En 2018, se cumplieron 50 años del enigmático naufragio del submarino nuclear USS Scorpion, de la Marina estadounidense. Ninguno de sus tripulantes sobrevivió para explicar lo ocurrido. Las investigaciones realizadas desde entonces para averiguar la causa del desastre no han logrado resultados concluyentes. La cercanía al Scorpion de embarcaciones militares soviéticas, incluyendo un submarino nuclear, así como el secretismo inherente a toda operación militar en el marco de la Guerra Fría, acentuaron la aureola de misterio sobre los acontecimientos que provocaron el fin del Scorpion.
Cuando el Scorpion entró en servicio, había transcurrido solo un lustro desde la travesía inaugural del primer submarino nuclear de la historia, el USS Nautilus. La tecnología de los submarinos nucleares era aún muy joven. Las medidas de seguridad se fueron perfeccionando a medida que aumentaba la experiencia en el uso de estos vehículos. Un submarino nuclear utiliza para su propulsión motores eléctricos, cuya electricidad se genera gracias a un reactor nuclear. De este también se obtiene la energía necesaria para alimentar todos los demás sistemas eléctricos de a bordo. Las naves así energizadas son por tanto comparables a pequeñas centrales nucleares móviles. Además, algunas embarcaciones se diseñaron para ser doblemente nucleares, por así decirlo, ya que se las dotó de armamento nuclear. Los submarinos nucleares ofrecen prestaciones mucho más ventajosas que las de los convencionales. Por ejemplo, pueden pasar muchísimo más tiempo sumergidos y navegar a máxima velocidad durante periodos muchísimo más largos.
El Scorpion pesaba unas 3.000 toneladas y medía cerca de 80 metros de largo. Contaba con 6 tubos lanzatorpedos. Su tripulación era de un centenar de hombres.
Los últimos días del USS Scorpion
La actividad del Scorpion en los días previos a su desaparición estuvo envuelta en un gran secretismo debido al carácter confidencial de la misión que llevó a cabo.
A mediados de mayo de 1968, el Scorpion cruzó el estrecho de Gibraltar, pasando del mar Mediterráneo al océano Atlántico, y se acercó a la base naval hispano-estadounidense de Rota en Cádiz. Había completado un periodo de varios meses de operaciones en aguas mediterráneas y regresaba a casa, concretamente a su puerto en Norfolk, Virginia, Estados Unidos.
Al parecer, el 20 de mayo se recibió en el submarino la orden de desviarse de su ruta y aproximarse a la zona de las islas Canarias para hacer un breve trabajo de vigilancia de varias embarcaciones militares soviéticas que se congregaron en ese sector durante unas maniobras navales y entre las que figuraron dos con capacidad de ataque nuclear.
El 21 de mayo se recibió la última comunicación del Scorpion. En ella se indicaba que la fecha y hora estimadas de llegada a Norfolk eran el día 27 a las 13 h. Cuando ese día el Scorpion no apareció, los familiares de los tripulantes que aguardaban en el puerto supieron que algo andaba mal. De hecho, el personal militar que debía mantenerse en contacto con el submarino ya lo sospechaba desde varios días antes. El Scorpion debía comunicarse periódicamente y al dejar de hacerlo tras esa comunicación del día 21 quedó claro que algo imprevisto le había ocurrido. Su ausencia en el puerto era la demostración definitiva de la gravedad del problema.
El Scorpion en junio de 1960. (Crédito: U.S. Naval History and Heritage Command)
Una larga y laboriosa búsqueda
Decenas de barcos, submarinos y aviones se movilizaron para intentar encontrar al Scorpion, o huellas de su paso, a lo largo de su ruta prevista desde su última posición conocida. En realidad, el 24 de mayo ya se organizaron secretamente labores de búsqueda. No se sabía qué había sido del submarino, pero lo captado en la zona por micrófonos submarinos el 22 de mayo sugería que ese día había sufrido una explosión y que los daños causados por esta habían hecho hundirse al submarino hasta el fondo del mar, con el resultado de que la presión del agua habría aumentado hasta romper el casco del submarino y hacerlo implosionar, provocando la muerte de cualquiera que hubiera sobrevivido hasta entonces.
En la primera operación de búsqueda no se encontró nada. El 5 de junio se declaró al submarino presumiblemente perdido con toda su tripulación. La comisión de investigación que se estableció para esclarecer las causas de lo ocurrido no pudo llegar a ninguna conclusión sólida. Se continuó buscando por la zona, con la esperanza de hallar algún indicio de dónde podía estar el submarino o lo que quedase de él.
A fines de octubre, un buque militar estadounidense detectó pedazos del casco del Scorpion en una zona del fondo marino, a más de 3 kilómetros de profundidad. Otras embarcaciones acudieron a la zona para reforzar allí la búsqueda, incluyendo el batiscafo Trieste II. En 1969, este vehículo, diseñado para operar a profundidades mayores que las soportables por un submarino, realizó varias inmersiones hasta el Scorpion, con el fin de observarlo y fotografiarlo. La información así obtenida, aunque útil, no bastó para aclarar más allá de toda duda qué había provocado la explosión y hundimiento del submarino.
El misterio prosigue
Aunque la hipótesis de un ataque soviético podía parecer plausible dada la fuerte hostilidad existente entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría, así como la cercanía de naves militares de la superpotencia adversaria, se descartó muy pronto. Pese a ello, algunas personas han seguido especulando con ella y no han faltado libros, de corte sensacionalista, que han explotado la hipótesis. Las teorías de conspiración forjadas alrededor de la catástrofe del Scorpion han hecho que, en este aspecto, el suceso sea considerado por muchos estudiosos como el equivalente naval al asesinato de Kennedy.
Ninguna de las numerosas hipótesis formuladas sobre qué fue lo que causó el trágico fin del submarino y su tripulación ha sido demostrada de manera inequívoca, pero hay dos que cuentan con mucho más respaldo que el otorgado a cualquier otra. Una de estas dos es que el sistema de eyección de basura sufrió una avería en su mecanismo de cierre, o la obstrucción de este por otras causas, que provocó la entrada súbita y violenta de agua, causando ello daños adicionales. La otra es que uno de los torpedos con los que iba equipado el submarino se activó por un fallo.
El propio reposo del Scorpion en el fondo del mar ha planteado y plantea una incógnita preocupante: ¿el acorazamiento del reactor nuclear resistirá lo suficiente el paso del tiempo para no liberar radiactividad en el entorno? Lo mismo puede decirse de los dos torpedos nucleares con los que, al parecer, se le dotó. Periódicamente se hacen mediciones en la zona, a fin de detectar una posible contaminación radiactiva.
El Scorpion no es el único submarino nuclear que se ha ido a pique. Por parte estadounidense, está también el USS Thresher, cuyo accidente en 1963 se cobró 129 vidas humanas. Por parte de la Unión Soviética, y luego Rusia, son varios los que han naufragado, con el Kursk, hundido en agosto del 2000, como el más mediático de todos ellos, debido a que entonces en esa nación había ya una transparencia informativa muchísimo mayor que la que fue habitual en el bloque soviético durante la Guerra Fría. (Fuente: NCYT Amazings/Jorge Munnshe)
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