Bandera de Afganistán (Archivo - Agencia Anadolu).
ANKARA
Por: Iftikhar Gilani*
La inquietud en India, el júbilo en Pakistán y el cauteloso optimismo en las calles de Afganistán resumen los estados de ánimo en el Sur de Asia, tras la firma del acuerdo de paz con los talibanes.
Aunque el acuerdo genera una leve esperanza de que pueda regresar la paz a Afganistán, India está ansiosa porque el regreso al poder de los talibanes puede afectar sus inversiones avaluadas en USD 3.000 millones.
Pakistán, por otro lado, busca recuperar su influencia y asegurar sus fronteras occidentales garantizando un gobierno amigable en Kabul.
La ansiedad de Nueva Delhi no se limita a perder su control en Kabul. Sus aprehensiones incluyen también el hecho de que tener a los talibanes en el poder en Afganistán, junto con una Islamabad animada, podría tener unos efectos en cascada para las realidades en terreno en Jammu y Cachemira, la parte cachemir administrada por India.
Según un reporte publicado por The Hindustan Times, Samant Goel, jefe de la agencia de inteligencia externa de India, Ala de la Investigación y Análisis (RAW), hizo un llamado al primer ministro indio Narendra Modi el pasado 5 de julio para recomendar la integración de la región con el resto del país lo antes posible.
Advirtiendo que las cosas podrían salirse de control después del acuerdo de paz entre EEUU y los talibanes, Goel señaló que Washington podría decidir recompensar a Pakistán por su papel con la reanudación de la ayuda militar y económica.
“Esto podría generar una intensificación del patrocinio directo e indirecto de Islamabad a grupos terroristas que operan en Cachemira”, dijo Goel a Modi.
Un mes después, el 5 de agosto, India dividió al estado y revocó el estatus especial de la disputada región.
La inquietud en India puede ser medida desde el hecho que el ministro de Asuntos Exteriores Subrahmanyam Jaishankar expuso un paralelo entre el acuerdo de paz de Estados Unidos y los Talibanes con una película de Bollywood de 1972, Pakeezah.
Ambientada en la localidad musulmana de Lucknow, la capital del estado más grande de India, Uttar Pradesh, y conocida por su cultura y sus vínculos civilizacionales, la película se centra en la difícil situación de una cortesana que anhela el amor verdadero.
El director, Kamal Amrohi, tardó 16 años en hacer la película. Fue un éxito rotundo, pero la actriz principal, Meena Kumari, murió días antes de su lanzamiento.
“Lo que vimos en Doha no fue una sorpresa. Todos sabían que algo así estaba sucediendo. Se ha hablado durante mucho tiempo. Era casi como ver finalmente a Pakeezah después de ver 17 trailers de la película”, manifestó Jaishankar.
Mientras que muchos en Nueva Delhi están discutiendo por abrir canales con los talibanes, en respuesta a sus recientes propuestas, las fuentes oficiales dijeron que un enfoque de esperar y ver, y el apoyo continuo a los amigos en Kabul, era la mejor política en este momento.
Esperar y observar
El ex enviado de la India para Afganistán, Amar Sinha, afirmó que no tenía sentido comprometerse con los talibanes en este momento a costa de perder amigos.
“Además, las políticas de los talibanes están demasiado gobernadas por Pakistán. Hasta que esos lazos aflojen, no tendrá sentido que India actúe”.
Sin embargo, el ex embajador sugirió que una vez que el diálogo intra-afgano avance, India debería ofrecer sus servicios y organizar una jirga [reunión del gran consejo].
“Somos un país seguro y neutral. No representamos una amenaza para los talibanes ni para los demás, y no elegimos ganadores o perdedores”, agregó.
Incluso antes de llegar al poder, los gobernantes actuales y antiguos en Kabul tenían fuertes vínculos con la India.
Ya sea el presidente Ashraf Ghani, el ex presidente ejecutivo Abdullah Abdullah o el ex presidente Hamid Karzai, todos habían vivido en la India durante años en algún momento de sus vidas.
Por lo tanto, para Nueva Delhi, no tendría sentido ir en contra del gobierno de Kabul.
Debido a la inversión en proyectos sociales, muchos creen que India ha adquirido una imagen considerable de buena voluntad entre los jóvenes, la clase media y la población afluente de Afganistán.
