La comisión constituida en Reino Unido para analizar la implicación británica en la guerra de Irak, la encargada de la elaboración del 'informe Chilcot', ha concluido que el Gobierno de Tony Blair se precipitó al sumarse a la alianza liderada por Estados Unidos y esgrimió la supuesta amenaza de las armas de destrucción masiva con una certeza que no estaba justificada. "La guerra no era el último recurso", ha señalado John Chilcot, el responsable de este grupo, durante su intervención.
Chilcot ha explicado ante los medios que durante estos años ha tratado de analizar si la intervención británica fue "adecuada y necesaria" y si el país debería haber estado "preparado" para el largo conflicto que vino después.
El informe encuentra fallos antes incluso de la intervención, en el proceso de toma de decisiones. El responsable ha añadido que Tony Blair, el primer ministro de Reino Unido por aquel entonces, le prometió a George Bush apoyarle "en lo que fuera" sin importar la opinión pública del país o del extranjero. Además, según el informe, Tony Blair se convenció a sí mismo de que había armas de destrucción masiva en Irak, pese a que los servicios de inteligencia de Reino Unido le habían dicho lo contrario.
La comisión ha cuestionado la preparación de Reino Unido ante las consecuencias que podrían derivarse de la invasión y ha dicho que Londres subestimó los riesgos. Asimismo, ha determinado que el Gobierno "fracasó al alcanzar los objetivos" que se había marcado antes de enviar tropas a Irak.
También critica la falta de organización de las tropas británicas tras la invasión, llegando a calificar de "humillante" las negociaciones con milicias locales, y la incapacidad del Gobierno para dar una respuesta. Sir John dice que la seguridad del ejército empezó a deteriorarse en las provincias ocupadas y el Ministerio de Defensa poco hizo para arreglarlo.
Por otro lado, "Blair había sido alertado de que la acción militar aumentaría la amenaza de Al Qaeda para Reino Unido y los intereses británicos. También fue advertido de que una invasión podría llevar a que las armas y los equipos de Irak terminaran en manos de los terroristas", ha añadido Chilcot.
Una invasión "de buena fe"
Blair ha respondido al informe reiterando que, al margen de cualquier tipo consideración política o militar, tomó la decisión de invadir Irak "de buena fe" y en base a lo que creía que más beneficiaba al país. El antiguo dirigente laborista ha recalcado en un comunicado que las conclusiones no detectan mentiras por parte de su Administración.
El ex primer ministro ha defendido de esta forma que derrocar a Sadam Hussein era la mejor opción, al tiempo que ha descartado que la caída del mandatario iraquí pudiese ser el detonante "del terrorismo que hoy existe en Oriente Próximo en otras partes del mundo".
Sin embargo, sí ha admitido las "graves críticas" recogidas y ha prometido dar respuesta a las mismas, así como asumir "la plena responsabilidad por todos los errores sin excepciones o excusas". Blair confía en que los actuales y futuros líderes "puedan aprender de la experiencia".
Investigación dispuesta por Brown
Familiares de los militares fallecidos en la guerra y algunos políticos confían en que este extenso documento sirva de base para procesar a Blair. El informe ha sido elaborado por John Chilcot, antiguo funcionario del ministerio británico para Irlanda del Norte, que ha revisado, con la ayuda de varios colaboradores, unos 150.000 documentos, muchos de ellos confidenciales.
Esta investigación fue dispuesta por el primer ministro laborista Gordon Brown -en el poder entre 2007 y 2010- después de intensas presiones de políticos y de las familias de los 179 militares británicos que perdieron la vida en el conflicto armado. El objetivo de Chilcot era evaluar las decisiones que se tomaron antes y durante la guerra, las medidas adoptadas y establecer qué se puede aprender de uno de los episodios más polémicos del mandato del laborista Tony Blair (en el poder entre 1997 y 2007).
Testigos entrevistados
Más de 150 testigos han prestado declaración, entre ellos Tony Blair y políticos que estuvieron entonces en el poder, como el exministro laborista de Asuntos Exteriores Jack Straw y el antiguo titular de Defensa Geoff Hoon, además de militares.
Al dar luz verde a esta investigación, Gordon Brown esperaba que durase dos años, pero su complejidad y la necesidad de preservar información secreta han retrasado su publicación.
Tony Blair no será acusado de haber violado ninguna ley puesto que la investigación no fue abierta con el objetivo de establecer la legalidad de las medidas tomadas antes y durante el conflicto. Se calcula que el coste de esta investigación ha sido de 10 millones de libras (unos 11,8 millones de euros).
Con motivo de esta guerra, hubo numerosas manifestaciones en Londres en contra de la decisión de Blair, quien aceptó la intervención junto con el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, por considerar que el entonces presidente de Irak, Sadam Husein, poseía armas de destrucción masiva que lo convertían en una amenaza para el mundo.
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