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Europa ya tiene su gran caza de combate para hacerle sombra, o al menos intentarlo, al todopoderoso F-35 estadounidense. Se llama FCAS, acrónimo de “Future Combat Air System” y su puesta de largo se ha escenificado esta semana en París, en el Salón de Le Bourget, la mayor feria de aviación del mundo, que se clausura justo este fin de semana. Era el escenario perfecto para el anuncio: asistencia de políticos de renombre, el presidente Macron en cabeza, ministros de Defensa y máximos responsables de la industria. Y un dato más: la entrada formal de España en el proyecto. ¿Tiene sentido la incorporación de España? Y, sobre todo, ¿de verdad este caza va a hacer sombra al F-35?
El FCAS es un proyecto en origen liderado por Francia y Alemania con el que se busca un futuro 'superavión' de combate de 6ª Generación que reemplace la flota de aviones europeos Eurofighter. A diferencia de lo que ocurrió con el Programa del JSF, origen del F-35 y al que se apuntaron desde el primer momento Reino Unido e Italia, y en el que España siempre se mantuvo al margen, nuestro país ha dado un paso al frente con el programa europeo. La ministra en funciones, Margarita Robles, estampó su firma en el protocolo del programa escenificando el respaldo y la participación plena de España en el mismo.
La decisión tiene sentido si se atiende a las ventajas del proyecto, siendo la principal el desarrollo de una tecnología europea, con todo lo que ello conlleva en un sector tan estratégico como es el de defensa y tecnología militar. Apostar sin tapujos por este programa puede suponer un desafío sin precedentes para la industria; a su vez, el acceso a tecnología de vanguardia y la participación en procesos de diseño y fabricación, pueden suponer para España un impulso clave.
Si bien la lectura global es positiva, hay muchos aspectos que no debemos olvidar para poner en perspectiva este proyecto. El primero es la lentitud de los programas militares europeos. Casi ningún programa de armamento cumple con los plazos originales previstos (el F-35 no fue una excepción) pero los europeos se llevan la palma en demasiadas ocasiones. El problema es que hay muchos países en juego, con intereses diferentes y con mucho dinero en inversiones y fabricación que acaban disputándose entre los socios.
Un caza Dassault Rafale, durante el Paris Air Show de esa semana. (Reuters)
El punto débil es la falta de cohesión en esta materia existente en Europa. La prueba palpable es que mientras Francia y Alemania optaron por el FCAS (donde ahora ha entrado España), Reino Unido (y puede que a futuro Italia) se decantó por un programa diferente, el Tempest, liderado por British Aerospace con la participación de la italiana Leonardo. El motivo de este divorcio británico podría estar por un lado en el quimérico “Brexit”, pero también apunta a la histórica desavenencia entre franceses y británicos a la hora de trabajar juntos. Fue imposible ponerles de acuerdo con el Eurofigther (Francia se quitó de en medio) y tampoco cuajó aquella idea de fabricar tres portaaviones conjuntamente, los dos británicos que son una realidad y el francés que quedó en las mesas de dibujo.
Por un motivo u otro, la realidad es que los años pasan y los aviones tardan en entrar en servicio. Recordemos que del Eurofighter se empezó a hablar a principios de los 80 y en 1986 ya volaba un demostrador, el EAP. A la vez, como Proyecto EFA (European Fighter Aircraft), ya se enseñaba una maqueta muy parecida al actual avión en el Salón de Le Bourget de 1991. El primer prototipo, el DA1 voló en marzo de 1994 y las primeras entregas de Eurofighter de serie llegaron a España, Base de Morón, en mayo de 2004. Más de veinte años de desarrollo y espera.
¿Quién lleva la voz cantante?
El otro problema que puede existir es que surjan desavenencias entre los socios. La ministra Robles dijo que “España participaría con un 33%”. Esto sería fantástico pues, aunque un 33% de la inversión va a ser una grandísima cantidad de dinero, en este tipo de programas normalmente los repartos se hacen en función de lo que aporta cada uno y de los aviones que adquiere. Tener un 33% de participación supone traerse un porcentaje similar de inversión y, sobre todo, de fabricación. España no podrá adquirir el mismo número de aviones que Francia y Alemania, y cuesta creer que estos dos países (sobre todo el primero) vayan a ceder en una materia tan trascendental.
El F-35 en pleno vuelo. (Foto: US Army)
Además, es conocido que Francia (Dassault) se va a encargar de la “parte avión” y Airbus DS de la parte de sistemas y vehículos de control remoto, proyecto en el que, por cierto, ha firmado un acuerdo de cooperación con la empresa norteamericana Ansys, con gran experiencia en software de sistemas no tripulados. Francia, por otra parte, quiere reemplazar con este avión a sus Rafale, por lo que ya sabemos que, o existirá una versión naval o el avión incorporará tren de aterrizaje y estructura reforzada.
Pero habrá que rezar para que el diseño de Dassault también satisfaga plenamente las necesidades del Ejército del Aire, pues cuesta creer que los franceses cedan un milímetro en este terreno cuando exigieron el liderazgo del proyecto desde el minuto cero. Eso por no hablar de las ventas de exportación. Son de sobra conocidos los intereses franceses con países africanos y árabes y las reticencias alemanas en esta materia, por lo que habrá que ver cómo encaja España en esta pelea de gallos.