Para Sinha, esta opinión favorable fue el motivo de la declaración de los talibanes el mes pasado de que apoyarían a Chabahar y protegerían las inversiones indias en Afganistán.
El ex secretario de Asuntos Exteriores de la India, Shyam Saran, instó a Nueva Delhi a planificar contramovimientos.
Argumentó que el resultado final de la política afgana de la India debería ser evitar que los talibanes se apoderen completamente de Kabul, pero alentarlos a formar parte de un gobierno de base amplia.
“Más que enviar soldados al terreno, se debe explorar el apoyo militar al régimen actual y la ayuda para unir a los grupos afganos enemigos de los talibanes”, señaló Saran.
El ex enviado de la India a Pakistán, G. Parthasarthy, creía que, si bien Nueva Delhi debe monitorear los acontecimientos, también era necesario ejercer una diplomacia astuta y expresar su disposición para continuar la asistencia económica y abrir canales con los talibanes.
Su opinión es que, a diferencia del último gobierno talibán comprendido entre 1994 y 2001, Pakistán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos no estarán en condiciones de ayudar financieramente a Afganistán.
Por lo tanto, incluso un gobierno liderado por los talibanes dependerá en última instancia de Nueva Delhi.
Según el acuerdo de Doha, Estados Unidos se ha comprometido a reducir su huella militar de 13.000 soldados a 8.600 en los próximos tres o cuatro meses, y las fuerzas restantes se retirarán en los siguientes 14.
Washington también se comprometió a levantar las sanciones contra los talibanes.
Los talibanes, por su parte, se comprometieron a garantizar que el suelo afgano no se use para planear ataques contra Estados Unidos o sus aliados.
El pacto también prevé un intercambio de prisioneros, con la disposición de que alrededor de 5.000 prisioneros talibanes y 1.000 miembros del personal de seguridad afgano sean liberados por ambos lados.
El activo indio: su voluntad
Si bien la mayoría de expertos se refieren a la buena voluntad entre los afganos como la carta de triunfo de India, pero el ex legislador y experto estratégico, Manvinder Singh, cree que Nueva Delhi se ha disparado en el pie.
Con respecto a la controvertida ley de ciudadanía, que entró en vigor en diciembre de 2019, Singh aseguró que esto causó la ira de los afganos al implicar que Afganistán persigue a sus comunidades minoritarias.
“Eso es todo lo que se necesita para que las décadas de buena voluntad se arruinen”, dijo Singh, cuyo padre Jaswant Singh, ex ministro de Asuntos Exteriores de India, negoció la liberación de un avión secuestrado y sus pasajeros en Kandahar con el régimen talibán en 1999.
En los últimos días, el presidente Ghani planteó dudas sobre la liberación propuesta de más de 5.000 prisioneros talibanes, lo cual fue una condición previa importante para el diálogo intra-afgano.
Sin embargo, M K Bhadrakumar, ex embajador para Kabul y Teherán, opinó que el gobierno de Ghani podría no ser capaz de retener el proceso de paz y que en tales pactos los detalles más importantes a menudo no se mencionan en blanco y negro.
Aunque su reelección se confirmó días antes del acuerdo de Doha, Ghani aún teme que la formación de un gobierno interino se haya vuelto inevitable.
Bhadrakumar dijo además que Estados Unidos también tenía la intención de mantener determinadas bases militares limitadas en Afganistán, con despliegue de inteligencia.
La reivindicación de Pakistán
Pero en Pakistán, su ex secretario de Asuntos Exteriores, Riaz Mohammad Khan, indicó que el acuerdo es una reversión formal de los errores cometidos a principios de 2002, cuando Estados Unidos decidió agrupar a los talibanes con Al Qaeda.
Dijo que las conversaciones intra-afganas resultarán más desafiantes y aconsejó a los jugadores que desistan de presionar intereses particulares y urgió a las potencias extranjeras a permitir un espacio suficiente para que los afganos puedan solucionar sus diferencias.
Según Khan, el acuerdo también validó la postura de Pakistán con respecto a los talibanes. “Nuestra política debe proceder ahora con la confianza de que nada puede opacar la relación única basada en la geografía común y en superposición de nuestra población. Pakistán tiene un papel innato para ayudar al proceso de paz”, agregó el exsecretario.
