Artículo de opinión de Mikel Koba
El 13 de junio de 1953, hace 60 años, fueron ejecutados en la silla eléctrica los esposos comunistas norteamericanos Julius y Ethel Rosenberg, acusados de pasar secretos militares a la Unión Soviética.
A quienes pretendan justificar este crimen de Estado por la “guerra fría” de entonces le diremos: los EEUU de Norteamérica nunca han sido una democracia ni en su política interna ni externa. Han sido un régimen burgués reaccionario tempranamente convertido al capitalismo imperialista que ha liquidado de todas las maneras posibles las formas de oposición capaces de derribar del poder a la ambiciosa oligarquía. Se ha recubierto con los ropajes de los derechos humanos, la libertad de expresión, las libertades civiles y políticas únicamente para mejor consolidar su poder y servir de válvula de escape a las innumerables tensiones sociales que su sistema injusto provoca a cada paso.
Si los pueblos aborígenes hacían frente a la expansión territorial gringa simplemente se les masacraba y a los supervivientes se les metía en reservas. Si los obreros de sus plantaciones se levantaban se les colgaba. Si los obreros de sus fábricas reclamaban condiciones menos brutales de trabajo se les quemaba vivos. Si surgían organizaciones sindicales o políticas que cuestionaban el sistema se encarcelaba a sus dirigentes, se les despedía, forzaba al exilio o asesinaba. Si políticos del propio sistema se vuelven molestos se les mete dos balas en la cabeza. Si activistas en cualquier parte del Mundo se convierten en algún tipo de peligro u obstáculo se les secuestra e interna en la red secreta de cárceles de las que dispone la CIA por orden de Bush y ratificada por Obama.
¿Este es el país de los derechos humanos o un feroz régimen explotador que tiene en la violencia su herramienta preferida para perpetuarse? ¿No es extraño que el Día Internacional de los Trabajadores y el Día Internacional de la Mujer Trabajadora conmemoren sendas masacres de proletarios en ese país?
Obviamente los capitalistas yanquis prefieren recurrir a otros medios antes que desenfundar el “Colt” que siempre cargan en la cintura como en sus películas del Far-West. Prefieren alcoholizar a los indios, sobornar a los negros, corromper a los sindicalistas, integrar a la izquierda con cantos de sirena reformistas, adoctrinar a los estudiantes con teorías estúpidas fabricadas en sus universidades de “propaganda”, como las califica Petras (Yale, Harvard, Columbia…), comprar a los profesores críticos con suculentas becas de sus fundaciones (Ford, Mellon y otras) y adormecer a la población con abundante droga, whisky, pornografía, sexo, “industria del espectáculo” y consumismo desenfrenado. Sin embargo la espada de la violencia siempre pende sobre las cabezas de todas las gentes decentes que habitaron o habitan en ese país convertido en pesadilla para la Humanidad entera.
Los esposos Rosenberg son mártires de la clase obrera, de los pueblos y del comunismo norteamericano, pero no son los únicos. Antes colgaron a 5 sindicalistas en 1887; en 1890 el ejército masacró a 300 indios lakotas en Dakota del Sur incluyendo muchos niños; detuvieron al escritor Jack London por hablar del socialismo en 1897; ejecutaron en 1911 al sindicalista del Industrial Workers of the World (IWW), Joe Hill; asesinaron a tiros a 5 miembros del mismo sindicato y desaparecieron a otros 6 en 1916; forzaron al exilio al periodista John Reed; lincharon al IWW, Frank Little, en 1917; encarcelaron al candidato presidencial del Partido Socialista, Eugen Debs, en 1918; colgaron a los anarquistas Sacco y Vanzetti en 1927; a partir de 1936 encarcelaron en numerosas ocasiones al líder independentista puertorriqueño Pedro Albizu Campos; en 1951 encarcelaron al notable escritor comunista Dahiel Hammet; asesinaron en la cárcel en 1953 al dirigente comunista Robert Thompson; dejaron ciego al presidente del Partido Comunista, Henry Winston, mientras sufría prisión.
Después asesinaron al líder revolucionario Malcom X en 1965; a unos 40 miembros del Partido de los Panteras Negras; al líder negro Martin Luther King en 1968 y al propio presidente del país John F. Kennedy en 1963; encarcelaron a la comunista Ángela Davis en 1972; de 1973 a 1975, 69 activistas del Movimiento Indio Americano (MIA) asesinados en Pine Rigde; el dirigente del MIA, Leonard Peltier, encarcelado desde 1976 por dos condenas injustas; el cantante comunista Paul Robeson acosado y envenenado en 1976; el ex pantera negra Mumia Abu Jamal condenado a muerte desde hace 30 años; en 1993 a resultas del acoso de las autoridades 86 miembros de un grupo religioso extremista mueren abrasados en Texas; en 1998 son encarcelados 5 patriotas cubanos; y un largo etcétera.
Tras la segunda guerra mundial el gran capital decidió destruir el Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA) que se reforzaba. En las elecciones municipales de Nueva York, por ejemplo, de 1945 obtuvo el 9% de los sufragios y 2 concejales de un total de 23. La represión comenzó en 1948 cuando 10 dirigentes fueron condenados a 5 años de cárcel por “conspiración” y a sus abogados por “ultraje” a la Corte. De 1948 a 1956, 145 cuadros dirigentes del Partido fueron condenados a 148 años de cárcel y a 500.000 dólares de la época como multa.
Ya hemos mencionado que Robert Thompson, muy popular por haber sido héroe de la segunda guerra mundial, fue asesinado en la cárcel. Miles de comunistas, simpatizantes y sus familiares perdieron su empleo, vivienda, derechos sociales y fueron expulsados de los sindicatos. Miles tuvieron que exiliarse.
En 1953 los esposos Rosenberg son ejecutados. El senador fascista McCarthy desató una “caza de brujas” contra los intelectuales y artistas de izquierda del mundo cinematográfico. Comunistas como los guionistas de cine Paul Jarrico y Howard Fast, el director Dalton Trumbo y el escritor Dashiell Hammet fueron encarcelados, Bertolt Brecht y Charles Chaplin debieron huir de los Estados Unidos. Ahí nació Hollywood como fábrica de películas imbéciles que obligan a no pensar y a soñar en “superhéroes”.
En 1950 el CPUSA tenía 31 mil afiliados, pero para 1956 solamente unos pocos miles, todos espiados estrechamente por el FBI.
¿Es esto una democracia?