En el frente de las capacidades técnicas, a estas alturas buena parte es especulación, aunque sí hay algunos detalles seguros. En primer lugar se ha hecho mucho hincapié en el aspecto “stealh” y resultan curiosas las tomas de aire de sus dos motores, muy parecidas a las del F-35. La maqueta del FCAS que se ha presentado esta semana en París tiene una configuración de ala delta que recuerda bastante a la del vehículo no tripulado norteamericano X-47B, una cabina alta y unas formas angulosas en la línea de los modelos de 5ª Generación.
Un Eurofighter Typhoon. (Reuters)
Además va a ser un avión necesariamente grande. El motivo hay que buscarlo en que se le va a exigir gran capacidad de carga de armas y también mucha autonomía. Ambas cosas deben necesariamente ir dentro del fuselaje para no comprometer las capacidades furtivas, donde queda prohibido el armamento en soportes exteriores. Adicionalmente hay que recordar que los Rafale franceses también cumplen con la misión de disuasión nuclear, lo que significa capacidad de llevar armas voluminosas y pesadas a gran distancia.
La cabina probablemente sea de un diseño nunca visto y se especula con que estará constituida por una gran pantalla configurable que, aunque no nos sorprenda (algunos coches tienen algo parecido) nunca se había visto en un avión. La conciencia situacional debe suponer un salto incluso por encima de la del F-35 (tarea nada fácil) y la capacidad de integración con otros sistemas y el trabajo en red deberá ser superlativo. Algo que tampoco debe extrañar si va a ser capaz de controlar enjambres de vehículos no tripulados.
¿Adiós al F-35?
El programa FCAS nace con la idea de reemplazar al Eurofighter, un avión de combate sobresaliente al que le queda aún un buen camino por recorrer y en el que se deberán actualizar y mejorar muchas cosas. Aspectos como motores optimizados, toberas orientables, conciencia situacional mejorada y armamento ultramoderno, son cosas que vamos a ver en el Eurofighter de nueva generación y lo situaría prácticamente en un avión de 5ª Generación. Pero hay un aspecto donde va a ser muy difícil mejorar: las características “stealth”, y con casi total seguridad este será el punto débil de las futuras generaciones o "tranches" del Eurofighter.
A la hora de fabricar un avión de 6ª Generación, Reino Unido se encuentra muy bien posicionado. Ya dispone de un avión de “casi 5ª Generación”, el Eurofighter, y otro plenamente de 5ª Generación con mucho recorrido, el F-35. Los británicos no van a volver a cometer el error que cometieron con el Eurofighter, esperando su llegada como agua de mayo sin un avión de combate en condiciones, pues su Tornado ADV fue un fracaso. En general todos los países europeos partícipes del Eurofighter lo pasaron muy mal por no disponer de un avión intermedio. Todos salvo España y fue gracias al F-18 que el Ejército del Aire pudo mirar por encima del hombro a todos los demás mientras se ponían nerviosos con cada sucesivo retraso.
Maqueta del FCAS, presentada esta semana. (Reuters)
Para Reino Unido e Italia, el papel que jugó para España el F-18 lo jugará el F-35. Con él pueden permitirse disponer sin prisas del esperado “6ª Generación”. ¿Qué harán Alemania, España y Francia?
Para España hay un problema añadido y es la necesidad de reemplazar al Harrier de la Armada. Renunciar a la capacidad de ala fija en el buque Juan Carlos I y privar a la Fuerza de Proyección de un necesario apoyo aéreo sería un error mayúsculo. El Ejército del Aire tiene cinco escuadrones de combate con F-18 y cuatro con Eurofighter. A corto plazo hay que reemplazar el Escuadrón de Canarias. Sus F-18, los más antiguos con diferencia y adquiridos de segunda mano, ya no pueden esperar.
Sustituir este Escuadrón con nuevos Eurofighter parecería lo más acertado pero para el resto ya no está tan claro. Una solución intermedia en la que se dotara un Ala (dos escuadrones) con F-35 y el resto con Eurofighter de nueva generación, podría ser una buena alternativa, ya que si se baraja que el FCAS no entre en servicio antes de 20 años, para esas fechas una gran parte de la flota de Eurofighter ya debería haber sido reemplazada.
Además de la Armada, que se conformaría con entre 12 y 14 aviones, estaríamos hablando de una cifra del orden de 30-32 cazas para el Ejército del Aire y se podría aprovechar el nerviosismo que parece haberse instaurado en Lockheed Martin. Hace tan solo unos días el máximo responsable del programa F-35 de la empresa norteamericana, Greg Ulmer, afirmaba que el coste del F-35A iba a bajar de los 80M$ y que estaba en marcha un ambicioso plan de reducción de costes denominado “25 por 25”, cuyo objetivo es reducir el coste de la hora de vuelo del F-35, hoy establecida en unos 44.000$, hasta unos 25.000$ en 2025. Ya son cifras que (en términos de materia de defensa) no resultan prohibitivas.
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