Pero Khan también agregó que era necesario actuar con prudencia en vez de presionar una paz que genere sospechas. “No debemos dejar que nuestra política caiga en la división étnica afgana o en tomar partido”.
Irónicamente, lo que Estados Unidos logró en Doha es casi similar a lo que hizo el entonces enviado de la ONU, Bill Richardson, que negoció con los talibanes cuando aterrizó en Kabul el 17 de abril de 1998.
Según el libro de Roy Gutman, Cómo Perdimos la Historia: Osama bin Laden, los Talibanes y el Secuestro de Afganistán, los talibanes acordaron un cese al fuego y unirse a las conversaciones con el Frente Unido o la Alianza del Norte.
Según el acuerdo, pactado en presencia de Richardson y el exembajador de Pakistán, Aziz Ahmed Khan, los talibanes también acordaron permitir una educación superior para las mujeres, sin educación mixta, y que los trabajadores de la salud y los médicos traten a las mujeres.
También prometieron prohibir todo cultivo de opio en Afganistán.
Similitudes de Vietnam con Afganistán
Muchos expertos también han señalado similitudes entre la estrategia estadounidense en Vietnam de 1969 y el acuerdo de 2020 con los talibanes, similitudes que señalan que el presidente Richard Nixon había realizado medidas parecidas para buscar la reelección a principios de los años 70.
Con la ayuda de Pakistán, el asesor de seguridad nacional de Nixon, Henry Kissinger, visitó en secreto Pekín en julio de 1971, acordando una retirada completa de las tropas a cambio de que Hanói liberara a los prisioneros de guerra estadounidenses y declarara un cese al fuego.
El asesor había asegurado a los líderes chinos que si el gobierno de Saigón, respaldado por Estados Unidos fuera derrocado tras la retirada de las tropas, Washington no intervendría.
Y así es exactamente como se desarrolló.
Nixon visitó China en febrero de 1972 y lo describió como una visita para lograr una paz duradera en el mundo. Meses después, en noviembre de 1972, logró una victoria convincente y aseguró su reelección.
Más tarde, el gobierno de Saigón fue invadido por comunistas y Estados Unidos, según lo acordado, no intervino.
Aparición de los talibanes
Los talibanes emergieron de su fortín en Kandahar en agosto de 1994, cuando el fundador del grupo, Mullah Umar, enfurecido por los crímenes de un caudillo local, invadió su morada con 15 combatientes, todos estudiantes de diferentes madrassas (instituciones religiosas).
El área desde la ciudad fronteriza pakistaní de Chaman, hasta Kandahar, se había convertido en un refugio para los líderes rebeldes, que extorsionaban a las personas y secuestraban a niñas y niños.
Cuando los talibanes sacaron a los caudillos de la zona, la población agotada por la guerra en otras áreas les pidió restablecer el orden.
Pronto los que administraban las provincias de Helmand y Ghazni se rindieron sin luchar. Pero una vez capturaron Kabul y otras provincias en el norte de Afganistán, los talibanes se volvieron letales en su misión de controlar todo el país.
Emplearon métodos brutales y causaron estragos en las provincias del norte para cimentar su gobierno e ideología.
También se aliaron con Al Qaeda, una medida que los analistas creen fue en parte para compensar su boicot por parte de la comunidad internacional a pesar de su control sobre Kabul.
El equipo de Osama bin Laden proporcionó fondos a los talibanes y alcance internacional.
Muchos estrategas ahora creen que los talibanes han evolucionado a lo largo de los años.
Si bien en algún momento aplicaron un código medieval, hoy son insurgentes expertos en tecnología listos para adaptarse a los medios modernos.
La región, que durante mucho tiempo ha sido víctima del Gran Juego, ha cautivado e hipnotizado al mundo durante siglos.
La valentía, el impulso por la libertad y el entusiasmo de los habitantes divididos en innumerables tribus, ha castigado a los británicos, condujo al desmembramiento de la Unión Soviética y dio lecciones amargas a Estados Unidos.
*El autor es periodista experto en Cachemira.
*Traducido por Daniela Mendoza.
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