Lo hizo al presidir el Consejo de Seguridad en Nueva York. Londres insistió en una negociación con los isleños.
Foro. Cristina Fernández ayer en el Consejo de Seguridad, a su derecha se sentó el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon./ADRIANA GROISMAN
NUEVA YORK. ENVIADO ESPECIAL - 07/08/13
La Argentina logró ayer un debate altamente convocante en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. A las diez de la mañana Cristina Kirchner se ubicó en la silla de presidente del Consejo, leyó el orden del día y golpeó cinco veces una tablita con un martillo de madera para dar por “aprobados” los puntos del “orden del día”. Tres horas más tarde, y pasados una veintena de discursos formales, de previsible lenguaje diplomático y monótonos en su mayoría, le tocó hablar. Después, una vez que se retiró, el debate se calentó con la respuesta del británico y el estadounidense a las críticas presidenciales.
Cristina fue la única que no leyó –es excepcional que lo haga–, y aunque en tono muy moderado y reflexivo, rompió los moldes: reclamó diálogo al Reino Unido por Malvinas, cuestionó el espionaje cibernético de los EE.UU., y expresó la necesidad de reformar el Consejo de Seguridad. A solo cinco días de las primarias, la Presidenta fue a la sede de la ONU para amplificar –lo que en los cálculos del Gobierno tiene réditos domésticos– el hecho de que el país ocupa este mes la presidencia del Consejo (por novena vez en su historia), como miembro no permanente.
En su mensaje, la Presidenta cuestionó que el Reino Unido “no respeta” la resolución de la ONU de 1965. “ No se trata de una postura caprichosa, simplemente decimos: queremos que se cumpla la resolución y que ambos países nos sentemos a discutir sobre una cuestión litigiosa y controversial”, afirmó. Poco después cuando Cristina llamó a un receso para almorzar, uno de los últimos en dejar el hemiciclo fue el embajador británico ante la ONU, Mark Lyall Grant. “La discusión no es sólo una cuestión para los dos gobiernos. No puede haber una discusión sobre la soberanía a no ser que los propios isleños lo quieran”, expresó Grant.
Para el momento que le tocó hablar como país, Cristina ya se había tomado al menos dos tecitos y rechazado un tercero que el canciller Héctor Timerman aprovechó. Cristina se sentó entre el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, y el secretario administrativo. Muy cerca estaban el británico Grant y la embajadora de EE.UU., Samantha Power (42). Cristina usó también esta tribuna para rechazar el espionaje cibernético aunque evitó mencionar a EE.UU. (ver aparte). Expresó la necesidad de reformar el Consejo de Seguridad, y cuestionó el derecho a veto de sus cinco miembros permanentes (EE.UU., Rusia, China, Francia y el Reino Unido). “C on derecho a veto son los que obturan la verdadera resolución de los conflictos ”, disparó.
La convocatoria reunió a representantes de la Unasur, la Celac, la Unión Africana y la Liga de Países Arabes y a catorce cancilleres, lo que evidenció un trabajo diplomático previo. Cristina, a las cinco, le dejó la silla a la embajadora Marita Perceval, para volver a Buenos Aires donde encabezará mañana el cierre de la campaña.
Pero la sesión se fue calentando. Al final, el embajador británico reiteró su posición sobre Malvinas y salió al cruce del canciller uruguayo, Luis Almagro, quien había denunciado actividades hidrocarburíferas. Grant adujo la “libre determinación”, y que todas esas actividades “están reglamentadas por el Gobierno de las islas”. La cosa no quedó ahí. Perceval replicó que es “conocida la posición argentina sobre su soberanía de las islas y se hizo referencia a ella esta mañana”, por la Presidenta. Ya eran más de las 20, y la maratónica sesión se cerró cinco minutos más tarde.