La venta de los aviones de guerra F-35 era finalmente parte de la agenda del viaje del secretario de Estado Mike Pompeo a Italia, aunque oficialmente se dijo lo contrario. En cuanto a su visita al Vaticano, oficialmente centrada sólo en “temas teológicos”, en realidad buscó movilizar a la Santa Sede en contra de China, Cuba, Irán y Siria.
El secretario de Estado Mike Pompeo participó en un simposio del Vaticano, donde habló sobre “La dignidad humana y la fe en las sociedades libres”.
El avión de guerra furtivo estadounidense F-35, supuestamente invisible para los radares, es en todo caso invisible para la política. No aparece en ninguno de los comunicados oficiales sobre los encuentros que el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo sostuvo con los dirigentes de Italia durante su estancia en Roma.
Sin embargo, el Corriere della Sera revela que Pompeo solicitó a Italia que acabe de completar el pago de los F-35 ya adquiridos y que dé curso a una nueva compra y el primer ministro italiano Giuseppe Conte ya le garantizó que «nos mantendremos fieles a nuestros pactos».
Italia ha comprado hasta ahora 14 aviones de combate F-35 a la firma estadounidense Lockheed Martin. Trece de esos aparatos, ya entregados, están «completamente financiados», precisión mencionada el 3 de junio pasado, ante el Senado, por la entonces ministro de Defensa Elisabetta Trenta (del Movimiento 5 Estrellas), quien anunció además nuevas compras que elevarán a 28 la cantidad de esos aviones estadounidenses que Italia debe adquirir de aquí al año 2022. Pero Italia se ha comprometido a comprar en total 90 aviones F-35, lo cual eleva el total estimado de esas compras a 14 000 millones de euros.
A ese gasto hay que agregar lo que costará la actualización constante de los programas informáticos que el F-35 necesita para operar, programas cuya exclusividad queda en manos de la firma estadounidense Lockheed Martin. Sólo para las 14 unidades ya compradas, esas actualizaciones ya cuestan a Italia 500 millones de euros. Sin embargo, Italia no es sólo comprador sino también fabricante del F-35, como socio de segundo nivel. La firma italiana Leonardo (antiguamente Finmeccanica), que es la mayor industria militar italiana –con el ministerio de Economía como accionista principal (30% de las acciones)– está a cargo de la línea de ensamblaje y ensayo de los F-35 en la instalación de Faco di Cameri (Piemonte), de donde provienen los aparatos destinados a Italia y a los Países Bajos.
La empresa italiana Leonardo también fabrica las alas de los F-35 que se ensamblan en Estados Unidos y las hace con materiales producidos en las instalaciones de las localidades italianas de Foggia, Nola y Venegono. El gobierno de Estados Unidos seleccionó el complejo de Cameri (también en Italia) como centro regional para el mantenimiento y la actualización del fuselaje en Europa.
En la fábrica de Faco trabaja un millar de personas, muchas de ellas –la sexta parte del total– con empleos precarios. Los gastos de instalación de esa fábrica y la compra de los F-35 están muy por encima de los montos de los contratos estipulados por las empresas italianas para la producción del F-35. Y no debemos olvidar que, mientras que las ganancias van integralmente a las empresas privadas, los gastos salen de los fondos públicos, lo cual eleva aún más los gastos de Italia en el sector militar, que ya alcanzan los 70 millones de euros al día.
Sin embargo, en sus encuentros con el presidente italiano Sergio Mattarella y con el primer ministro Giuseppe Conte, el secretario de Estado Mike Pompeo subrayó la necesidad de que Italia y otros países europeos «incrementen sus inversiones en la defensa colectiva de la OTAN». Por cierto, en los encuentros realizados bajo la mayor discreción, Pompeo no hizo esa observación de forma diplomática sino en tono perentorio. O sea, mientras que el Departamento de Estado elogia a Italia porque «acoge más de 30 000 militares y asalariados del Pentágono en 5 grandes bases y en más de 50 instalaciones secundarias», Mike Pompeo solicitó en los encuentros reservados poder instalar en suelo italiano más bases militares, quizás a cambio de alguna reducción de los gravámenes estadounidenses al queso parmesano italiano.
Además, en la agenda secreta de Pompeo estaba también la organización de la próxima llegada a Italia de las nuevas bombas nucleares estadounidenses B61-12, que reemplazarán las actuales B-61.
Las nuevas bombas nucleares estadounidenses B61-12 están concebidas específicamente para los aviones de guerra F-35A y 6 de esos aviones, pertenecientes a la fuerza aérea italiana, ya recibieron en octubre el visto bueno de la OTAN que certifica que son complemente operativos.
Durante su estancia en Roma, Pompeo no se ocupó sólo de cuestiones terrenales, como el avión de guerra F-35 y el queso parmesano. Durante un simposio realizado en el Vaticano, Pompeo habló sobre La dignidad humana y la fe en las sociedades libres [1].
Pompeo afirmó en ese simposio que «Estados Unidos llegó un poco después que San Pedro, pero siempre ha protegido la libertad religiosa» y, con ella, la «dignidad humana». Seguidamente acusó a China, Cuba, Irán y Siria de reprimir esa libertad. Eso dijo, bajo un enorme crucifijo este santo hombre que, cuando fue nominado como director de la CIA, declaró al Congreso de Estados Unidos su intención de estudiar el regreso al waterboarding (un tipo de simulacro de ahogamiento) y a otros métodos de «interrogatorio fuerte», expresión utilizada para evitar decir la palabra tortura.
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