Por Max Mojica*6.mar.2016 | 20:36
En los sesenta, mientras el movimiento hippie tomaba fuerza en Estados Unidos, fumando marihuana y practicando su amor libre, y mientras en El Salvador redactábamos una nueva Constitución, que prohibía “las doctrinas anárquicas y contrarias a la democracia”, prohibición que los gobiernos militares aplicaron en contra del Partido Comunista Salvadoreño y de los movimientos de izquierda, en las aguas del Caribe se jugaba el destino de la humanidad.
Ocurrió un sábado 27 de octubre de 1962. Probablemente ya nadie lo recuerda, sin embargo, el futuro de la humanidad pendió de un hilo ese día. Rusia había levantado plataformas de misiles en Cuba, amenazando los Estados Unidos. El presidente Kennedy, alertado por los aviones espías de la CIA, declaró el bloqueo comercial de la isla enviando destructores para hacerlo efectivo, es decir, el bloqueo comercial de la Isla, pintado décadas después como acto de chovinismo ideológico, se trató en realidad de una reacción a una amenaza cubano-soviética, dentro del marco de la Guerra Fría.
Los buques estadounidenses debían interceptar un convoy de cargueros soviéticos que se aproximaban a Cuba, presumiblemente cargados con más misiles. Esos cargueros iban escoltados por submarinos soviéticos B-59.
En algún momento del encuentro de los navíos rusos y americanos, un destructor americano dio el alto a un carguero escoltado por un submarino soviético. El submarino lanzó entonces un disruptor de sonar que el capitán del destructor confundió con un torpedo, y al que respondió lanzando cargas de profundidad sobre el submarino. Finalmente, el carguero dio la vuelta, seguido por el submarino. Eso es lo que sabíamos y se narra en cientos de libros y varias películas.
Lo que ni Kennedy, ni ninguno de sus consejeros, ni nadie, sabían en aquel momento es que los tres submarinos soviéticos que acompañaban el convoy estaban provistos de torpedos con cabeza nuclear. La situación era aún más crítica ya que debido a la dificultad para establecer comunicaciones, los submarinos disponían de la opción táctica de poder utilizarlos a voluntad; es decir, Moscú les había autorizado a hacer uso de esos torpedos sin solicitar autorización; bastaba que los tres principales oficiales del submarino dieran su visto bueno. De ocurrir tal cosa, torpedos nucleares pudieron haber sido disparados; en este caso, como había señalado Eisenhower, el hemisferio norte desaparecería del mapa humano.
Mientras el submarino soviético B-59 estaba siendo zarandeado a pocos cientos de metros de la superficie por las cargas de profundidad de un destructor americano, según relatan los testigos, dentro de él reinaba el caos, les faltaba el aire, pues llevaban 17 horas sumergidos, los marinos se desmayaban y los oficiales le gritaban al capitán que lanzara sus torpedos y hundiera el destructor americano.
En ese instante brutal se jugó la suerte del mundo. Se reunieron los tres oficiales para tomar una decisión. El capitán votó a favor de lanzar los torpedos. El segundo oficial secundó la propuesta. Pero el tercero, el comandante adjunto, un marino llamado Vasili Arkhipov, votó que no y consiguió calmar al capitán. Las cargas de profundidad cesaron debido a una llamada urgente de Washington. Quince minutos después de que el embajador soviético Dobrynin saliera de la Casa Blanca llevando un mensaje urgente del presidente Kennedy para Khrushchev, el submarino salió a la superficie. A la mañana siguiente Khrushchev retiraba los misiles de Cuba a cambio de la retirada de los misiles americanos de Turquía.
La moraleja es clara: debemos suponer que buena parte de los humanos, quizá todos, le debemos hoy la vida a un desconocido marino que, zarandeado por cargas de profundidad en aguas del Caribe, tuvo la serenidad de decir “no”. La historia se ha sabido hace poco a consecuencia de la desclasificación de documentos soviéticos.
Muchos creemos que la historia es algo “que pasa”, pero la realidad es que la escribimos todos y es nuestra responsabilidad directa lo que se escribe en ella. Por su puesto, entre más responsabilidad tenemos entre nuestras manos, en nuestro rol de padres, empresarios, sacerdotes o funcionarios públicos, más influimos en lo que en ella ocurre.
Para el caso, estamos claros que ahora los Diputados salvadoreños tienen en sus manos el futuro de El Salvador. Entendemos que ellos reciben enormes presiones para obedecer a sus cúpulas para tomar decisiones trascendentales, dentro de ellas el tema de la nacionalización de las pensiones, pero sabemos también que no son marionetas: pueden decir que no ante decisiones que claramente van en contra de los intereses del pueblo que los eligió.
Diputado, este día el pueblo te pide que tengas el coraje para poder decir “NO” ante las malas decisiones que te propone la cúpula de tu partido. El mensaje de este día es claro: Diputado di “no”, sé valiente, sé como Vasili, este es tu momento, estamos en tus manos, el futuro de muchas familias depende de tu voto. Estoy seguro que la historia te lo agradecerá.
*Abogado, máster en Leyes.
http://www.elsalvador.com/articulo/editoriales/diputado-valiente-como-vasili-103921
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