La Primera Guerra Mundial había empezado a devastar Europa en 1914. Las trincheras estaban en plena ebullición y el Imperio Austro-húngaro se mostraba especialmente activo en los mares utilizando un arma bastante novedosa en ese momento: el submarino. En España se veía entonces la guerra desde la distancia, pero no se perdió nota sobre las estrategias militares que utilizaban los contendientes. La utilización de los submarinos hizo reaccionar al Gobierno.
El 17 de febrero de 1915, Alfonso XIII estampó su firma al pie de una ley que ordenaba la construcción de 28 sumergibles para la Armada española. El texto se basaba en un proyecto presentado al Monarca por el ministro de la Marina, el almirante Augusto Miranda y Godoy, que inicialmente había quedado en vía muerta, pero que fue recuperado a marchas forzadas viendo lo que acontecía en la Gran Guerra.
"Con el fin de dotar a la Nación en breve plazo de los elementos de defensa marítima absolutamente indispensables para el mantenimiento de su autonomía y de la integridad de su territorio, se procederá por el Gobierno a contratar la ejecución de las obras siguientes, sujetándose a los presupuestos contenidos en la Ley de 7 de enero de 1908 que no sean por la presente derogados", empezaba el artículo 1 de la ley.
Entre todos los buques a construir destacaban "28 sumergibles de los tipos y características que fijará el Ministro de Marina, teniendo en cuenta los servicios a que se destine cada una de las unidades o grupos incluyendo el material necesario para salvamentos, reparaciones y aprovisionamiento". Para todos los buques, no sólo los submarinos, se destinaba una nada despreciable partida presupuestaria para la época de 110 millones de pesetas.
Los grupos de contratación también aparecían perfectamente definidos en el texto de la ley: "Los buques, a excepción de los cañoneros y guardacostas, se contrataran a medida que vayan a construirse inmediatamente en los siguientes grupos o series: dos grupos de dos, los cruceros; dos grupos de tres, los caza-torpedos, y en cuatro series de seis y una de cuatro, los sumergibles. En cada una de las series se aprovecharan los progresos alcanzados por la industria naval".
La influencia del almirante Miranda hizo que se añadiese un artículo en el que "se autoriza al Ministro de Marina para adquirir por gestión directa con cargo a los créditos concedidos por esta ley hasta cuatro sumergibles".Con Europa en llamas y su industria ocupada en fabricar armas para la Primera Guerra Mundial, la Armada española adquirió su primer submarino a la empresa estadounidense Electric Boat Company.
La Armada se dotaba así de un submarino treinta años después de que el teniente de navío Isaac Peral entrase en 1885 al despacho del por entonces Ministro de la Marina, Manuel de la Pezuela y Lobo-Cabrilla, y le convenciese de la necesidad de construir un torpedero sumergible para la defensa de las costas españolas. El submarino de ese proyecto fue botado el 8 de septiembre de 1988 y dado de baja el 11 de noviembre de 1890.
La primera misión de importancia de los submarinos no tardó en llegar. Con España en plena guerra en Marruecos en 1921, y tras los fuertes varapalos de Annual y Monte Arruit, a dos de los submarinos disponibles se les encargó la misión de apoya a los peñones de Vélez de la Gomera y de Alhucemas. Procedieron a la evacuación del personal civil así como a su constante aprovisionamiento bajo el fuego enemigo, lo que ocasionó sus primeras bajas en combate.
Un siglo después de la ley de Alfonso XIII, el arma submarina española se ha consolidado como un arma de gran capacidad ofensiva, con la ventaja de poder operar de forma encubierta durante largos períodos de tiempo, lo que les convierte en muy útiles para un importante número de misiones, como garantizar la libertad de acción de las fuerzas que van por la superficie, recolección de datos de inteligencia, misiones de reconocimiento o, incluso, infiltración en la costa de comandos de operaciones especiales.
En la actualidad, la Armada cuenta con tres submarinos operativos de la clase S-70. Proyectados a principios de los setenta por los astilleros franceses DCN y contruidos en España por Bazán (ahora integrada en Navantia), se compraron cuatro unidades de esta clase. La primera de ellas (S-71 Galerna) entró en servicio en enero de 1983. Cuatro meses después llegó el S-72 Siroco, el único de esta serie que ya ha sido dado de baja (junio de 2012). El S-73 Mistral y el S-74 Tramontana entraron en servicio en 1985 y 1986, respectivamente.
Estos submarinos han participado en diversas misiones internacionales como el bloqueo marítimo de la antigua Yugoslavia durante las guerras civiles que tuvieron lugar en los noventa, con la misión de impedir la entrada de armas en estos países, o en tareas de vigilancia de las costas de Libia y Libano en los últimos años. Además, participan de manera regular en la operación Active Endeavour de la OTAN, que lucha contra el terrorismo en el Mar Mediterráneo.
Pese a ser sometidos a la gran carena para alargar su vida operativa, una revisión en la que se desmonta por completo el submarino, la vida útil de estas tres unidades está desde hace tiempo en su recta final. Para sustituirlos, está desde hace tiempo el proyecto de construcción de los S-80, con los que Navantia quería poner en el mercado el submarino convencional más moderno del mundo, pero cuyo programa ha tenido numerosas complicaciones y retrasos.
El primer S-80 debía haber sido entregado a la Armada en 2012, pero la misma ha sido pospuesta en numerosas ocasiones por Navantia. En la actualidad, todavía no hay fecha de entrega para la primera unidad.
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