta de integración la tenemos en Uruguay; en Israel tenemos un equipo de desarrollo de software; en Palo Alto, Estados Unidos, el desarrollo de negocios, y equipos de venta en Colombia, Canadá e Israel."
Todos los nanosatélites se diseñaron con tecnología totalmente made in Argentina y sin emplear dispositivos espaciales, solamente electrónica de consumo.
Los datos que envíen se recibirán en una estación terrena de la Argentina, diseñada y operada por los científicos e ingenieros de la compañía, y otra en Svalbaard, Noruega, cerca del Polo Norte.
Kargieman pronostica cielos despejados para el negocio satelital.
Gigantes como Google y Facebook ya ingresaron en el mercado de los satélites pequeños y se espera que crezca velozmente en los próximos años.
Satellogic picó en punta.
En noviembre lanzará otro pequeño satélite y dos más en marzo próximo.
Los seis conformarán la constelación Aleph, como el cuento de Borges.
"Un poco de nerviosismo es inevitable -confiesa-.
Queremos que los datos espaciales estén al alcance de la mano.
Estamos contentos y con ganas de empezar a operarlos, ofrecer datos satelitales y sentir el «tirón» de una compañía que empieza a estar impulsada por las necesidades de los clientes."
Nora Bär
LA NACIONç